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Patente de corso

Publicado el 02 febrero 2012 por Carlos Romero @CarlosRomeroSFC

Todavía –raro- hay quien pueda ir achacándome que me permita hablar de fútbol sevillano y sobre todo el hacer referencia al otro equipo de la ciudad. No hay más remedio que hacerlo, eso sí, habitualmente con respeto. Si hablamos de mentiras históricas, o de bulos populares y este blog se dedica a eso precisamente, es decir, a investigar sobre la autenticidad de las mismas, el Betis sale retratado casi en el 100% de las ocasiones.

Lo grave no es que popularmente se cocine un bulo en una taberna con olor a meados, bajo los efluvios del alcohol peleón, la incultura y la ignominia. Al fin y al cabo tan solo se trata de unos desgraciados, sean del signo futbolístico que sean, me da igual. Lo realmente grave es que determinados periodistas y “filósofos” se coman el “puchero” y acaben vomitándolo entre arcadas provocadas por sus propios dedos, viendo a quién pueden manchar.

Curiosamente, no se sabe cómo, al que pillan de por medio siempre es al Sevilla FC y al sevillista.

Son algunos los periodistas, tan solo una minoría afortunadamente, los que han tenido Patente de corso a lo largo de la historia. Una barra libre, una bacanal, e incluso una orgía de verdes dardos del insulto ante la pasividad sevillista, que a veces ha confundido esta actitud con la caballerosidad y la sevillanía. Algo que viene de muy lejano; una moda en la que compitieron por ver quién es el que argüía mayor burrada contra todo lo que se moviese en blanquirojo, disparado con arma de punto de mira de alta precisión.

La patente de corso ha caducado ya, terroristas de la palabra. Nauseabundos juntaletras. Vuestros últimos días como falaces han llegado a su fin. Hoy por hoy os tenéis que pensar dos veces hablar de historia de fútbol sevillano, bajo pena de tener que pasar por el filtro implacable de los Guardianes de la Memoria. Hace mucho ya que no se atreven.

El único pecado cometido por el equipo del escudo suizo que contiene el logotipo de la ciudad, es ser el más grande club andaluz de todos los tiempos.

Demostrad que miento.

¿Sabréis paladear alguna vez en vuestra puñetera vida qué es eso ni aunque fuese de lejos?

Los finales de los años 70 y principios de los 80 fueron un pin pan pum contra el Sevilla FC por parte de algunos béticos notorios.Ahí se potencia hasta el infinito el mito del señorito sevillista y del obrero oprimido verdiblanco, con el apoyo de algunos poderes públicos, eso sí, donde Felipe González, Alfonso Guerra, el presidente de la Junta de Andalucía, una vez más, Pepote Rodríguez de la Borbolla y Verderón, observador aéreo y corresponsal azoteíl del Instituto de la Grasa, vendían un Betis del pueblo y del que había que ser si se era andaluz.

El mito de los colores de la bandera de Andalucía, por eso de que es verde como los colores del Betis, parece que la idearon ellos mismos, sin darse cuenta que en realidad es un verde “Celtic de Glasgow”, nada más alejado de esta tierra, al menos socio-culturalmente, pues las camisetas verdiblancas vinieron de allí a principios del siglo pasado.

O del asociacionismo del Sevilla FC con la derecha, en tiempos en los que se peleaba por aplicar la plena autonomía andaluza por el artículo 152 de la Constitución, cuando en realidad en esta ciudad, solo hubo un club fundado por militares de rancio abolengo y ese no fue el club sevillista. Club sevillista al que curiosamente le asesinaron los fascistas a algunos componentes de la directiva, tuvo incluso un presidente exiliado que murió fuera de España, intervino activamente en la formación de la Generación del 27 y algunos de sus jugadores combatieron en lado republicano.

Todo lo contrario que el Betis, cuyos fundadores fueron los que organizaron el Golpe del 36, aplastaron sin piedad a mucha gente llevando a cabo la posterior represión; sus jugadores combatieron en el bando nacional y además les salvaron de una desaparición bien probable durante la mismísima guerra.

En los años 70/80 había patente de corso para estos, asociados con el poder nuevamente, todo hay que decirlo, que si en algo nos ganaron siempre fue en la propaganda. Especialistas en hacer ver a todos una ilusión inexistente y en hacer parecer una igualdad entre ambos clubes de fábula.

Y ya en tono más humorístico, porque uno no sabe si simplemente reír o carcajearse ante estas cosas, estos días ha caído en mis manos un librito, tipo misal, para llevarlo en un bolsillo, sacarlo y besarlo como si de la palabra de un dios se tratase, precisamente de esa época. Hablamos de 1987.

Antonio Hernández es un personaje que dicen es conocido. Yo, la verdad, he oído hablar muy poco de él, pero sí parece que ese librito que escribió es santo y seña para muchos, una verdad incontestable y que se creen a pies juntillas. Este adefesio se llama “El Betis: La marcha verde”.

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Este señor se ha atrevido a hacer algo que nadie hizo nunca y esto es escribir un libro antisevillista. Nadie, absolutamente nadie en el bando sevillista ha escrito algo así contra el otro equipo de la ciudad. La mejor prueba de ello, además del extenso contenido, es ver cómo empieza el libro, en su primera frase, casi en su primera palabra:

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Claro, directo,… sin vergüenza. Desde la primera página.

Sigamos leyendo algo:

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Y no se pierdan esto. Para mondarse con el esperpento ¿Será desgraciao?:

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No hablaremos de la cornamenta de los ciervos en un blog que no es naturalista como comprenderán:

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En fin, no voy a continuar porque todo el libelo es exactamente igual. Pondremos con el tiempo algún que otro párrafo, más que nada para reírnos un poco, donde profundiza en los bulos de toda la vida, en lo que se dice en la taberna y si no se los inventa, que para el caso da igual.

Digo yo que Antonio Hernández tuvo que ser de estos que las noches de finales europeas se retorcían, tendrían fuertes espasmos y echarían espuma por la boca. Un señor ya mayor, que sin duda alguna envejecería a pasos agigantados en ese lustro de oro. No corren ya buenos tiempos para él.

Me cuentan, que hace poco el personaje estrenó una obra de teatro, cuyo argumento giraba alrededor de un barbero bético que estaba afeitando a un cliente sevillista. Podrían imaginarse la de barbaridades de la creatura con la navaja en la mano y la creatura que lo escribió.

Queridos amigos en blanquirojo, esto es un pequeño ejemplo, la punta del iceberg de los francotiradores de la palabra que hemos tenido que soportar con patente de corso.

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