Estimado Capitán:
Esto está siendo bastante duro. Paternidad mucha, carcajadas menos. Ovugirl sigue trabajando en la oficina y yo teletrabajo. Si le suma los lechones de cuatro años a la ecuación la fiesta está servida. Hay que organizarse ya. Hoy hemos subido las escaleras del bloque tres veces, Hemos bajado a nuestro garaje a jugar al fútbol (tranquilos es solo nuestro) y si por si todo esto fuera poco, me he puesto enfermo. Tomás lleva dos días con fiebre y ahora he caído yo. He llamado al teléfono del Coronavirus, no se ha puesto él que, al parecer está liado, pero me ha atendido una chica maravillosa y amable que me ha hecho una serie de preguntas. Un poco como el ¿Quién es quién? versión epidemia.
-¿Ha estado en Italia, China o...?
-Nada, lo más lejos a Santiago.
-¿Has estado cerca de alguien que tiene coronavirus?
-Que yo sepa no, pero tampoco es que yo sea una persona que sepa mucho de algo.
Claro es que tampoco le voy preguntando a la gente dónde ha estado las últimas dos semanas y, no nos engañamos, Madrid no es un destino exótico.
-¿Tienes fiebre? -pregunta.
-38º, pero aparento 37º
(El que es coqueto muere coqueto).
-Tos
(Me dan ganas de responder: El Dios del Trueno, pero paso. La fiebre y los chistes malos: un clásico).
-Mogollón
-Bueno, parece que no tienes el COVID-19. Controla que no vaya a peor. Has hecho bien en llamar.
La atención maravillosa, la prueba regulera, pero entiendo las circunstancias. De momento, mi catarro y mis hijos seguimos en casa pasando el tiempo como podemos.
Hoy hemos sacado sus dos pequeñas sillas a la terraza y desde ahí hemos visto una película. Después hemos saludado a la gente que "paseaba" por la calle. Nos saludaron todos. Gracias. Solo ese gesto hace que a ellos se les encienda una sonrisa en los labios. Al fin y al cabo, solo tienen cuatro años y cada día que pasan lo llevan peor.
A veces creo que vamos a acabar todos locos y gordos.
Vamos a por el cuarto día, que se presenta increíble.