Desaparecido es una palabra muy fuerte. Ni vivo, ni muerto, desaparecido, decía un genocida. Perdido, confunden otros. Averiguación de paradero, etiqueta la Policía. Sea cual sea el lugar del mundo, estar desaparecido pone la piel de gallina. La serie que me permito reseñar es española y lleva el título de Desaparecida, pero acá en Argentina, donde el desaparecido es una nefasta institución, se llamó Bruno Sierra, el rostro de la Ley.
Protagonizada por el, también, argentino Miguel Ángel Solá, la serie se tomaba trece intensos capítulos para describir pormenorizadamente la búsqueda de Patricia Marcos, una joven que a la que el día de su cumpleaños 18* se la tragó la tierra. Pero esa no era una explicación que satisfaciera a Bruno Sierra (Solá), un oficial de la Guardia Civil que tomaría como propio el caso y avanzaría en su investigación hasta las últimas consecuencias. Paralelamente, se nos mostraría a la familia Marcos, encabezada por la descomunal versatilidad de Carlos Hipólito en el papel del padre y la incluso más entrañable Beatriz Ayuso, como la madre de Patricia.
El mayor aporte de esta serie fue sin dudas el anteponer una historia cruda a la comodidad del espectador. Aceptar y llevar a la práctica la idea de que las cosas pueden a veces ser angustiantes, horribles e injustas porque sí (o por algo), aunque esperemos ciegamente que el final nos diga que no todo fue en vano.
Desaparecida supo retratar una búsqueda con todos los elementos que surgen en el proceso deductivo de personajes completamente abocados a una actividad tan agónica como ver pasar los días sin novedades de un ser querido. Desde las maquinaciones de cada miembro de la familia, las sospechas, los interrogatorios y una investigación policial que, sin caer en el golpe bajo, supo mantener la relativa distancia emocional (aunque no siempre) de sus policías devenidos en detectives.
Las actuaciones, en un gran nivel constante, supieron darle matices a una historia que podría calificarse de injusta (como la vida misma) y bien narrada. Porque, a pesar de que a veces parecía girar sobre sí misma, siempre surgía un elemento que retomaba el interés de quien la siguiera con frecuencia.
Desaparecida oscila, podría decirse, entre una caracterización de los personajes más cercana al policial negro que a la novela de Agatha Christie, pero a la vez con un constante “Who done it?” que nos hace pasear pendularmente, como espectadores, por las mismas maliciosas sospechas que los protagonistas. ¿Es posible que papá la haya matado? ¿Acaso el tío intentó abusar de ella? ¿Los amigos saben y no cuentan? ¿Qué hizo Patricia? ¿Con quién se juntaba?. Vista en retrospectiva, la serie logra meter al espectador en esa duda desesperada que a veces roza nuestros sentimientos más avergonzantes, aquellos que, no sin un poco de morbo hacen dudar hasta de la propia víctima.
Podría decirse que esta es la reseña de una serie completa ya que si bien los personajes principales regresan para una segunda temporada, ésta cambió casi por completo el formato y el enfoque. Pasó a llamarse Unidad Central Operativa, en la que Bruno Sierra junto a su compañera de la serie anterior, la sargento Laura Andrún (Esther Ortega), investigaba en cada episodio casos diferentes.
Desaparecida es una serie muy recomendable para aquellos fanáticos de las historias policiales bien construidas, de los personajes torturados y, sobre todo, de los relatos crudos y directos.
Título original: Desaparecida
País: España
Años de emisión: 2007-2008
Cadena: TVE
Creadores: Miguel Ángel Bernardeau, Ramón Campos
Número de temporadas: 1
Cantidad de episodios: 13