He procurado ser especialmente fiel al espíritu y estructura del artículo, añadiendo incluso la composición fotográfica con la que la autora ha ilustrado su texto en la publicación impresa. Confío en que quienes aun no lo hayan leído disfruten con esta amena exposición.
Mi agradecimiento a la autora y a Humanisme por su generosidad y por permitirme disfrutar con este trabajo.
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La concepción museográfica del "Museo de la Francmasonería" pretende ser un espacio abierto hacia el mundo a la manera de los templos masónicos. Inexistentes en el momento en el que surgen los primeros talleres, los templos se materializaban únicamente en los tapices de las logias y, posteriormente, en los mandiles de tercer grado. Hay grabados e impresiones en cerámicas de Crei que permiten hoy saber de la existencia de reuniones durante las cuales, aquellos librepensadores permanecían en pie, reunidos en torno a una representación vitual del templo.
Con el paso del tiempo, el templo tomará forma materializándose en edificios y espacios dedicados a la reflexión, enriqueciéndose con decoraciones y símbolos inspirados en las corrientes artísticas de la época.
Esos arquitectos que construyen en su cabeza...
Cuando se evoca la noción del patrimonio arquitectural masónico francés se espera, pensando en otros patrimonios arquitectónicos, descubrir un conjunto importante de edificios y lugares valiosos. Una se sorprende (quizá siente cierta decepción) ante su relativa inconsistencia en lo que se refiere a su volumen y estilo. Son varias las razones que explican esto.
En primer lugar porque cualquier lugar puede terminar siendo una logia. El espacio y su utilización no están tan íntimamente ligados ¿Por qué construir entonces un lugar específico cuando todos pueden resultar útiles?
En segundo lugar porque los francmasones siempre han sido discretos y no han privilegiado, salvo en determinadas épocas, su visibilidad en el ámbito público. Se busca más la riqueza decorativa en el interior de las construcciones "profanas" que en el exterior. Esa es precisamente la razón de que los elementos más hermosos del patrimonio arquitectural masónico sean los templos y no los edificios construídos de nueva planta. Francia y buena parte de Europa se distinguen en este punto y con toda claridad de los países anglosajones, especialmente de los americanos. En los Estados Unidos, lugar en el que la masonería tiene una presencia pública, el patrimonio es mucho más importante en cuanto se refiere a edificios, muy variados además en lo que se refiere a estilos y épocas.En tercer lugar porque la noción del patrimonio masónico es reciente y no ha habido tiempo para salvar de la destrucción de lo que se libró de las guerras. Hay maravillas que han desaparecido. Quedan algunos testimonios pictóricos o fotográficos que nos hacen echar de menos toda esa desvanecida belleza.
Templo Corneloup, sede del Gran Oriente de Francia, París
Habría que añadir a todo lo anterior la circunstancia de que nunca se ha hecho una catalogación exhaustiva ni de los edificios ni de los templos1. Las obediencias no siempre han tenido una buena actitud en lo referente a su propio patrimonio o al de las logias que se les adscriben2.
Del mismo modo hemos de extrañarnos por el hecho de que no exista un "estilo masónico" de la misma forma que sí existe un estilo griego, o greco romano, románico, gótico, militar, art-déco, etc... Esta ausencia tiene su razón de ser en el hecho de que cuando los hermanos han recurrido a artistas para idear sus templos, las decoraciones aplicadas fueron las de los estilos existentes, ya antiguos, ya vigentes en el momento. Así, el estilo egipcio, el académico, el floral, o el modernista, fueron utilizados integrando por sí solos, con el paso del tiempo, todo un catálogo arquitectural.
Finalmente, esta acumulación de estilos, toda esta diversidad, quizá represente como tal "el estilo masónico identitario", del mismo modo que la diversidad de los hermanos que forman parte de una misma logia representa la identidad de esa logia.
Acaba de anochecer en París. La penumbra va inundando poco a poco las estrechas calles, y sólo el reflejo de alguna luz tenue rompe el manto de la oscuridad. Las sombras que se proyectan sobre las paredes adquieren unas dimensiones impresionantes... El ruido de las carrozas y los cascos de las caballerías rompen el silencio que reina al terminar el día, resonando como un pesado eco que rebota una y otra vez en las fachadas. El ambiente no es precisamente propicio para salir a dar un paseo... La gente que va y viene no se para. Entre la muchedumbre un caballero apura el paso. Tiene buen porte y va bien vestido... Sin duda alguna se trata de alguien acomodado y de buenas maneras. Utiliza el embozo para protegerse del frío, estrechándolo alrededor del cuello y ocultando al tiempo buena parte de la cara. La espada que lleva, del lado derecho golpea rítmicamente y se deja entrever al alzar la parte baja del abrigo con cada paso. Se dirige hacia el norte, dejando atrás la calle por la que deambula. Las calles de París no son seguras en noches de invierno como esta. El riesgo de tener un mal encuentro con cualquier asesino o con cualquier otro ladrón más motivado por el hambre que por la avidez, es bastante grande. Otro tanto sucede con la policía del Rey, más preocupada por atrapar a los conspiradores de toda especie, que se reúnen clandestinamente, y que difunden ideas libertarias que cuestionan la autoridad real, y los fundamentos de una sociedad en la que la desigualdad entre los seres humanos es tenida por un hecho natural y la limitación de las libertades considerada como una necesidad.
El caballero se pierde en medio de un dédalo de callejuelas pestilentes. Acelera el paso para salir de aquel barrio desierto y llega por fin a la calle Buci, donde la animación le hace sentirse más seguro. Va más tranquilo... Echa un vistazo y busca el cartel de la taberna "Louis d´Argent". En ese momento el ruido ensordecedor de un carruaje con blasones en las portezuelas y que va a gran velocidad le pone en alerta. El cochero no se inmuta ante los obstáculos que pueden frenar su avance. Presintiendo el peligro, el caballero se apretuja contra el escaparate de una tienda para dejarle pasar. Se libra por bien poco del atropello y de verse bajo los ejes con una pierna destrozada... la arrogancia de la nobleza, instalada en sus privilegios y ciega a las necesidades de los demás hasta el punto de llevárselos por delante sin contemplaciones, le indigna enormemente. Experimenta la misma sensación cuando ve a todos esos infelices tirados por el suelo, azotados por enfermedades que no reciben atención alguna, mendigando la cena. Seres humanos sin derechos y huérfanos de su propia dignidad. Y otro tanto le pasa cuando piensa en la anhelada y cercenada libertad... La permanencia de la ignorancia, la sumisión ante la religión y la soberanía real...
Tras caminar un poco, llega por fin a la entrada de la taberna que se ve bien gracias a la luz que proviene de su interior. Empuja la puerta y entra en un espacio amplio y cubierto. A un lado hay una gran chimenea encendida en la que un espetero da vueltas, permitiendo que las aves ensartadas se doren lentamente. Le sorprendió la cantidad de gente y el ruido provocado por las discusiones, las risas, el alborozo de los bebedores y la música interpretada por una especie de orquesta. Buscó con la mirada al tabernero, se acercó a él y le hizo una seña indicándole que se dirigía a la sala que había al fondo, reservada para él y sus amigos. El tabernero correspondió asintiendo y le señaló con la mano una ancha puerta, guardada por un hombre cuya espada parecía dispuesta para defender la entrada. El caballero se dio a conocer valiéndose de algunas palabras susurradas al oído del guardián, que le dejó entrar. La habitación tenía unas dimensiones bien proporcionadas. Era sencilla y no tenía ninguna decoración especial. Tampoco había ventanas, pero sí una mampostería formando arcos. Candelabros colocados en las paredes a una distancia que parecía regular, proporcionaban una luz vibrante que hacía temblar las sombras. De unos quemadores emanaba un intenso perfume. Quienes participaban ya habían llegado en su totalidad y habían "preparado" la sala. En el suelo, trazado con tiza, había una especie de tapiz compuesto por dibujos misteriosos. Tres grandes candelabros, coronados cada uno con una vela, habían sido colocados cada uno de ellos en una esquina del tapiz. Los hombres llevaban sobre el chaquetón un mandil de cuero adornado con letras y símbolos. Abrazó uno por uno a todos los presentes... Se hallaba en aquello que, al menos durante una noche, recibía el nombre de templo...
Luego comenzó la ceremonia. Ese día se trataba de la iniciación de alguien. Hicieron entrar al profano con los ojos vendados, la pierna derecha descubierta, buena parte de la camisa de seda abierta... Pronto se romperían sus cadenas. Iba a convertirse en un hombre libre que nunca se arrodillaría ante lo inaceptable...
Al acabar la tenida, los hermanos se quitaron los mandiles, borraron el tapiz así como todo rastro de su presencia...
Cuando se fueron, la sala volvió a ser una dependencia de la taberna, un lugar anónimo, un lugar profano...
Este era el trabajo de una Logia... Una reunión de hombres que se llamaban hermanos. Un reunión de francmasones... En París, en el año 1745...
Arquitecturas efímeras...
En este época hay unos 9.000 masones. Se reunían en lugares que no tenían nada de masónicos. Lugares improbables, profanos. Tabernas como "L´Oie et le Grill" o "le Louis d´Argent" en París, salas de restaurantes y casas de comidas, cabarets, dependencias privadas o casas particulares.
Estos sitios no son inicialmente masónicos pero se convierten en tal al menos durante el tiempo que dura la tenida. Mediante la decoración y las figuras simbólicas que utilizan, los francmasones transforman el lugar y le dan un sentido nuevo, una utilidad diferente, construyendo o más bien reconstruyendo de una forma efímera, dando lugar así al nacimiento de una arquitectura también efímera. Una arquitectura particular, masónica, basada sobre el ritual y el simbolismo. Edifican realmente un templo que existe durante unos instantes para desaparecer al final de los trabajos. Nuestros hermanos de 1745 construyeron en esa taberna un templo masónico. En él hablaron de sociedad, de progreso, de igualdad, de libertad y de fraternidad...
Por arquitectos simbólicos...
Habida cuenta de que el lugar se reconstruye en cada ocasión, no tiene importancia en tanto que tal. No importa qué sitio sea ni dónde esté. Basta con que sea secreto, conocido únicamente por masones y que permanezca cerrado. Lo que importa es poder encontrarse y trabajar juntos en ideas nuevas en las que el ser humano ocupa una posición central. El masón se convierte así, de mediodía a medianoche, en arquitecto. Es un oficio que le viene bien porque ya de una forma simbólica y por herencia, es arquitecto del templo de Salomón, hace sus trazados de arquitectura y construye su templo interior... Esta desconexión entre el lugar en el que se celebra la tenida y la tenida propiamente dicha, tendrá consecuencias importantes sobre la constitución del patrimonio arquitectural masónico.
Si hubiéramos seguido haciendo como nuestros hermanos de 1745, hoy no existiría ningún patrimonio arquitectural masónico. No habría más que lugares, sitios útiles para acoger toda esta arquitectura efímera desarrollada por arquitectos simbólicos.
El patrimonio perdido
No sucedió así y ello se debió en una buena parte al reconocimiento progresivo de la masonería por los poderes políticos. Cada vez menos preocupados por las intevenciones policiales, los hermanos salen de la clandestinidad y organizan sus tenidas sin temor, de una manera regular. La francmasonería, no obstante, sigue siendo discreta y no se manifiesta públicamente. La "tolerancia" institucional permite a las logias sedentarizarse a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. En París y en provincias se adquieren inmuebles, locales que se dedican íntegramente o en parte a usos masónicos. Prácticamente se trata casi exclusivamente de edificios que ya existen y que se reutilizan, y muy raramente de construcciones de nueva planta. La logia deja de ser así nómada. Ya no va de un lado a otro y queda fija en un determinado lugar. Otro tanto sucede con toda la decoración simbólica. Se prepara el interior de los locales con cierta perspectiva de permanencia, algo que provoca un desarrollo de la decoración y, a través de esto, también de la expresión de los estilos decorativos en relación con los rituales en vigor. Los hermanos hacen trabajar a los decoradores, y éstos ofrecen como resultado templos muy bien acabados y ornamentados. No hay más que ver los dibujos del arquitecto Charles de Wally hechos en el año 1775 para covencerse. O el extraordinario gran templo de la Gran Logia de Inglaterra, levantado también en 1775 por el arquitecto Sandby y que desgraciadamente se perdió en 1920. La forma del templo encuentra una expresión que apenas ha cambiado desde entonces: forma rectangular, un atrio, el oriente separado y elevado, una bóveda celeste, pinturas, columnas J&B... Lamentablemente no conservamos nada de todo ello. El patrimonio arquitectural más antiguo se ha perdido. Lo único que nos ha llegado de todo aquello son los dibujos, grabados, porcelanas, así como los escritos que describen estos templos. Gracias a estos últimos podemos reconstruir una parte de la vida masónica de esta época, podemos imaginar la organización del templo, su decoración, el simbolismo de las pinturas que adornan las paredes, la riqueza o modestia de los materiales y de todo el aparato simbólico.
Templo de la Gran Logia de Inglaterra, edificado por el arquitecto Sandby en 1775, destruido en 1920
En contraposición a lo anterior, nada conservamos sobre la vida masónica que fue "nómada". Muy pocos y muy curiosos objetos que se conservan en el museo de la Masonería son testigos de la existencia de tal vida, y prueban -no sin sentir cierta emoción- que nuestros hermanos de ayer podían "masonear" practicamente sin nada. Los pequeños vademécum que los marinos llevaban consigo, los elementos transportables de las logias militares, por ejemplo, demuestran que la fuerza simbólica se vale por sí sola para transformar la bodega de un barco, el comedor de un albergue, o la habitación de una granja en un templo de Jerusalem con unas dimensiones infinitas...
Sucede otro tanto en el período que va de la Revolución hasta el final de la Restauración. Es un momento en el que la masonería se desarrolla y busca nuevas expresiones simbólicas. Encontrará una de esas nuevas expresiones en la historia del Egipto antiguo, cuyos ritos, misterios y universo simbólico encajan en las orientaciones rituales buscadas por algunas logias deseosas de alejarse del culto judeo-cristiano. Este encuentro con la historia se aprecia particularmente coincidiendo con el regreso de la campaña napoleónica de Egipto, y con la pasión que se desata por la cultura egipcia a partir del descubrimiento de tesoros que son llevados a Francia. Esta egiptomanía fundadora de nuevos rituales va a influir en buena medida en la arquitectura y decoración de los templos. Hay documentación que nos permite saber de la existencia de enormes frescos representando figuras egipcias (jeroglíficos, paisajes, alegorías) que decoran las paredes de templos como, por ejemplo, el de Douai, restaurado en 1824, imitando el templo de Edfou, levantado a orillas del Nilo, con columnas de orden campaniforme o palmiforme, gigantescas estatuas, una puerta de acceso a un frontón adornado con un águila policromado, etc. Este movimiento se extenderá por toda Francia y más allá de sus fronteras, especialmente en Bélgica.
El patrimonio heredado
Habrá que esperar a mediados del siglo XIX para ver surgir un patrimonio arquitectural masónico francés. El primer elemento patrimonial que ha llegado a nosotros3 en su estado original es el templo de la logia "L´accord parfait", en Rochefort, y que data de 1842. Su belleza y la atmósfera serena atribuída a sus proporciones, a las pinturas murales de Moreau y al calor que transmiten sus colores y luces, merecerían por sí solas un artículo. Los temas pictóricos son sencillos: alegorías ligadas a los viajes inciáticos, las virtudes cardinales y teológicas, un templo de Salomón en medio de un paisaje verdecente... Estos motivos son recogidos en la época con mayor o menor riqueza y maestría.
Templo de la logia "l´accord parfait", al Oriente de Rochefort, y que data de 1842
A partir de 1850, la francmasonería, que ya encuentra un hueco estable en la sociedad francesa, su organización y estructura, y su representación social se expresa de una forma mucho más visible. En 1852 el Gran Oriente de Francia, que durante mucho tiempo estuvo instalado en un viejo noviciado jesuita (desde 1774), se establece en rue Cadet, en un edificio particular comprado por el príncipe Murat, Gran Maestro de la obediencia. Los arreglos, transformación y decoración se llevan a cabo siguiendo un estilo neoclásico muy acorde con el gusto por los órdenes greco-romanos, de los que se hace cierta interpretación libre, valiéndose para ello de columnas acanaladas con capiteles corintios y hojas de acanto, o de imponentes cornisas de estilo compuesto, así como de pinturas alegóricas que retoman los temas republicanos. El célebre (y salvado de milagro) templo Arthur Groussier ilustra a la perfección esta tendencia que además se expande en Francia durante la segunda mitad del siglo XIX.
El templo Arthur Groussier, sede del G.O.D.F. en rue Cadet, París
Hay otros edificios o templos representativos de este estilo "republicano" o "académico", dándoles esta denominación por la analogía con la arquitectura profana representativa de esta época y llamada erróneamente "Haussmaniana". Citemos el templo de Havre, construido en 1862 por el arquitecto Roussel, caracterizado por la bella composición de su fachada en la que la trilogía republicana adorna la parte inferior del basamento, mientras que los útiles masónicos decoran todo el tímpano; o el templo de Périgueux, que data de 1869 y que figura catalogado como monumento histórico.
El templo de Nancy, realizado en 1899, nos muestra la vuelta al estilo neo-egipcio, muy similar al estilo del primer período -quizá menos literal- y que proviene de Bélgica, lugar en el que este universo simbólico, fuente de inspiración de los ritos masónicos, vuelve a estar de actualidad (creación del templo de Bruselas en 1880).
El templo de Nancy, realizado en 1899, muestra el retorno al estilo neo egipcio
Esta segunda "egiptomanía" va a durar unos cuantos años e inspirará a un buen número de arquitectos y pintores. Pueden encontrarse los más bellos ejemplos en París y Lille. El primero es la sede del Derecho Humano, ejecutada en 1912 por el arquitecto Charles Nizet; el segundo es el destacado edificio del círcuo filosófico y cultural, la luz del Norte, levantada en 1911 por el hermano Albert Baert.
Sede del Derecho Humano en París, levantada en 1912 por el arquitecto Charles Nizet
La fachada de ladrillos rojos presenta una composición hermosa y equilibrada, en la que el juego de espacios llenos y vacíos es sutil y nos recuerda más al extraordinario palacio de los Godos en Venecia que a un templo egipcio... Sus cuatro columnas (la fachada de Derecho Humano tiene siete, una cifra más simbólica) no tienen nada de egipcio, pues mezclan un fuste liso, de orden toscano, con un capitel de orden jónico. Únicamente el importante bajo relieve transmite claramente la influencia egipcia. Por contra, el templo interior, muy impresionante, utiliza todo el vocabulario de la arquitectura de los templos de Memphis o de Tébas. El estilo neoegipcio será poco a poco abandonado a causa del número decreciente de logias que trabajan en rito Memphis-Misraïm. No obstante dejará una profunda huella en el paisaje masónico francés. Incluso, de vez en cuando sigue siendo una fuente de inspiración: así ha ocurrido hace poco con la decoración del templo número 19, en la sede del GODF en Cadet, recién terminado y donde volvemos a encontrar algunos componentes simbólicos de esta arquitectura (por citar un ejemplo, la inclinación de la parte inferior de los basamentos).
A través de esta relativamente corta historia, los francmasones han construído muy poco partiendo de la nada; el caso contrario es el de los masones anglosajones, principalmente los americanos. La mayor parte de las veces han comprado en parte o en su totalidad edificios que seguidamente han preparado y decorado en los diferentes estilos que ya hemos evocado.
La ley de 1905 de separación de la Iglesia y el Estado, seguida de la confiscación de una parte de los bienes religiosos, confirmará esta política de implantación conforme a la cual un buen número de logias adquirirá edificios religiosos y los "reconvertirá" -hasta podríamos hablar de un "formateo"- para, tras los trabajos de transformación, utilizarlos como templos masónicos. Un cambio de uso sin perder la dimensión de los sagrado...
Muchos templos creados del modo que acabamos de describir acaban enriqueciendo el patrimonio arquitectural masónico. Abarcan desde la capilla aislada en el campo a todo un convento, como fue el caso del de los franciscanos, comprado por la Gran Logia de Francia en 1910 para fijar su sede. Y como fue también el caso en Tours del antiguo convento de Nuestra Señora de la Caridad y del Refugio, que en 1907 se convirtió en la logia "Démophiles".
Tras la paralización que a todos los efectos supuso la Gran Guerra, el período entreguerras supone un momento de expansión de la francmasonería que a su vez se traduce en un aumento de la necesidad de templos para acoger a los nuevos hermanos. Se emprenden abundantes construcciones y renovaciones, valiéndose de estilos que exploran temas nuevos en consonancia con las corrientes artísticas del momento; tal es el caso del "art-déco" que recuerda al simbolismo floral. El templo número 4 del G.O.D.F. en rue Cadet, llamado templo Corneloup, y concebido por el arquitecto Charles Blondel viene a ser un ejemplo representativo de este movimiento.
La Segunda Guerra Mundial implicará la destrucción de una buena parte del patrimonio arquitectural masónico, especialmente en las ciudades del Oeste. Es el caso de Brest, de Saint Nazaire o Caen...
La Liberación traerá consigo un período de renovación que, a imagen de la renovación urbana emprendida y que durará hasta los años 70, no observará una excesiva ternura respecto al patrimonio. La reorganización de la sede del Gran Oriente de Francia se encuadra en esta ola de modernismo. El edificio histórico que daba a la calle, con su fachada de estilo académico adornado con elementos "republicanos", la "sala de fiestas" -la que ocupa el Supremo Consejo- son demolidos para dar paso a la construcción actual, caracterizada por esa enorme fachada ciega de varias plantas, recubiera con paneles de aluminio y ornada con láminas curvas que se elevan hacia el cielo. En 1993 la Gran Logia Nacional de Francia emprende la construcción de su sede en la rue Christine de Pisan, con planos del arquitecto Perven. Con una arquitectura claramente contemporánea -que los historiadores van a catalogar como estilo fin de siglo XX-, el edificio integra algunos elementos simbólicos discretamente, sin referencia a vocabulario arquitectural o simbólico precedente.
Paralelamente, desaparecen viejos templos y aparecen otros nuevos, sin un auténtico estilo, en los nuevos asentamientos urbanos y en los lugares ocupados por los crecimientos urbanos. El corpus simbólico suele ser el único elemento decorativo. Los espacios pierden su valor arquitectural para ser lugares anónimos, un tanto banales. No son buenos tiempos para el gasto inmobiliario.
En cierto modo, la distancia tomada respecto al lugar y el abandono de la importancia dada al fasto alegórico, si bien no enriquecen el patrimonio arquitectural masónico, acercan, por contra, a los hermanos de hoy y a los de ayer, aquellos que desenrollaban el tapiz de la logia en sitios poco importantes... Lo importante en la reunión son los hombres y las mujeres, poco importan dónde se reúnan, con el fin de construir una sociedad de progreso y tolerancia mutua, fraternal y universal. Puede que un día estos sitios desaparezcan... Pero no se llevarán con ellos las ideas, pues éstas son de futuro.
Resulta interesante apreciar a día de hoy, analizando este patrimonio arquitectural masónico, que todas las construcciones y trabajos sucesivos no han alubrado un estilo "masónico" específico, al contrario de lo que ha sucedido, por ejemplo, con las construcciones religiosas. Los arquitectos han utilizado estilos existentes o pertenecientes a un tiempo pasado. En efecto, nos encontramos ante un catálogo de estilos muy diverso y normalmente en consonancia con las corrientes artísticas de cada época.
Pero precisamente esta diversidad, que no resulta en modo alguno una cosa extraña para los francmasones -pues conviven con ella en sus logias- ¿no es en definitiva lo más representativo d ela francmasonería?
Olivia Chaumont
Traducción al español hecha por el autor de este blog, previa licencia de la publicación Humanisme y de Olivia Chaumont.
1.- Se han hecho importantes trabajos que permiten hacerse una idea a primera vista de los elementos más interesantes dignos de entrara formar parte del patrimonio arquitectural masónico. Citemos las investigaciones de J. Toulier y de las ediciones AMM en Bélgica, en las cuales nos hemos basado.
2.- Le agradecemos a la SOGOFIM su participación así como la puesta a disposición de la información patrimonial que obra en su poder.
3.- El primero teniendo en cuenta el estado actual de la investigación llevada a cabo para la redacción de este artículo. La cuestión del patrimonio arquitectural masónico es tan reciente que no ha habido tiempo para hacer un inventario exhaustivo. Es posible que haya otros templos en Francia más antiguos, pero no tenemos conocimiento de ello.
Et si omnes, ego non.