PUENTE ROMANO DE ROJADILLO
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Muchas son las noticias que ocupan minutos en los informativos de radio y televisión provinciales, páginas en los periódicos locales sobre la magnífica tarea que realizan las instituciones de la provincia o de la Junta en procurar conservar y promocionar nuestro Patrimonio histórico y artístico. Sin embargo, me van a permitir que les hable de ese otro Patrimonio que queda al margen de La Olmeda, del Camino de Santiago o del Canal de Castilla, sin duda alguna valiosísimo tanto desde el punto de vista patrimonial como histórico. Yo les voy a hablar de ese otro patrimonio que no se vende turísticamente y que por lo tanto no es rentable en términos económicos, que, al parecer, es el último fin de la conservación y recuperación del mismo. Verán ustedes. Yo no soy técnico, ni experto en esta materia, pero lo que sí soy sobre todo es amante a ultranza del Patrimonio que alberga esta tierra nuestra que se va despoblando lentamente dejando nuestros pueblos y sus pequeñas joyas patrimoniales a merced del olvido, de los elementos o de los desalmados y aprovechados que lo mismo se llevan a casa un capitel románico extraído casualmente o no de algún pago donde consta documentalmente la existencia anterior de un monasterio cuyos últimos vestigios se muestran en el MAN de Madrid o en algún museo americano, que se llevan un sillar desprendido de algún templo por el que solo los pocos habitantes del pueblo donde está ubicado se lamentan, o aparece en alguna fachada o pared de casa nueva o restaurada una metopa, o una columna, o un sepulcro de piedra que el arado ha sacado a la luz y que se utiliza como abrevadero en un corral. Esto a grosso modo. Hoy les hablo de una de esas pequeñas joyas olvidadas, el Puente Rojadillo, en el término de Salcedillo, en nuestra Montaña Palentina, aunque yo les confieso que prefiero el camino que partiendo del límite con Cantabria desde Valberzoso, llega hasta él sobre los restos de la Calzada Romana de los Blendios, que partiendo desde Pisoraca ( la actual Herrera de Pisuerga ) llegaba hasta la costa cántabra en Portus Blendium ( Suances). El camino es un jardín botánico en primavera y un pequeño paraíso en otoño. Mis palabras ya les aseguro que no le hacen justicia. Después de un kilómetro y medio de paseo aparece el puente sobre el río Camesa, un puente de ojo único apoyado sobre la roca viva del lecho del río. Casi dos mil años de Historia en vías de hundimiento por uno de sus lados, con sillares desplomados, desaparecidos, y sus entrañas al descubierto. Y ya saben ustedes eso de que “Mal que no mejora, empeora “. Una vez más va a ser verdad. Esta primavera el deterioro es más que evidente. Por encima pasan quads, motocicletas de cros, y no sé si algún otro tipo de vehículo capaz de transportar los sillares que faltan, porque digo yo que evaporarse no se evaporan, ni el río los arrastra. El caso es que allí no están, a excepción del que ha caído sobre una de las márgenes del río. Seguro que si el puente estuviese en territorio cántabro, el tema estaría resuelto hace tiempo. No hace falta más que comprobar el estado de los tres puentes romanos sobre el Camesa del vecino Valle de Valdeolea.
Y así están las cosas. Ahora recuerdo que el certamen fotográfico convocado por la Diputación el año pasado lo gano precisamente una imagen del Puente Rojadillo, así que las autoridades provinciales deberían estar ya al tanto del estado lamentable de esta joya patrimonial digna de aparecer en la Lista Roja de patrimonio de Hispania Nostra a no mucho tardar. Y si no , al tiempo.
Las fotografías que ilustran el texto fueron tomadas apenas hace dos semanas por Fernando Maisterra durante uno de nuestros paseos hasta el puente. Vean y juzguen. Las imágenes valen más que todas mis palabras.
© Reportaje gráfico: Fernando Maisterra.
De la sección de la autora para "Curiosón".
"Mi dios de las pequeñas cosas" ©Margarita Marcos 2016