La burbuja inmobiliaria no solo nos «obsequió» con una crisis financiera y millones de casas vacías, también cubrió España con innumerables edificios y dotaciones municipales que, ante la falta de recursos actual, se han quedado a medio construir o, en el mejor de los casos, ya están terminados pero vacíos. La cultura del «pelotazo» indujo a muchos consistorios a un estado de embriaguez edilicia mediante la que se impulsaron gran cantidad de proyectos para centros culturales, bibliotecas, hospitales, muses, aeropuertos incluso mastodónticas Ciudades del la cultura, sin pensar en las consecuencias que su construcción podría acarrear: se trataba de edificar como si no hubiera un mañana. Pero del mismo modo que a toda buena borrachera le prosigue una descomunal resaca, hoy nos encontramos pagando las rentas acumuladas en el pasado: un reguero de edificios públicos vacíos construidos al calor de la especulación aguardan impertérritos un futuro nada halagüeño.
¿Frente a esta realidad qué podemos hacer? El primer y más evidente paso sería la identificación y denuncia de este tipo de prácticas (muchas veces fraudulentas), tratando de conseguir que se depuren responsabilidades. Pero en paralelo a esta «protesta» es conveniente pensar en desarrollar propuestas que den solución a esta cada vez más extendida problemática urbana. Estamos siendo testigos de como para algunos ayuntamientos la salida para todo ese nuevo patrimonio municipal es la venta a entidades privadas(privatización), mientras otros optan por estrategias más drásticas como lademolición. Pero, ¿acaso no somos capaces de pensar soluciones más imaginativas con beneficios tanto para el erario público como para la ciudadanía?
Lamentablemente, en la actualidad parece que existe cierta dicotomía a la hora de abordar esta problemática: o bien una privatización total (en mayor o menor grado) o una gestión completamente pública determinada por la Administración. Pero entre ambos extremos existe toda una paleta de posibilidades aún inexploradas. Es por ello que convendría empezar a pensar en nuevas estrategias y formas de gestión que produzcan beneficios directos en la comunidad (culturales y sociales, principalmente), pero que al mismo tiempo puedan suponer una fuente de ingreso que bien posibilite dicha gestión o, de haber remanente, se destine a otros proyectos necesarios como la creación de empleo, proyectos socioculturales, etc.
El primer paso sería desarrollar estrategias de dinamización programática mucho más abiertas y participativas. Es decir, llenar estos contenedores vacíos a través de la participación ciudadana, detectando y respondiendo a las necesidades de las personas que habitan el tejido en el que estos están insertos. Plantear modelos de gestión de los contenidos más abiertos y colaborativos no significa desarrollar estrategias de autogestión, dado que eso eximiría de responsabilidades a los Ayuntamientos. Se trata más bien de encontrara formas de operar que tengan en cuenta a todos los agentes que operan sobre un mismo contexto desde la sociedad civil hasta representantes de la Administración, pasando por el tejido asociativo y los emprendedores locales.
Podemos obtener valiosas lecciones de los modelos más autogestionados en tanto que se basan en estrategias comunitarias, donde la propiedad y la responsabilidad son compartidas entre todas las personas implicadas en el proyecto. Este tipo de modelos no solo fomentan la implicación ciudadana, sino también resultan más eficaces y económicos en tanto que un uso y cuidado compartido es menos costoso. Pero en este marco también hay que integrar a las instituciones, pues tienen (deberían de tener) la obligación de procurar unos servicios a la ciudadanía, que a fin de cuentas es la que financia las dotaciones con sus impuestos. Es por ello que hay que integrarla estableciendo acuerdos y financiación para los proyectos que se incorporen, estableciendo un marco de libertad de acción a los agentes implicados —dejando hacer en vez de determinando lo que se hace— y pudiendo obtener una contrapartida económica por ello que permita sufragar los gastos de mantenimiento del edificio por lo menos. ¿O acaso un ayuntamiento no podría alquilar un sala de uno de sus centros cívicos para que una persona pudiera dar clases de danza en ella?
Porque no olvidemos que la gestión privada no significa que se desarrolle a través de empresas amigas del político de turno. El problema no es tanto de gestión como de titularidad. Mientras la administración la conserve y se beneficie de ella, y a su vez genere un bien social, todo irá bien. Evidentemente, estas cuestiones de gestión económica tienen muchas derivaciones, y no es nuestra intención hablar de ellas ahora. Lo que sí podemos asegurar es que tenemos que empezar a proponer soluciones innovadoras que establezcan modelos de gestión comunitaria (sociedad civil+administración+agentes económicos+tejido asociativo) de edificios municipales vacíos cuyos usos, contenidos, dinamización y programas vengan determinados por procesos participativos.
Afortunadamente contamos con experiencias de éxito que avalan este tipo de propuestas como pueden ser La Tabacalera o El campo de la cebada, ambos situados en Madrid. En los dos casos se establecen modelos autogestionados pero que a su vez cuentan con la implicación y apoyo (financiación) de las administraciones (estatal en el primer caso, municipal en el segundo). Es por ello que necesitamos avanzar sobre estos precedentes y plantear soluciones que resuelvan la acuciante crisis del patrimonio municipal.
Tomando como referencia estas cuestiones y profundizando en otras provenientes desde la esfera de la gestión cultural, desde Paisaje Transversal estamos desarrollando una línea estratégica que trate de darles respuesta. Es por ello que desde hace unos meses venimos impulsando un proyecto piloto para la dinamización del Centro Multiusos de Náquera (Valencia), que esperamos marque un precedente para poder replicarlo en otros lugares.
Este proceso lleva por nombre Náquerant Espais y su principal objetivo es abrir el Centro Multiusos a las personas del pueblo para que este incorpore nuevos usos y actividades que respondan a sus necesidades y deseos. Se trata de proceso participativo abierto a toda la ciudadanía con el que poder generar un proyecto común que convierta al Centro Multiusos de Náquera en un lugar vivo y lleno de actividad.
A lo largo de los próximos días os iremos ampliando información sobre Náquerant Espais (#NáquerantEspais en Twitter), así que permaneced alerta a las actualizaciones de nuestro blog y rede sociales digitales. Este es un proceso abierto y colaborativo en el que os animamos a participar, no solo presencialmente, también virtualmente aportando vuestras ideas, críticas, sugerencias en forma de comentarios en el blog. ¡Esperamos vuestro retorno!
Centralizaremos todos los contenidos de este proceso en nuestro blog a través de la etiqueta «Náquerant Espais».
Créditos de las imágenes:
Imagen 1: Fotografía aérea del aeropuerto de Castellón (fuente: http://luis-viadel.blogspot.com.es) Imagen 2: Asamblea en La Tabacalera, un espacio de uso y gestión comunitario en el centro de Madrid (fuente: La Tabacalera)
Revista Arquitectura
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