Revista Opinión

Patriotas de su bolsillo

Publicado el 01 noviembre 2019 por Carlosgu82

La Constitución española dice lo siguiente:

Artículo 31

1. Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio.

2. El gasto público realizará una asignación equitativa de los recursos públicos, y su programación y ejecución responderán a los criterios de eficiencia y economía.

El sistema no es perfecto. Lo que puedan decir unos artículos de la ley fundamental del Estado de derecho de un país no implica que se cumplan a la perfección. Las personas erramos y ello no quiere decir que los puntos mencionados arriba se estén aplicando al pie de la letra.

Los gobiernos de turno y las administraciones públicas implicadas intentan que el artículo 31.1 se cumpla. Todos los ciudadanos de un país deberían entender su concepto básico que se resume en, el que tiene más tiene que aportar más. Ello no implica que el que tenga más deba aportar más allá de lo justo. Que alguien gane en un año 1 millón de euros no significa que tenga que aportar un 80%, porque eso sería injusto y por supuesto, confiscatorio. Por otro lado, el gasto público que se realiza a través de los distintos organismos públicos de las diferentes administraciones territoriales del país, buscan contribuir al desarrollo de un estado del bienestar común aplicando criterios de eficiencia y economía, pero que nadie se engañe, esto no es perfecto, por lo motivos que ya había indicado.

Todo esto viene a algo que me tensa bastante. Son pequeños detalles del día a día que vemos y oímos, y que tienen que ver con el hecho de lo que todos los españoles, en mayor o menor medida, pensamos o decimos acerca de los impuestos que pagamos. Para mucha gente pagar impuestos es una pesadilla, ya sea por problemas burocráticos o sea por las cantidades pagadas. Un trabajador autónomo te dirá que paga mucho para lo que obtiene, pero también hay que reconocer que muchos profesionales liberales tienen, o se han ganado un hueco de ¨éxito» que les permite pagar sin problemas esos impuestos.

Sin embargo, hay algo que creo que no acabamos de entender. Más allá de lo que pensemos acerca de nuestro sistema tributario, con todos sus defectos, que se pueden corregir, nunca reflexionamos acerca de pagar impuestos. Es un sistema común por el que aceptamos, como viene recogido en la C.E., que todos aportamos algo nuestro para el bien común. Una sociedad que se apoya conjuntamente es una sociedad mejor, y esto es así pese a lo que puedan decir aquellos que quieren menos «estado» y más «libertad» (o lo que algunos entienden como libertad cuando quieren decir más libre mercado). Por todo ello me hace especial «gracia» tantos patriotas, de los nacionales o de los periféricos, que se escudan en banderas, escudos o himnos, que se dan golpes en el pecho hablando de SU país o nación, o que lucen con orgullo símbolos. Esos son los primeros que no quieren aportar al bien común, para que su compatriota pueda tener un apoyo. Los humanos somos egoístas, y siempre miramos primero lo nuestro, pero resulta contradictorio que alguien que se siente orgulloso de pertenecer a un conjunto mayor, del cual forman parte millones de personas, no quiera contribuir al bien de ese conjunto mayor.

Así que la próxima vez que quieras detectar a un patriota de verdad haz la siguiente reflexión: si paga sus impuestos en su país, aunque sea a regañadientes, es un buen ciudadano, pero si evade de manera legal o ilegal lo que le corresponde pagar, no es un buen ciudadano, y por supuesto no ama su país. Solo ama su bolsillo y su orgullo nacional es pura fachada.


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