Revista Opinión
La masonería sabe que si hay algo que debe aplastar para concretar su plan de dominación mundial (Papa León XIII en la Encíclica Praeclara gratulationis (1894) atribuye a la masonería la ambición de lograr el control político de todos y cada uno de los Estados) es la familia tradicional y el patriotismo. Primero la familia tradicional porque es la célula de la sociedad, a partir de una sociedad-sin familia-tradicional se puede "crear" la sociedad-frankestein que ya tienen preparado en su laboratorio "filosófico". Además las gestas que han sido 'en verdad' libertadoras han nacido primero en el seno de una familia, punto de reunión para conversaciones 'en verdad' libertarias (digo 'en verdad' porque la masonería se ha apropiado del término 'libertad' y 'liberación', ese es otro punto que hay que desarrollar). En segundo lugar, la masonería busca reemplazar patriotismo por nacionalismo, porque el nacionalismo divide y excluye, y como dijo Jesucristo: reino dividido es más fácil de vencer....En cambio el patriotismo une, "en cuanto amor por la patria, reconoce a todas las otras naciones los mismos derechos que reclama para la propia" además "patriotismo significa amar todo lo que es patrio: su historia, sus tradiciones, la lengua y su misma configuración geográfica" y "las obras de los compatriotas y los frutos de su genio", es por eso que la masonería promueve y financia el nacionalismo.
-----------------------------------------------------------------
autor: Juan Pablo II
Libro 'Memoria e Identidad. Conversaciones al filo de dos milenios'
«La patria es un bien común de todos los ciudadanos y, como tal, también un gran deber. (...)
El siglo XX, ¿no manifiesta acaso una tendencia generalizada al incremento de estructuras supranacionales e incluso al cosmopolitismo?
Esta tendencia, ¿no comporta también que las naciones pequeñas deberían dejarse absorber por estructuras políticas más grandes para poder sobrevivir?
Se trata de cuestiones legítimas. Sin embargo, parece que, como sucede con la familia, también la nación y la patria siguen siendo realidades insustituibles. (...)
Naturalmente, se debe evitar absolutamente un peligro: que la función insustituible de la nación degenere en el nacionalismo.
En este aspecto, el siglo XX nos ha proporcionado experiencias sumamente instructivas, haciéndonos ver también sus dramáticas consecuencias.
¿Cómo se puede evitar este riesgo?
Pienso que un modo apropiado es el patriotismo.
En efecto, el nacionalismo se caracteriza porque reconoce y pretende únicamente el bien de su propia nación, sin contar con los derechos de las demás.
Por el contrario, el patriotismo, en cuanto amor por la patria, reconoce a todas las otras naciones los mismos derechos que reclama para la propia».
"La expresión "patria" se relaciona con el concepto y la realidad de "padre" ("pater"). Esto explica con hondura el valor moral del patriotismo. Si se pregunta por el lugar del mismo en el decálogo, la respuesta es inequívoca: es parte del cuarto mandamiento, que nos exige honrar al padre y a la madre. Es uno de esos sentimientos que el latín incluye en el término "pietas", resaltando la dimensión religiosa subyacente en el respeto y veneración que se debe a los padres, porque representan para nosotros a Dios Creador. Al darnos la vida, participan en el misterio de la creación y merecen por tanto una devoción que evoca la que rendimos a Dios Creador.
El patriotismo conlleva precisamente este tipo de actitud interior, desde el momento que también la patria es verdaderamente una madre para cada uno.
El patrimonio espiritual que nos transmite nos llega a través del padre y la madre, y funda en nosotros el deber de la pietas.
Patriotismo significa amar todo lo que es patrio: su historia, sus tradiciones, la lengua y su misma configuración geográfica.
Un amor que abarca también las obras de los compatriotas y los frutos de su genio. Cualquier amenaza al gran bien de la patria se convierte en una ocasión para verificar este amor."