Hace ya unos meses, acudí a un seminario sobre Patrones de comunicación en la empresa de los hombres y las mujeres organizado por la Fundación Basilio Paraíso de Zaragoza e impartido por Mercedes Bengoechea de una forma soberbia e inteligente.
Una experiencia gratificante e impactante desde el primer minuto porque resultó que de los 40 asistentes, había 39 mujeres y yo era el único hombre. Y ya sólo por esto, destacaba del resto, simplemente, por este detalle. Así que cualquiera se “canteaba”. Las cosas que se aportaron eran muy coherentes y las co
mpartía en su mayoría.Ahora voy a pasar a relatar mis impresiones. Lo que está claro es que hombres y mujeres nos comportamos de forma diferente desde pequeños y nuestros comportamientos antes los mismo acontecimientos y reacciones son dispares. Por supuesto, nunca se puede generalizar al 100% porque siempre existen excepciones.
Estos patrones influyen injustamente y negativamente en que las mujeres tengan un papel menos sobresaliente en las organizaciones. Si algo tenemos que destacar es que las mujeres suelen ser más constantes en todo lo que hacen y van ganando terreno a los hombres en muchos ámbitos, destacando por encima de ellos.
Generalizando un poco y cayendo en los tópicos que seguro que pueden ser discutidos, los chicos, desde nuestra tierna infancia, se nos dice que llorar es de niñas y que debemos ser fuertes. Debemos ocultar nuestras debilidades para no parecer inferiores al resto y debemos intentar sobresalir constantemente por todo y habitualmente se compite por todo. No nos interesa tanto participar sino ganar. El pedir ayuda será como última alternativa porque la sociedad y nuestro entorno nos muestran que debemos ser orgullosos y hacer todo por nosotros mismos. Esto hace que nos forjemos orgullosos y sin dar el brazo a torcer aunque no sepamos hacer algo; preferimos dejarlo sin hacer o hacerlo mal antes que pedir auxilio.
Las niñas, por el contrario, siempre intentan ayudarse unas a otras; suelen crear vínculos de igualdad desde el primer momento. Tienen miedo a ser diferentes de sus amigas y no coincidir y, por tanto, correr el peligro de ser rechazadas. No compiten e intentan buscar la conexión con todo su entorno. Son humildes y les cuesta sobresalir porque no quieren llamar la atención por sus logros.
Esto por supuesto nos influye en la forma de actuar en la empresa y a las mujeres les cuesta imponerse y pedir lo que necesitan. Siempre van con rodeos cuando tienen que pedir algo, buscando el diálogo y el consenso. Constantemente buscan que su círculo cercano ratifique sus decisiones. Odian el enfrentamiento y lo evitarán. Esto hace que a la hora de comunicarse, no transmitan seguridad y no se les tome en cuenta en la medida justa. Tienden a dar su brazo a torcer antes y se dan excesivo mal por las cosas.
Los hombres, por el contrario, en el mundo laboral hacen una cosa y se apuntan 5 y se entera todo el mundo que lo hizo. Nos suele gustar darnos autobombo cosa mala. Somos expertos comunicadores y sabemos transmitir nuestros mensajes con una rotundidad y seguridad arrolladora, aunque no sepamos prácticamente nada del tema. Impondremos nuestras; además, somos unos negociadores natos que sabemos lo que queremos. Sin lucha, no hay resultado.
No es ni un extremo ni otro. Pero lo que está claro es que las mujeres no pueden pretender comportarse en la empresa como en su círculo de amigas y tienen que asumir que llevarse bien con todo el mundo es imposible. Deben ponerse en su posición y determinadas cosas no las pueden consensuar sino que las tienen que exigir. Si quieren algo, tienen que ir a por ello y no esperar a que se lo ofrezcan. Si les interesa un puesto de trabajo en su compañía deben ir a por él y no pretender que su responsable les lea el pensamiento de que desean esa plaza. No siempre se acordarán de ellas por muy válidas que sean. Debéis potenciar y dar importancias a vuestros logros. Es cuestión de que seáis claras porque no podéis decir “no” cuando queréis decir “sí” ni viceversa por agradar. Esa era vuestra oportunidad. Igualmente, no podéis pretender tener todo controlado cuando hacéis unas cosas porque le dais mil vueltas a todo. A la hora de comunicaros, debéis usar un tono que os ratifique y os haga ser tenidas en cuenta. Nada de esconderos detrás del cuello de la camisa, hablando bajo y con inseguridad.
El otro perfil es el del hombre “yo Tarzán, el rey de la selva”. Se cree el mejor y así lo transmite, sin tener en cuenta a los demás y sabiendo manejar muy bien todos los hilos para alcanzar sus objetivos sin que nadie les haga desviarse. Van directos al tema que les interesa, saltándose toda diplomacia y protocolo social. A lo poco que saben o dominan, le sacan un partido espectacular.
Ahora estoy haciendo de abogado del diablo y diciéndoos que teniendo las herramientas para sobresalir, debéis saber usarlo en vuestro beneficio. Poséis unas cualidades para tener un perfil mucho más rico y polivalente porque tenéis muchas más inquietudes de conocimiento y relación social que los varones, por regla general. No podéis permitir mostraros inferiores ante los hombres porque, si lo demostráis, es como si os lo creyerais y eso no es cierto. Debéis saber decir “no” cuando sea preciso y no tener pánico al enfrentamiento porque muchas veces es inevitable y debéis hacer valer vuestra posición si es necesario.
Si queréis algo, decidlo, que no cuesta tanto. Siempre cuento la anécdota de una mujer que próximamente es su cumpleaños y su novio le pregunta ¿Qué quieres de regalo? Y ella dice lo que tú quieras, cariño. Realmente, espera un anillo que vio y le encantó. Esperando que él “caiga” cuando no lo hará y recibirá un perfume o fular como casi todos los años. No esperéis a que os adivinen porque luego llegan las decepciones y enfados No podéis pretender que ellos sean como vosotras.
Ambos debemos sabernos poner más en el papel del otro.
Para las mujeres, me gustaría preguntaros ¿Por qué os cuesta presumir de vuestros logros? ¿Por qué a la hora de comunicar ante un gran público os hacéis en ocasiones invisibles? Y por último ¿a que esperáis para cambiar?
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