Llegamos este mes a la segunda parte de Cuarentena, arco argumental en el que se mezclarán cepas de virus, mutantes y la aceptación de que si algo es noticia en el mundo real, no hay por qué dejarlo de lado en los cómics. No solo de Hemaglutininas y Neuraminidases, que todos conocemos mejor si lo indicamos como H1N1, viven los mutantes, si no que se aprovecha para tratar el tema del prisionero Sebastian Shaw, oculto en Utopia y sobre el que apenas un par de personajes conocen su estado.
Matt Fraction, al que se le une Kieron Gillen, no consiguen por ahora estar a la altura de la historia de los mutantes. Y son muchos años ya en los que el barco va sin timón. Aquí, tenemos un variopinto cruce de varias tramas, Shaw y Emma Frost por un lado, el Hombre Colectivo que aparece de repente, el virus de Influenza haciendo de las suyas y la aparición de mutantes “a la carta” gracias a cierto inhalador cuyo contenido no es ventolín, ni mucho menos. Si, van resolviendo la trama del antiguo Rey Negro, sin mucho entusiasmo y con Fantomex y Kitty Pride de por medio, y tiene su gracia ver a esos nuevos X-Men patrullar la ciudad, pero en ningún momento transmite nada la historia. Está muerta, sin esa chispa que te haga seguir leyendo. Claro que, es difícil ver que los mutantes lo están pasando mal si el que dibuja es Greg Land. Que levante la mano quien no quiera una portada firmada de este hombre. ¿Nadie?; Ahora bien, si se trata de dar vida a un guión, pues no es lo mejor esos rostros con sonrisa “profiden”, guapos y felices, incluso cuando están enfermos. Solo Emma, con el halo de frivolidad que destila, parece estar de acuerdo en que Land sea quien la dibuje. También Warren, claro. A lo mejor me he cansado de verlos tan limpios y relucientes, aún cuando son heridos, sufren o mueren. Será eso.
Chicos y chicas Melrose Place en cada viñeta. Demasiado para mi gusto. Empiezo a entender que llegue Cisma.
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