En La tristeza de la tienda de pelucas, colección de relatos de Patxi Irurzun, están presentes una despiadada crítica social y un corrosivo sentido del humor que en ciertos pasajes hace que te salten las lágrimas en los ojos. Pero hay otro ingrediente: la piedad. Como en el relato que cierra el libro, El cangrejo valiente, el que, personalmente, más me gusta. De hecho, el propio Patxi, hace años, me envió dicho relato, editado en un minilibro, con ilustraciones de Juan Kalvellido. He de confesar que enseguida me sentí identificado con el cangrejo, así como con el niño, Asier, que nos cuenta su historia. Te dejo con el principio de este relato.
EL CANGREJO VALIENTE (extracto)
Hoy es sábado. Los sábados no hay cole y por eso acompaño a mi mamá a hacer la compra. Hoy ha tocado la pescadería. En la pescadería huele raro y se ven los peces muertos detrás del cristal, unos por encima de otros y con esos ojos que parecen canicas y dan pena. En la carnicería es distinto porque los trozos de carne y los filetes son trozos de vacas y de cutos, pero no parecen vacas y cutos. Pero hoy ha tocado la pescadería. Mi mamá me ha dicho que hoy vamos a comprar cangrejos. Los cangrejos. Los cangrejos son unos bichos muy feos, como moscas muy gordas pero sin alas. Los he visto pintados en un libro de Begoña. También tienen unas pinzas que, si te cogen un dedo, te lo arrancan. Me lo ha dicho Begoña. Los cangrejos viven en el río, pero también van al colé, aunque no son muy listos, porque cuando Begoña trae las notas y se las enseña a mi papá, mi papá dice: "Tú, como los cangrejos, para atrás". En la pescadería los cangrejos estaban en una caja de madera. Había muchos, muchos, muchos cangrejos. Había cangrejos que andaban por encima de otros cangrejos y que querían escaparse de la caja, pero no podían, y cangrejos panza arriba que pataleaban porque no podían darse la vuelta, y cangrejos que solo se veían a cachos, una pata, una pinza, una antena, porque estaban por debajo de los cangrejos que querían escaparse. Era como una vez que mi papá me llevó a ver un encierro a la plaza de toros y en la puerta se cayeron unos pocos hombres, y luego eran más, y luego eran tantos que los demás hombres que venían por detrás, y los toros también, pasaban por encima de ellos muy despacio y les pisaban las cabezas, y las mujeres gritaban, y la mano de mi papá temblaba, y yo me eché a llorar, y cuando todo pasó algunos hombres se quedaron tumbados en la arena hinchándose y deshinchándose muy depreda y muy fuerte, y uno se murió. Por eso me daban mucha pena los cangrejos que solo se veían a cachos, pero también los que pataleaban y un poco menos los que andaban por encima de los otros cangrejos.
Patxi Irurzun. La tristeza de la tienda de pelucas. Pamiela, 2ª edición, octubre de 2013.
En las 105 páginas de este libro de relatos, El exterminador de e-rratas solo ha hallado esta:
(pág. 47)
MAL: al final alguien habían reunido y amontonado todos sus restos allá
BIEN: al final alguien había reunido y amontonado todos sus restos allá