Revista Cultura y Ocio

Paul Auster: "A salto de mata". Juan Manuel de Prada: "Coños" (A pares XVII)

Publicado el 23 enero 2021 por Juancarlos53
Este "A pares" está formado por dos lecturas en cierta manera extrañas aunque por motivos diferentes. "A salto de mata" de Paul Auster lo es porque su 'lectura' la he realizado escuchando el libro y no leyéndolo. Los audiolibros están en auge últimamente. La verdad es que yo ya los había probado anteriormente en dos ocasiones y no me había encontrado muy a gusto haciéndolo sobre todo porque la búsqueda de algún dato, nombre de personaje, fecha escuchada o lo que sea se hace difícil cuando no imposible; para qué decir nada de realizar anotaciones 'in situ' o efectuar subrayados de alguna frase relevante, algo sencillamente impensable. Pero con todo en una época en la que hay que caminar, montar en bici o viajar en coche conduciéndolo personalmente, me parece que los audiolibros son un buen remedo -si es que las imitaciones pueden serlo- de la verdadera lectura sobre todo si, como ha sido el caso de este libro, lo que se escucha es una historia de escasa complicación temática y aún menos complicación formal.
La segunda lectura, "Coños", de Juan Manuel Prada, la realicé en papel hará unos tres meses y se había quedado ahí, sin reseña ni comentario alguno debido al tipo de obra que en sí es. La extrañeza en este caso viene ya expresada en el propio título, llamativo por demás; si me acerqué al texto fue por su escasa complicación al estar realizado en forma de relatos cortos independientes unos de otros y por el escaso número de páginas del libro, algo que después de lecturas largas y sesudas me apetece hacer de vez en cuando para así desconectar rápido de profundidades anteriores.

"A salto de mata" de Paul Auster

Paul Auster: salto mataEl autor cuenta en primera persona episodios de sus primeros treinta años de vida. Si hay algo constante a lo largo de las 153 páginas del libro es la perentoriedad del dinero que Auster siente constantemente. Ya en su niñez Paul recuerda a su padre Samuel discutiendo con Queemie, su madre, a cuenta del dinero que ella derrochaba según él a manos llenas. Muy pronto Paul comprendió que el dinero era importante y procuraba ahorrar la mayor parte de lo que le daban como regalos durante las diferentes festividades judías y en ceremonias como el Bar Mitzvah que como miembro de la comunidad realizó al cumplir los trece años. Estos ahorros más el de las propinas que obtenía durante las vacaciones escolares haciendo pequeñas tareas en los jardines y casas de los vecinos más el que le dieron por su graduación de bachillerato le permitieron hacerse con un fondo (unos 1500$) que le resultó muy útil para viajar a Europa finalizados sus estudios de bachillerato y antes de entrar en la Universidad de Columbia donde estudiará Literatura, la pasión de su vida. 
Los viajes son una constante en él. Amante de la literatura desde al menos los doce años, Europa siempre le atrajo. A los 18 años viaja a París en un barco fletado para estudiantes. Y de allí, en los dos meses y medio que duró esta primera gran salida, España, Italia y muy especialmente Dublín. Ir a la capital de Irlanda era algo que le debía a James Joyce sin lugar a dudas, dice. En esta novela autobiográfica cuenta sus experiencias en Europa, especialmente en París, las amistades que hizo, los trabajos que realizó para salir adelante pues el dinero se acababa rápido y sobre todo sus deseos de escribir. En los dos meses y medio que duró el viaje pensó mucho en la novela que quería escribir y cuyo manuscrito luego se perdió. 
De regreso en USA inicia sus estudios universitarios en 1965. Finalizado el segundo curso se apunta a un programa de la Columbia para estudiar en el extranjero el tercer curso en París. Le decepcionó completamente el programa y tuvo una fuerte discusión con el director del mismo, a consecuencia de la cual decidió abandonar la Universidad. Si no estudiaba debería incorporarse a filas y marchar a la Guerra de Vietnam. Decidió, por esto, permanecer en París leyendo, escribiendo, viendo películas e incluso pensando en hacerse director de cine algo que no realizará por no superar los farragosos requisitos exigidos para ingresar en la Escuela de Cinematografía. Al notar que su familia estaba preocupada por él decidió volver a Nueva York y pensar sobre qué hacer, si la Universidad o la Guerra. Corría 1968 y había revueltas estudiantiles contra el papel de USA en Vietnam. A Paul el decano de la Facultad le dijo que le admitirían de nuevo en la Universidad si lo deseaba pues que un chico de 20 años fuese a la Guerra era un auténtico crimen. Volvió a ella y se graduó, aunque durante esos tres años las huelgas y manifestaciones estudiantiles contra Vietnam fueron frecuentes; revueltas en las que Auster participó no muy activamente pues él se sentía alejado de "aquello que se dice solidaridad". Quizás gracias a este carácter se salvó de ir a la cárcel, de morir montando un explosivo o de huir constantemente del FBI como les ocurrió a un buen número de sus compañeros de estudios.
Sus temores sobre tener que ir a Vietnam desaparecieron cuando en 1969 realizado el sorteo él salió con un número que lo eximía del servicio. Pudo a partir de entonces y una vez finalizados sus estudios buscarse un trabajo que le diese el suficiente dinero como para ganar tiempo y así realizar su mayor deseo: escribir. Comienza entonces a trabajar en un petrolero de la ESSO. Viaja por toda la costa este del país y entabla amistad con personas que le hacen conocer la profunda realidad del país como, por ejemplo, el fuerte racismo que en el mismo existe. Logrados unos 4000$ decide volver a París donde se dedica a escribir y cuando el dinero se le va agotando comienza a hacer traducciones del francés al inglés o viceversa. Una de las que hizo fue la de una constitución que se preparaba para el nuevo Vietnam. También daba clases de inglés a estudiantes de bachillerato, hacía de guía turístico para ingleses o americanos y cosas así. En París vive con su novia Lydia Davis, hija del escritor Robert Gorham Davis. Ambos viven fundamentalmente de hacer traducciones de autores franceses al inglés. Más dinero le dará hacer sinopsis en inglés de guiones cinematográficos que la mujer mexicana de un productor ruso le proporcionaba. Tras un trabajo en México con resultado poco amable vuelve con Lydia a Nueva York donde irreflexivamente -dice- deciden casarse. Es 1974.
En Nueva York, gracias a su padrastro (el segundo marido de su madre tras haberse separado el matrimonio en 1965) consigue que The New York Review of Books o  Harper’s Saturday Review le paguen por las reseñas que haga de libros de arte y/o de literatura. Es una manera de sobrevivir malamente que apenas le permite escribir. Con todo escribe poesía, teatro y va pergeñando alguna novela. La necesidad de dinero estalla cuando en 1976 sea padre junto a Lydia Davis de Daniel, su primer hijo. "Tener un hijo marca la verdadera frontera entre la juventud y la edad adulta". Idea entonces comercializar un juego de cartas sobre beisbol que inventó cuando era adolescente. Pero “El que confía en imbéciles acaba comportándose como un imbécil”, escribe en "A salto de mata", expresando así el fracaso de la idea y el tiempo perdido hablando con una gran cantidad de charlatanes para intentar que su juego fuese vendido a una empresa que lo comercializase, algo que siempre acabó en fracaso.
Tras el fracaso del juego buscó un trabajo fijo pero tras varios meses de entrevistas y búsqueda nada le había salido. Afortunadamente le llegó una beca de 3500$ del instituto de Arte de Nueva York. Gracias a esto podrá ponerse ya  decididamente a escribir. La novela negra americana que leía y le gustaba (suicidio aparente que es un asesinato) le llevó a decidir hacer una novela de sentido inverso: asesinato que al final fuera un suicidio. Le agradó la idea y se puso a escribir una novela policíaca en esos términos. En dos meses le dio forma en unas 300 páginas que imitaban otras leídas pero que a él le satisfizo. Sin embargo tropezó con dificultades sobre todo por su incompetencia como vendedor. Necesitaba un agente literario, pero los poetas no tenían agente. Su fracaso iba en el sentido de que le decían que ya no se llevaban las novelas de detectives privados, algo parecido a lo que le dijeron cuando el juego de cartas sobre beisbol, que ya no se llevaban los juegos de mesa sobre deportes.
autores judíos norteamericanos,En noviembre de 1978 se rompió su matrimonio. Dos meses después murió su padre y eso le afectó muchísimo por lo que se puso a escribir sobre él. Volvió a New York, se enamoró y en 1981 se volvió a casar. En esos 4 años todo cambió. Un amigo que montaba una editorial le pidió un manuscrito y entonces Auster le mandó la novela y se la publicó aunque condiciones de dinero no había por parte alguna y además la publicó dos años después. 
Finaliza esta autobiografía de juventud relatando las vicisitudes del manuscrito de esa novela detectivesca que al final salió con mayor fortuna en una editorial de bolsillo que le adelantó 2000$ de los cuales hubo de entregar 1000$ al primer editor -su amigo- según figuraba en contrato y un 10% a la agente literaria que le llevaba los asuntos; en total, sólo le quedaron tras todos esos años de lucha 900$. "A salto de mata" cierra con esta frase: “Así se escriben libros por dinero. Es 1996”. Fue su primer no-fracaso y por tanto el final de esta narración subtitulada "Crónica de un fracaso precoz". 
Me gustaría que al acabar de leer esta reseña, el lector tuviese clara la idoneidad de la lectura de "A salto de mata" para aquellos amantes de la obra y la figura de Paul Auster

"Coños" de Juan Manuel de Prada

Paul Auster: salto mataEs el primer libro que escribió Juan Manuel de Prada. Se trata de una boutade, un juego de joven amante de la literatura, enamorado precisamente de la de Ramón Gómez de la Serna con quien soñaba codearse o al menos emular. Así si el madrileño novecentista escribió y escandalizó en su tiempo con "Senos", el vizcaíno que estudió en Salamanca escribió unos relatos sueltos que agavilló bajo el rotundo y no menos escandaloso título de "Coños". Son 54 relatos cortos que entre todos suman apenas 150 páginas en total. 
La sinopsis que la editorial Valdemar que lo publica realiza sobre el mismo pretende en mi opinión elevar estos ejercicios de escritura erótica de un estudiante a categoría excelsa, algo que en mi opinión no alcanza aunque tampoco quepa concluir lo contrario en absoluto. Dice la editorial lo siguiente:
Coños, constituye un homenaje a la mujer y a la literatura, que aspira a la celebración episódica del cuerpo femenino, a la divinización obsesiva de las mujeres a través de las palabras, y muestra al lector que la diversidad no es sólo un camino hacia la unidad íntima de la mujer. Burlándose de los géneros, entremezclando lúdicamente el fragmento lírico con las memorias apócrifas, la prosa de estirpe clásica con un humor tributario de las vanguardias, Juan Manuel de Prada nos sirve, en un estilo propio, millonario de metáforas, un libro que podría adscribirse a un género nuevo o excluirse de toda adscripción.
Tras haberlo leído, a la pregunta que me hago sobre qué es este libro, me contesto que no es nada más que un divertimento, una nadería graciosa e irrespetuosa sin más, que no hay que ver con ojos de policía de lo políticamente correcto simplemente porque no lo es. Pero así como pienso que no hay que derribar la estatua de Colón porque de él haya derivado el concepto de colonización, de igual manera pienso que no hay que arremeter contra el autor porque el órgano designado sea exclusivo de una mitad de la población. Así como en Colón hoy debemos quedarnos con los beneficios que su gesta supuso para el mundo en muchos aspectos, en este librito de Juan Manuel de Prada se debe uno fijar en el buen oficio literario que destilan los relatos que lo componen. ¡¡Sin más!!
Pese a ser una obra de primera juventud del escritor ya en ella se traslucen sus muchas lecturas y su mucho amor por el cine. Literatura y Cine son referentes de no pocas imágenes presentes en su escritura. Igualmente se percibe en la mayoría de los relatos el innegable sentido del humor del escritor que recuerdo haber percibido con gusto en la única novela que de él he leído, "Las máscaras del héroe", que fue Premio Ojo Crítico de narrativa 1997.  
  • Así, a oscuras, escondidos de Manitú, desenterrábamos la marihuana y fumábamos en paz, rememorando a John Wayne en 'She wore a yellow ribbon'. (película de John Ford del año 1949 protagonizada por John Wayne)
  • Gertrudis, que es algo procaz, se corre maldiciendo a Guillermo Cabrera Infante, a quien considera un James Joyce para mulatos con úlcera gástrica. Tampoco es para tanto.
  • Miro el coño de Gertrudis y le recito fragmentos de Paradiso, la novela de Lezama Lima que me deslumbró en la adolescencia por sus conexiones insólitas, aunque nunca llegase a entenderla del todo (pero la literatura no debe entenderse, basta con que acaricie el oído, el alma o los cojones).
Lo que más me ha agradado de este librito del vizcaíno de nacimiento, zamorano por procedencia familiar e infancia y salmantino por formación universitaria, es, aparte del sentido del humor, el buen empleo que hace de la lengua si bien a veces me haya resultado un tanto barrocón por el exceso de imaginería y adornos. Bueno, ya la última cita anterior en la que aparece nombrado el cubano José Lezama Lima y su novela "Paradiso" dice mucho de este gusto suyo por el exceso. 
Antes de concluir quisiera resaltar la idea de que según se leen los distintos capítulos o relatos uno se da cuenta de que la obra no tiene por destinatario exclusivo un lector masculino, ni tampoco es una especie de "Libro de buen amor" actual que ofrezca un abanico de mujeres (costureras, sonámbulas, cubanas, solteronas, viudas, filipinas, vírgenes...) al estilo de lo que hiciera en su siglo Juan Ruiz, y mucho menos un manual de educación sexual. Lo que hay en él (originalidad, vanguardia, Cine, Pintura, Música, autobiografía...) configura esta gavilla de ejercicios literarios como una obra para leer despacio, saboreando su más que aceptable literatura y su innegable buen sentido del humor
Paul Auster: salto mataEsta colección de relatos cortos de título tan llamativo según aclara Luis Carda Jambrina, prologuista de la misma, salió publicada por vez primera en 1994 de manera casi clandestina en una edición no venal de sólo 50 ejemplares que iba circulando de mano en mano siendo citada por entusiastas del género y "apreciada por poetas, escritores y especialistas en literatura erótica (Rafael Alberti, Luis García Berlanga, Luis Alberto de Cuenca, Abelardo Linares, Gonzalo Santonja, Víctor Infantes...)". Fue tal la popularidad que adquirió en esos ambientes literarios que a rebufo de la primera novela del autor citada antes, aparecida en 1996, y junto a otro libro de relatos -doce en este caso- titulado "El silencio del patinador" de 1995, la editorial Valdemar decidió hacer una edición en toda regla ese año, la cual se ha ido reeditando una y otra vez desde entonces en ésa y otras editoriales. Paul Auster: salto mata

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