No puedo más. Esta situación está superando las fronteras de mi resistencia psicosomática. ¿Alguien puede recomendarme la sal de frutas mágica? ¿Y el bicarbonato que acabe con este dolor de estómago? O al menos díganme la manera de bloquear las imágenes, el sonido y las frases refritas, vacías e insalubres para el raciocinio del presidente del Gobierno canario, Paulino Rivero (por la gracia del PSOE institucionalizado)
No entro a juzgar su acción o más bien inacción de Gobierno. No voy a hacer sangre con su retahíla de que Canarias ha reducido el gasto público “ha hecho los deberes” (que yo recuerde en este archipiélago los que aquí nacimos decíamos “la tarea”) Y me detengo un momento, no se trata de lo que se ha gastado, más bien la clave está en qué se lo han pulido; y lo mejor, recordando que nuestros sucesivos gobernantes, desde hace años, no han tenido ni la capacidad para ejecutar todo el presupuesto del que disponían en los buenos tiempos.
Sigo. No basta con ver y oír, que no escuchar, al presidente canario como un saltimbanqui de isla en isla para autojustificarse. Me persigue en los cortes radiofónicos con su voz cuando voy en el coche; cuando miro mis cuentas en las redes sociales, me llegan sus mensajes o los que le escriben. Aparece al pasar las páginas de los periódicos; de lado, de frente, arriba a la izquierda o abajo a la derecha; no, abajo seguro que no. También me lo trago aunque haga zapping por las televisiones que emiten en Canarias, principalmente en la Televisión Canaria, en cuyas noticias, en la escaleta, siempre debe haber un espacio en blanco cada mañana subrayado y pendiente “deloquedigaPaulino”; esté en Uruguay, en Marruecos, en Argentina o en Bruselas. Ahora eso sí, este pasado fin de semana han rizado el rizo: dedicaron unos dos minutos a leer en directo, unas frasecitas del presi extraídas de su blog personal con destacados del texto y su imagen congelada al fondo.
Conclusión: Hasta cuando no está, nos obligan a oírle. Un almax por favor.