"¿Cuánto pesa este vaso de agua?", preguntó una psicóloga mientras lo mostraba al público en una charla de gestión de estrés.
Las respuestas variaban: para unos el vaso podía pesar 200 gramos, hubo quien llegó a los 250...
La psicóloga sorprendió a todos al afirmar: "El peso absoluto no es lo esencial, depende de cuánto tiempo se sostenga el vaso. Si lo hago un minuto, no hay problema; si lo sostengo una hora, me dolerá el brazo; si lo sostengo un día, mi brazo se entumecerá y paralizará. El peso objetivo del vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sujeto, más pesado se vuelve".
Y concluyó: "Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no pasa nada. Si piensas más, empiezan a doler y si piensas en ellas todo el día, acabas sintiéndote paralizado, incapaz de hacer nada. Es importante acordarse de dejar las tensiones tan pronto como puedas. Al llegar a casa suelta todas tus cargas. No las acarrees días y días. ¡Acuérdate de soltar el vaso!".
Todos tenemos nuestro correspondiente "vaso de agua". Alguien me dirá: "lo mío, más que un vaso es una botella o... hasta una garrafa". Mayor motivo para andarte con cuidado.
No quiero referirme ahora a lo que ya señalé en una entrada anterior (" No te tomes tan en serio") pero sí quiero compartir contigo algunas ideas que nos pueden ayudar a vivir mejor, sin tanta "presión".
Ahí van doce pautas para que no te "rompa" el estrés:
- Cuando pretendas abordar el trabajo "no comas más con los ojos que con la boca". Recuerda que "el que mucho abarca, poco aprieta". Prioriza. Y aprende a delegar, si es el caso.
- Ten un horario y un plan. Y cúmplelos. "Con orden y tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo y de hacerlo bien", decía Pitágoras. Matemático, oye.
- Aborda los problemas de uno en uno, como las uvas de Nochevieja. No te atragantes.
- Relativiza si te ves superado o fallas. Intenta ver el lado positivo: lo que aprendes del error. Recuerda lo de que no hay mal que cien años dure (ni cuerpo que lo resista). Y cuando caigas (todos caemos), levántate como la corredora de la que te hablé en la entrada titulada "Persevera: es excelente"; porque lo es.
- Todas las personas cometemos errores. ¿Te creías Superman? Recuerda el chiste del cartel a la puerta de un quirófano: "Errare humanum est".
- No te agobies, ni angusties, ni imagines necesariamente lo peor. Mantén la calma, el temple. Si te pones nervioso ¿mejoras la situación?
- Ríe (hasta de ti, o sobre todo de ti). Y no te "me" pongas "solemne". Acéptate. Más: quiérete. Eso no está reñido con el necesario espíritu de superación. Acuérdate también de transmitir optimismo a tu equipo, a tu entorno. Y recuerda: uno no puede dar lo que no tiene.
- Sé flexible en tus actitudes, en tu vida. El junco no se rompe ante el vendaval.
- Date, de vez en cuando, caprichos o compensaciones. Y dáselas a los demás. No son un gasto; son avituallamiento e inversión.
- Necesitas ocio, además de "negocio": descansos, vacaciones, a su debido tiempo, hobbies. Reserva espacios para ti y los tuyos. Desconecta.
- Duerme suficientemente. ¡Hay que recargar las pilas! No te lleves las preocupaciones a la almohada. Déjalas, si acaso, en una nota para el día siguiente.
- Comparte tus preocupaciones, ¡pero también tus alegrías! Escribe Rita Schiano que "hablar de nuestros problemas es nuestra gran adicción". Y añade: "Rompe el hábito: habla de tus alegrías".
Vuelvo al inicio: suelta el vaso en cuanto puedas y olvídate de él. ¡No te pesará!
Fuente: José Iribas.
C. Marco