Revista Tendencias
Canción absurda donde las haya de José Luís Rodríguez El Puma pero hoy no me voy a meter ni con personas con nombres artísticos y ridículos de cinco palabras ni con las letras de las canciones, que la biblia de las tonterías puestas en música, la dejaremos para cuando sea una escritora famosa y no tenga mucho más que hacer. Que un temita que tiene para biblias y carretas.
No, hoy os voy hablar de ese pellejillo que tenemos debajo la cabeza. ¿Dios puedo hacerte una pregunta? ¿Por qué tuviste que hacerlo tan colgandero? ¡No, en serio! Y encima me parece tremendamente injusto que a medida que vayan pasando los años, en algunos seres humanos, esa parte de nuestro cuerpo pueda llegar a tener hasta vida propia.
Chicos, yo no soy partidaria de la barba, va a gustos, que le vamos a hacer pero cuando aparece la papada… bueno… quizás esconderla un poco no es tan mala idea que tampoco es necesario que sea una barba hipsteriana de palmo y medio algo pulit ya apañaría a más de uno. Nosotras, por ejemplo no podemos por muchos pañuelos cuquis que nos queramos poner para disimular.
Y el dolor más doloroso, el dolor más inhumano no es pillarse los cojones con la tapa de un piano. ¡Es pillarse la papada con la cremallera del abrigo! ¡Que no rima pero duele de cosa mala! A mí, que pese a mi eterna juventud, me ha pasado alguna vez, he soltado unos lagrimones como puños. Claro, al ser una piel tan finita… No quiero ni pensar lo que debe ser pillarse un testículo. ¡A veces, me alegro tanto de ser mujer!
Pero no os preocupéis que como todo en la vida tiene su solución. A escoger, uno o te empiezas a dar golpecitos repetidamente durante un buen rato cada mañana como una vieja y a creencia ciega te crees que así vas a impedir la colgandez o dos a lo Carmen Sevilla te pones un pinza en el cogote para que se tense todo para atrás, papada cuello, cara y lo que haga falta, solo dependerá del tamaño de la pinza. También está la opción Tom Cruise pero visto lo visto en los Premios BAFTA casi que no me apetece que se me quede la cara como si me hubiera atacado un enjambre entero de abejas asesinas.
Pero como lo más normal es envejecer y que empiece a colgar todo, lo más recomendable en este caso es mirar bien para arriba, con ánimo y con mucha dignidad.