Las guardias fronterizas de India y Pakistán se retan agitando con gestos fieros sus vistosos uniformes de pavos reales para que les ame una hembra llamada Cachemira.
Los pavos nacionales forman unos frente a otros. Los de una parte comienzan sus movimientos de reto. Contestan los contrarios aún más fieros. Mejoran los otros, y así sucesivamente.
Sus exagerados desfiles recuerdan que los humanos viven en una granja de pavos de gestos más o menos contenidos, y que son tan pavos que parecen venir más de esta ave oriental que del mono.
Nos pavoneamos cuando presumimos, imitamos al pavo cuando excedemos nuestro protagonismo, decimos pavadas o tonterías, y somos paveros cuando hacemos gracias. Hitler hacía el pavo imitando a la oca, y menos exagerados, pero de similar simbolismo, son los desfiles y movimientos de masas con los que se pavonean las naciones.
Pavonearse, gallear, retar al rival: eso hacen los soldados fronterizos indios y pakistaníes con sus hermosos copetes en el turbante y las tornasoladas colas de sus uniformes. Caminan con largos y exagerados pasos, elevan las rodillas y estiran la pierna, mientras el cuerpo se contonea hacia atrás y adelante, como un metrónomo, demostrando el dominio del tiempo y del territorio.
Para proteger a su hembra los pavos matan incluso a las terribles cobras, e India y Pakistán pugnan ahora por la hembra Cachemira, que pertenece a la India, pero coquetea con Pakistán.
Ambos pavos se pavonean con sus bombas atómicas.