Revista Infancia
PAZ... un bien escaso para las personas con TLP, ahora que empiezo a conocerme y entenderme mejor. Como todo el mundo, pensareis mucho. Y no, os lo aseguro.Llevo muchos meses en terapia y precisamente eso es una de las cosas que estamos trabajando : entender que la intensidad con que vivo mis emociones, la impulsividad de muchos de mis actos, el daño que yo misma me infrinjo muchas veces, tanto físico (sí, las autolisis forman parte del trastorno) como autojuzgarme y autocriticarme exigiendome un nivel de cosas imposibles y que otras personas ni se les pasa por la cabeza, hacer interpretaciones magnificadas y a veces irreales en conversaciones con otras personas, haciendo que mi mente vaya mas deprisa (sí, ése es otro de los problemas del trastorno) que las palabras de mi interlocutor obligándome inconscientemente e involuntariamente a hacer diagnosticos de situaciones que tal vez, no son exactamente como han ocurrido pero que en mi cabeza no puedo distinguir ni identificar de otra manera que como la he vivido yo.A esto, se le llama disociación y es un síntoma del TLP, lo he descubierto hace poco y todavía no tengo muy claro en qué consiste más exactamente, ya os digo que todavía estoy un poco en shock y aprendiendo a conocerme.Lo dicho al principio de esta entrada: La paz es un bien escaso para las personas con TLP ,pero un bien que cuando lo tenemos, lo disfrutamos con tanta intensidad como vivimos el dolor o el miedo... inténsamente.
El autismo de mi hija, me hizo tan fuerte, que hasta me creí invencible en muchas ocasiones. Nadie podía contra mi ni mis deseos de ofrecer a mi hija TODO lo que yo creía le pertenecía por derecho. Durante mucho tiempo, fui una roca, todos los golpes de la vida, los recibía con un gran escudo o los capeaba con mucha inteligencia y táctica, procurando que no me desviaran de mi objetivo : MI HIJA.No existía nada mas importante que asegurarme que nada entorpeciera sus pasos, asegurarme que tuviera un futuro digno y si tenía que gritar, patalear, aporrear puertas o poner a personas entre la espada y la pared, lo hacía. Porque yo era invencible, lo era.Hasta que mi TLP resurgió y me puso los pies en la tierra, enfrentándome contra mis propios demonios.Siempre he tenido TLP, solo que como muchos trastornos, se esconden o permanecen dormidos durante años.Pero cuando mi psicóloga, a la que hoy día le debo la vida, por "descubrirme", comprenderme, ayudarme y darme herramientas para avanzar o ser, o como yo le digo : "eres la única herramienta (humana) que hoy día yo tengo para sobrevivir al caos en el que me encuentro."Pues cuando ella hizo mi historia de vida, no había ninguna duda de los momentos en que surgió a flote mi trastorno sin yo saberlo y que nadie me supo diagnosticar correctamente, diciendome que lo mio era estrés, ansiedad, ataques de pánico, depresión... Se me pudo haber diagnosticado a los 14 años, a los 18, a los 25, a los 35... épocas difíciles y duras, en los que mis síntomas estaban muy altos, muy subidos y de forma, además, muy peligrosa para mi integridad.Pero se me diagnosticó con 43 años.No es fácil aprender a vivir de nuevo, porque así, en parte, lo siento.Es como volver a nacer, como volver a conocerme y entender cosas de mi vida que no entendía.Volver a ser yo, alguien que durante casi toda mi vida, no he podido ser, porque no sabía como hacerlo.