Revista Opinión

¿Paz Liberal o Paz Democrática?

Publicado el 20 octubre 2014 por Polikracia @polikracia

A pesar de todas las críticas antiguas y modernas que se le han hecho a la teoría iniciada por Locke, es innegable que la mezcla entre el pensamiento ético liberal y el modelo de libre mercado es la que, con matices, define hoy en día los modernos estados democráticos pero ¿podemos afirmar que las democracias son más pacíficas que otros modelos de Estado?

Teresa Gelardo Rodríguez, doctora por la Universidad pública de Navarra, identifica dos factores por los cuales las democracias liberales actuales son pacíficas:
– La herencia ilustrada de la que parte este modelo.

- Identificación liberal clásica entre absolutismo y guerra.

Sin embargo, es ahora momento de analizar algunos datos empíricos que nos permitan ver si es cierto que las democracias no se hacen la guerra entre sí. Para ello recurriremos al estudio de Maoz y Abdolali acerca de 332 guerras libradas entre 1816 y 1976, ¿el resultado? En el 20% de esas 332 guerras, una democracia es agresora y en el 23% es agredida. Sin embargo, el dato más llamativo es que un 0% de estas guerras fueron libradas entre dos democracias. Dentro de los defensores de la paz democrática también hay dos grandes grupos que aunque recogen la misma idea de base, uno de ellos la lleva al extremo.

La tesis monádica defendida, entre otros por autores como Rudolph Rummel, expone que las democracias son pacíficas y no intervienen en guerras. La tesis diádica, cuyo máximo exponente es Michael Doyle, es más cauta y se limita a decir que las democracias liberales no se hacen la guerra entre sí. Michael Doyle identifica tres postulados en los que asienta su tesis diádica de la paz democrática:

- Los estados democráticos y liberales no se hacen la guerra entre sí.
– Tienden a aliarse entre ellos.
– Los Estados democráticos pueden ser (y de hecho lo son) agresivos contra otros modelos de Estado.

Michael Doyle está muy influido por Kant, tanto por su visión de la confederación de Estados liberales que traería la “paz perpetua” como por su pensamiento liberal. Para el autor norteamericano, una democracia liberal que entraría dentro de la definición de Estado compatible con la tesis de la Paz Democrática tendría que reunir los siguientes requisitos:

- Respeto hacia los derechos fundamentales de carácter formal
– Democracia representativa.
– Economía de mercado.
– Propiedad privada.

Podría decirse que Doyle sintetiza perfectamente y en cuatro breves características la esencia de cualquier estado liberal moderno.
La dificultad de este tema reside, sin embargo, en saber cuál de las cuatro características es la definitiva, es decir, la concluyente para que las democracias sean empíricamente más pacíficas o si, sencillamente, una combinación de las cuatro hace posible la paz entre Estados.

En primer lugar, el hecho de que la democracia liberal tenga que asumir como propios los derechos humanos, otorga un espacio para una ética compartida, es decir, si todos apostamos por unos derechos inherentes a todos los seres humanos, no es políticamente correcto, ni éticamente correcto plantear un conflicto armado que sería sinónimo de violar la carta de Naciones Unidas. Por esta razón, podemos dar por sentado, que efectivamente hay una barrera ética al belicismo de los Estado democráticos. Además, este hecho hace que los Estados confíen los unos en los otros y que se genere una confianza horizontal necesaria para la estabilidad fronteriza.

En segundo lugar, el hecho de que nuestros gobernantes tengan que ser elegidos cada cuatro años hace que la opinión pública influya en sus decisiones. En términos generales y pensando de manera racional, la población nunca será partidaria de una guerra en la que sabe que tiene mucho que perder y poco que ganar. Esa población es la que vota cada X años a los representantes, ergo estos últimos tendrán muy en cuenta esta postura a la hora de decidirse a atacar un país. Por supuesto la opinión pública es muy influenciable y aunque no pueda tratarse aquí esta cuestión. Está comprobado que la manipulación de las masas es relativamente sencilla por parte de cualquier gobierno.

Por último, tendríamos las dos condiciones de corte económico: la propiedad privada y el mercado libre capitalista más o menos controlado por el Estado. En la práctica real de las relaciones internacionales, estos dos elementos parecen cobrar más fuerza a la hora de definir las causas del pacifismo entre democracias liberales. Tenemos que abrirnos aquí al debate expuesto por Phillip Schrodt de la Universidad de Pennsylvania entre “paz democrática” o la que deberíamos más bien llamar “paz liberal”. Para los que defienden la teoría de la paz liberal es el desarrollo económico y el comercio internacional los que actúan como fuertes inhibidores de las guerras interestatales. Mientras que la teoría de la paz democrática, desarrollada por el internacionalismo liberal, pone su foco en señalar a los valores democráticos y de respeto a los derechos humanos como los artífices de una nueva “paz perpetua”; hay quienes defienden que no son las leyes, sino el mercado quien frena las ansias bélicas de los gobernantes. En tono de humor, el columnista del New York Times Thomas Friedman denominó a este fenómeno “la hipótesis de McDonalds”, es decir aquellos países en los que hay algún restaurante fast food de la cadena McDonalds no se dan casos de guerra debido a que se presume que en ese territorio hay libre mercado.

Para finalizar diremos que compartimos la idea de Doyle acerca de la tesis diádica de la “paz democrática”. Efectivamente, decir que los Estados democráticos no entran en guerra parece absurdo cuando, estamos rememorando este año el I centenario de la I Guerra Mundial. Sin embargo, parece que por alguna razón las democracias liberales no han entrado en guerra entre sí a lo largo de la historia. Es aquí donde nos encontramos con el problema de decantarnos por la paz liberal o la paz democrática.

La conclusión a la que llegamos es la de que es el mercado liberal el que permite esta paz entre Estados que al tener relaciones comerciales mutuas, también tienen unos intereses comunes que se verían perjudicados en caso de entrar en un conflicto armado. Véanse casos comparados de forma breve:

- Por un lado, tenemos el caso de los Estados Unidos, que ha intervenido siempre en países con los que no mantenía relaciones comerciales provechosas: Irak, Afganistán y Vietnam. O, dicho de otro modo, Estados Unidos jamás ha entrado en guerra contra la Europa occidental demócrata liberal.

- Por otro lado, podemos observar el caso de China y el mundo occidental. China es un país férreamente controlado por un Partido Comunista que está abierto a las riquezas que le reporta un mercado liberal y librecambista con Occidente. ¿Acaso alguien se imagina una guerra ahora mismo contra China? Esto no sería posible, a pesar de las diferencias éticas entre su régimen y nuestra manera de entender la política, debido a que el comercio entre China y Occidente es beneficioso para ambos.

Son los intereses y ganancias comunes que otorga el mercado libre las que permiten una estabilidad nunca antes conocida. Se podría acusar a esta hipótesis de escepticismo ante la idea de que los valores democráticos son los que promueven la “paz perpetua”, pero consideramos que Karl Marx tenía razón cuando definía una super estructura condicionada por razones estrictamente económicas. Se podría también plantear la hipótesis de que la Unión Europea se ha mantenido en una paz nunca antes vista durante más de medio siglo gracias a que el mercado común estrecha lazos e intereses entre los diferentes países.

Por supuesto, esta tesis final es muy criticable y no se pretende caer en el error de un determinismo absoluto, pero parece conveniente y necesario concluir con la idea de que lo que muchos han llamado paz democrática es, sin embargo, una paz de mercado liberal, basada en unos intereses económicos comunes.


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