Artículo escrito por Guillermo Ortiz.
El problema con Marcelo Bielsa es que no hay un hilo narrativo comprensible entre su persona y su personaje, entre su trabajo en el campo y la repercusión en la prensa. Cuando uno se encuentra ante fenómenos así, la valoración se hace casi imposible porque las intenciones no se distinguen: una sola crítica a una alineación se entiende como una crítica a un sistema de juego y una concepción del fútbol. Al contrario, la defensa de determinado planteamiento puntual se convierte en una apología del “bielsismo” y a menudo ha de abundar en la presunta genialidad del argentino.
Por ejemplo, he leído recientemente a un conocido periodista deportivo, de prestigio, un tipo sensato, vaya, afirmar que “Chile fue el mejor equipo del pasado Mundial después de España”. Es difícil saber de dónde pueden salir los argumentos para una afirmación así: Chile derrotó por la mínima a Honduras, hizo lo propio in extremis con Suiza y fue derrotada por España en el último partido del grupo, después de que su entrenador diera por bueno un 2-1 que les enviaba directamente al cruce con Brasil en octavos.
La imagen de españoles y chilenos pasándose el balón durante treinta minutos sin hostigamiento alguno resultó incómoda para muchos pero se podía entender en el caso de los de Vicente del Bosque porque al fin y al cabo el resultado les valía para ser primeros… pero, ¿a Chile?
Puede que fuera un caso de cobardía o todo lo contrario: puede que Bielsa quisiera enfrentarse a Brasil. Demostrar hasta dónde llegaba su presión constante, su equilibrio inestable, su visión ofensiva del juego… justo ante el equipo que había pasado a la historia del fútbol por el manejo de esas armas. El resultado no pudo ser más concluyente: 3-0 y a casa, eso sin jugar precisamente contra el mejor Brasil de todos los tiempos: la canarinha caería en el siguiente cruce ante Holanda.
Objetivamente, resulta complicado afirmar que un equipo que se limita a cumplir con dos victorias mínimas ante rivales inferiores y dos derrotas más o menos contundentes ante rivales superiores es “la segunda mejor selección de un Mundial”. La única razón está en la leyenda de su entrenador, por supuesto, su personalidad arrolladora, su discurso que queda por encima de cualquier realidad en la cancha.
Bielsa se fue de Chile porque no le gustaron los resultados de unas elecciones generales. Resultó chocante, pero a muchos les pareció valiente. Antes ya se había ido del Espanyol cuando no llevaba ni media temporada por una serie de malentendidos que no se han acabado de aclarar. Bielsa, en resumen, es un hombre que sabe que su persona está por encima de su cargo y desde luego por encima de su club o federación.
Eso, de por sí, no es malo. El mundo del fútbol necesita personas valientes y que crean en sí mismas. El asunto es saber si eso es lo que necesita ahora mismo el Athletic de Bilbao y la respuesta la dará el tiempo. De momento, se trata de un enigma. Cuando Urrutia decide contratar a Bielsa, sabe lo que contrata: agresividad, gusto por el balón, un trabajo técnico extenuante… pero ciertas dosis de extravagancia, es decir, jugadores fuera de posición, dibujos tácticos en ocasiones difíciles de entender, futbolistas que pasan de estar apartados en pretemporada a jugar de titulares en la jornada tres…
Cuando el Athletic de Bilbao ficha a Bielsa se la juega al todo o nada. Para empezar, el Athletic tiene una plantilla más que prometedora: cualquier equipo del mundo se pegaría por Iker Muniain, Javi Martínez y Fernando Llorente. A ninguno le importaría contar con Ander Herrera, Gorka Iraizoz, Iraola, Toquero… y la cantidad de cachorros que siguen saliendo de Lezama. El Athletic está en uno de esos momentos, como decía Menotti, en los que debe decidir si quiere ser toro o torero. Si quiere seguir sumando y lanzarse a por la Champions o si prefiere vender, conformarse con Europa League o Intertoto y evitar al menos los problemas económicos y deportivos de la mayoría de los clubes españoles.
Al contratar al argentino, el Athletic manda un mensaje y ese mensaje me gusta: vamos a ser ambiciosos. El problema que le veo, insisto, es que no sé si Bielsa va a trabajar para mejorar a los Martínez, Herrera, Muniain, Llorente y compañía o si se va a erigir él en el líder del equipo por encima del bien y del mal y que le siga quien pueda. El principio de temporada ha sido difícil, pero eso era previsible cuando se afronta una revolución. Otra cosa, insisto, es saber si este Athletic necesitaba una revolución o simplemente un buen técnico con sentido común que ordenara y dejara hacer.
“Dejar hacer” no parece estar en el vocabulario de Bielsa, un trabajador sin tacha pero a la vez un hombre que necesita dejar su huella allí donde pasa. ¿Necesitaban en Bilbao un Irureta o necesitaban alguien que dote a la nueva camada de conceptos claros, mentalidad ganadora y actitud desafiante? Honestamente, no tengo ni idea. Puede que un término medio hubiera estado bien. Me molestan los comentarios del tipo “el resultado da igual, lo que importa es el juego” casi tanto como los que defienden que “el juego da igual, lo que importa es el resultado”.
Una cosa no se entiende sin la otra.
Para que el proyecto Bielsa triunfe en Bilbao lo primero que habrá que hacer es bajar de las nubes al argentino. Humanizarlo. Que no sea ni ángel ni demonio, solo un entrenador más con sus aciertos y sus errores. Vivir al borde de la genialidad cada fin de semana es una exigencia agotadora. El miedo es que en medio de esta revolución, a Bielsa no le guste algo, coja y lo deje todo a medias, desordenado: el lateral izquierdo jugando de lateral derecho, Martínez de central y Toquero sin oler portería desde hace meses.