En política, las analogías pueden marcar grandes diferencias. Algunas veces éstas resultan apropiadas, revelando una gran verdad al mostrar una conexión escondida, mientras que en otras ocasiones son más bien parecidas a un truco de cartas, al ocultar más de lo que muestran.El próximo domingo, cuando los peruanos se dirijan a votar, elegirán a sus candidatos en una caja de resonancia hecha a base de comparaciones.Ollanta Humala ha sido comparado con Hugo Chávez, acusado por sus críticos de que pisoteará las instituciones democráticas y creará un régimen quasi-dictatorial que se perpetuará a si mismo.La otra candidata, Keiko Fujimori, ha sido denominada como un caballo de Troya que regresaría al país a la década de los 90, en la que su padre gobernó a través de una combinación de sobornos, chantajes, y abusos de poder.Estas analogías, presentadas así por el profesor Max Cameron de la Universidad British Columbia y Michael Marx McCarthy de la John Hopkins en un artículo publicado por el diario Financial Times, son, al mismo tiempo, ciertas y falsas.Los autores del artículo -titulado “Humala es lo mejor para la democracia en Perú”-, consideran, por ejemplo, que Humala no podría gobernar del mismo modo que Chávez, ya que las condiciones en Perú son completamente diferentes a las de Venezuela, que ocasionaron una ruptura en el sistema que propició la llegada al poder de Chávez en 1998. La economía de Perú, por contra, ha estado creciendo de manera fuerte durante una década y millones de personas han abandonado la pobreza.En opinión de Cameron y McCarthy, lo que se debe plantear no es un un cambio drástico en las políticas que han producido esta tendencia, sino más bien un debate sobre distribución de la riqueza, promovido por la candidatura de Humala.El artículo destaca que el boom económico de Perú ha reducido sustancialmente la pobreza en el país -un tercio de la población peruana es pobre, mientras que una década antes este porcentaje era de un 50%- , pero que este crecimiento se ha concentrado en la ciudad de Lima y en la costa. En el sur, la sierra central, y la selva amazónica, la pobreza se mantiene alta y un enfoque cercano al “salvaje oeste”, en cuanto a la extracción de recursos naturales se refiere, ha incrementado los conflictos.Para Cameron y McCarthy, la situación de los indígenas aimaras en Puno, donde se han intesificado las protestas contra el proyecto minero de la compañia canadiense Bear Creek, es un ejemplo de salvaje oeste presente aún en el país.
Este tipo de situaciones, sigue el blog publicado en el FT, aumenta las dudas sobre las instituciones políticas de Perú, a las cuales considera menos robustas que las chilenas o uruguayas, alabadas con frecuencia como modelos democráticos para la región.No obstante, el cielo, dicen los profesores firmantes, no se está cayendo. Un tremendo colapso que crease una atmósfera fértil para una misión de tipo chavista es poco probable.Como sustento de esta última afirmación, los autores mencionan la necesidad que tendría Humala de una gran coalición hambrienta de grandes cambios políticos. Algo, especifican, que no tiene.Por si fuera poco, valoran, Mario Vargas Llosa, uno de los críticos más feroces de Chávez en la región, está apoyando a Humala. Él y otros intelectuales liberales, incluyendo a su hijo Álvaro, podrían convencer a votantes moderados indecisos de que la presidencia de Keiko sería incompatible con la democracia.El apoyo de estos intelectuales se basa, sigue el artículo, en dos factores: el acercamiento de Humala al centro y su compromiso por respetar las reglas democráticas; y la conexión directa existente entre Keiko y su padre Alberto Fujimori, el antiguo presidente que ejerció el poder arbitrariamente y sin piedad en los años 90.En este sentido, los académicos universitarios, resaltan que la candidata fujimorista no ha rechazado las políticas ejercidas por su padre, y admiten las sospechas de que lo libere de la prisión, donde cumple actualmente una prisión de 25 años por crímenes de lesa humanidad y corrupción. Parte de su campaña, mencionan, parece haber sido orquestada desde la prisión en la que cumple esta sentencia.Muchos de los métodos sucios que el ex presidente peruano utilizó para perpetuarse en el poder han sido utilizados en la campaña de su hija, según algunos críticos citados en el artículo.Entre estos, destacan las coronas funerarias enviadas al diario La Primera, tras desvelar ese medio el apoyo de los servicios de inteligencia a la candidatura fujimorista – Plan Sábana-, y la compra masiva de los ejemplares de un diario pro-humalista con el objetivo de impedir su circulación en ciertos distritos de Lima. Muchos de los medios, agregan los autores, se encuentran fuertemente parcializados contra Humala, abandonando cualquier pretensión de neutralidad en sus informaciones.Si Keiko perdona a su padre y ataca a los jueces que le sentenciaron, existe un riesgo de que la mafia que gobernaba el sistema judicial y las fuerzas armadas en aquel entonces, y que nunca fue purgada por los gobiernos anteriores, sea reactivada al completo, advierten con firmeza los autores.
Sin embargo, según recoge el artículo, la razón principal por la cual Keiko representa una amenaza para la democracia peruana es la separación de poderes y los intereses de los más poderosos.Keiko, dicen, tiene pocos incentivos para gobernar democráticamente, mientras que Humala se enfrenta a limitaciones que tal vez lo conduzcan a gobernar de manera democrática.En el caso fujimorista, resumen, su candidata gobernaría con la colaboración de sectores poderosos de facto -importantes empresarios, medios de comunicación, fuerzas armadas, las mayores fuerzas conservadoras dentro de la Iglesia Católica y los Evangélicos, y la mayoría del “establishment” político- que estarían agradecidos al ver como Keiko impone “mano dura” sobre el crímen y la disidencia, aplica soluciones clientelistas a la pobreza, y pide sobornos a cambio de políticas económicas de tipo “abierto para negocios.”Humala, en cambio, sería arrinconado en cada esquina, en opinión de los autores. Las razones: una comunidad empresarial hostil, unos medios rabiosamente críticos, unas fuerzas armadas nerviosas, y un conjunto, formado por el Congreso, los tribunales y el poder judicial, que hará todo lo posible para mantenerle en el equilibrio democrático.La única manera de gobernar para Humala, sentencian, es que gobierne democráticamente, ya que la legitimidad de su mandato no podrá ser retirada por el poder de los actores privados peruanos.Lo que nos muestra esta situación, concluyen los firmantes, es que Perú tiene un largo camino que recorrer antes de convertirse en una democracia estable con buenas prácticas de gobierno y leyes. Para que se produzca esta consolidación democrática, algunos actores muy poderosos deberán perder poder.Convencer a las élites de que semejante ajuste es parte de un juego de suma positiva será difícil, argumentan. Pero si las élites de Perú miraran hacia el este, desde los Andes a Brasil, encontrarían una inspiración sobre una élite que aprendió como una política laboralista, liderada por un trabajador, puede resultar buena para los negocios, buena para la democracia, y buena para el bienestar de la sociedad.De hecho, estas elecciones, más alla de determinar la trayectoria futura de Perú, también guardan importantes implicaciones con respecto al modelo de desarrollo basado en el “crecimiento equitativo”.Una presidencia de Humala ampliaría el alcande de este modelo democrático-social, consideran los autores. La democracia se vería dañada, por contra, si Keiko alcanzara la presidencia, al tiempo que las fortunas de los ricos aumentarían aún más y la igualdad sería tratada de manera inefectiva.El mayor peligro, concluye la nota, no es que Humala se revele a sí mismo como un lobo bajo la piel de un cordero. El mayor peligro, se puntualiza, es que le suceda como a Obama: que una vez en el poder encuentre que puede hacer poco para enfrentar los profundos problemas estructurales de la nación peruana.