Revista América Latina
“Cholo bruto. Serrano de mierda no deberías votar. Ándate a violar perros con tu Kenji y con tu Keiko. Solo los imbéciles votan viciado. ¿Eres idiota, le quieres regalar el país a los comunistas? Pitucos ignorantes, váyanse a Miami”. ¿Han escuchado frases como estás? Yo sí.He presenciado insultos en vivo y en directo y los he leído en redes sociales. En la mayoría de los casos han sido conversaciones cargadas de virulencia que irremediablemente me remiten a finales de los noventa, cuando el régimen de Fujimori se desmoronaba, y en las calles reinaba una batalla campal entre seguidores y detractores del régimen del Chino.Hacía tiempo, debo decirlo, no veía tanto ceño fruncido, tanta cara larga, tanta preocupación. En muchos peruanos hay un comprensible temor porque la economía se vaya al traste y volvamos a las espantosas épocas de crisis económica en las que nadie sabía qué podría pasar al mes siguiente. Y están por supuesto, todos aquellos ciudadanos que consideran que un eventual triunfo de Keiko Fujimori sería la vía perfecta para legitimar la impunidad, la corrupción, y la violación de los derechos humanos que caracterizó el gobierno de Alberto Fujimori. No son pocos, aquellos a los que ambas propuestas les parecen absolutamente peligrosas para el país, y que no piensan apoyar a ningún candidato en esta segunda vuelta.Así están las cosas. Horribles. Y digo horribles, porque en estos diez años se supone que el Perú había avanzado en estos dos aspectos fundamentales que hoy se ponen en entredicho: aparentemente, se estaba consolidando un progreso económico que nos sacaría del tercer mundo; y todos creímos que tras la nefasta década del fujimontesinismo ya no íbamos a sucumbir tan alegremente a propuestas autoritarias. Pero ya vemos. Hay alrededor de 9 millones de peruanos que piensan distinto.Y la pregunta es ¿por qué? ¿Será porque son brutos? ¿Ignorantes? ¿Indios apestosos? Definitivamente no. El que se zurra en el modelo económico, ya lo decíamos la semana pasada, no es mejor ni peor que el que se zurra en la democracia. Son electores que están eligiendo por ellos mismos, para ellos mismos, sin apostar por una visión de país que nos involucre a todos. Y claro, el 50% restante, los cívicos, los que sí elegimos a candidatos democráticos en primera vuelta los miramos con asco. Con cara de ya viniste a malograr el país, tan bien que estábamos, caracho.Por eso las caras largas, los pucheros, los gritos histéricos. Porque en el fondo nos sentimos superiores, y nos creemos arrastrados al abismo por una sarta de cacasenos. Nos hemos colocado en una suerte de Olimpo moral como si no formáramos parte de este país. ¿Se han preguntado, acaso, los hoy aterrados empresarios qué pasaba con sus empleados que siguieron recibiendo sueldo mínimo mientras sus negocios sí prosperaban? ¿Dónde estuvo el grito de protesta de la mayoría de peruanos cuando los aguarunas, hartos de que no se les escuchara se sentaron a esperar 50 días en una carretera perdida? ¿O cuándo murieron los policías a los que enviaron a enfrentárseles en las peores condiciones? ¿Qué hemos hecho para exigir que a los corruptos se les meta preso? ¿Para pelear por una mejor educación y una mejor salud? ¿Para que nuestros compatriotas de Ica y Pisco reciban asistencia oportuna y de calidad?Pues nada. Nos comimos el cuento de que el Perú avanza (porque definitivamente avanzaba para nosotros), y permitimos que este gobierno ninguneara a quienes tenían reclamos válidos y urgentes. Permitimos que se instaurara una democracia, débil, bobalicona, sin instituciones sólidas, incapaz de ofrecer un mínimo de seguridad y respeto a todos los ciudadanos. Nos hemos comportado como unos malditos egoístas, viviendo en una burbuja, y ahora nos sentimos con derecho a dar lecciones de democracia. De esa democracia que nos costó tanto recuperar, pero que gracias a la frivolidad y a la mediocridad no hemos podido defender. Ahora, pues.