Antonio Andreu.
El virus de la violencia es contagioso y traicionero. Se adhiere, como una garrapata, a cualquier causa, sin ser llamado, actuando en nombre de la religión, la política o la economía. El fútbol es una víctima fácil. Su carácter ultrapasional lo sitúa indefenso ante la enfermedad. El forofismo alimenta la llama y justifica cualquier comportamiento. Al fin y al cabo, como dicen, “el fútbol no es cuestión de vida o muerte, sino algo más que eso”.
Hace dos fines de semana coincidieron en tres estadios las mismas personas. El Municipal de Puente Tocinos (Murcia), el Vicente Calderón (Madrid) y el José Amalfitani (Buenos Aires) fueron testigos de la actuación de estafadores, de quienes sitúan su nombre y su agresividad al lado de un escudo, y lo que es peor, de un deporte. José Menchón Ríos propinó dos puñetazos al árbitro y compañero Alfonso Ros Gómez, que lo había amonestado por segunda vez en un partido de Tercera División. En la capital, hinchas del Atlético de Madrid deseaban la muerte a un jugador rival, cantándole al unísono gritos extremadamente violentos. En Argentina, el partido Vélez Sarsfield-San Lorenzo dejaba la muerte de un aficionado visitante tras una batalla campal en las gradas.
Los hechos me golpean el estómago y me llevan a rememorar la archiconocida anécdota de La Romareda. El Zaragoza se enfrentaba al Chelsea en el partido de ida de las semifinales de la Recopa de 1995, que luego acabaría ganando. Xavi Aguado hizo una entrada dura a un inglés, que quedó tendido en el campo. En la grada, los ‘hooligangs’ del Chelsea comenzaron a moverse y la policía cargó. Ante estos dos escenarios, la afición zaragocista comenzó a gritar aquello de Bilardo, el “písalo, písalo”, de moda entonces. La sorpresa fue que al día siguiente la prensa británica ponía por las nubles a la afición de La Romareda como ejemplo máximo de ‘fair play’, pues cantaba “peace and love, peace and love…”. Algún cronista inglés hizo la traducción fonética de “písalo, písalo” y alucinó creyendo que cantaban “peace and love”.
Convertir el “písalo” en “peace and love” es la utopía de quienes entendemos el fútbol como la mayor maravilla inventada. Es el objetivo de quienes se emocionan con un mensaje de ánimo madridista a un jugador culé operado de un tumor. De quienes sonríen ante las guasas de los amigos Casillas y Xavi y desdramatizan cualquier rivalidad. De quienes bromean con himnos originales sobre la paternidad africana de Luis Enrique o el gusto de Ronaldo, el gordito, por los ‘Phoskitos’. De quienes creen en los valores de la selección campeona del Mundo y aprecian la educación de Guardiola. Del bético que porta el 16 de Puerta y del “Dani Jarque siempre con nosotros” de Andrés Iniesta. Es la razón de los que queremos este deporte, de la mayoría. Haríamos bien en recordárselo a los violentos, sobre todo ahora que llega el punto álgido de la temporada. “Peace and love”. O como bien dijo Maradona: “La pelota no se mancha”.