Septiembre va desbocado. Nos ha llevado raudo a un otoño, que aún se viste de verano.
Feijóo acaba de perder definitivamente la investidura como futuro presidente del gobierno. Pasa turno a Sánchez, que está dispuesto a todo por seguir al frente del gobierno. Que no nos pase nada.
Mientras tanto, la vuelta al cole, la desaceleración económica, la inflación, la subida de la cesta de la compra, en especial productos frescos y cosas básicas como el arroz. A este paso, comer paella va a ser capricho de ricos. Elegir las extraescolares, el material, los uniformes del cole, ver si hay rebollones, el Vive Latino,...
A las puertas las fiestas del Pilar, la ofrenda, algún puente ideal para hacer una escapadita, algún cumple, que es toda una vida, un montón de lecturas pendientes, otras a medias y otras definitivamente acabadas.
Los Kpis, los forecast del final de año, el push comercial y la lista de los propósitos del nuevo curso: una 10K, el gym, el peso, la lectura, los dibujos, la paz mundial, vamos, lo de siempre.
Conocí hace varios fines de semana a alguien que tenia reducida su jornada un 50%, apenas tenía que acudir al trabajo nueve días al mes, y además podía agruparlos . Estaba feliz, muy ocupado y contento de ocupar su tiempo en algo más que trabajar en su empresa. No salía de mi asombro. Alguien para el que ganar más, no tenía porqué significar tener más. Prefería tener experiencias, amigos, aventuras, tranquilidad. En cierto modo, se había sacudido la esclavitud de un salario. Esa disponibilidad de tiempo le permitía dedicarse a otras cosas, algunas por una afición y otras que también le reportaban beneficios económicos. Un planteamiento estratégico, unas necesidades metódicamente cubiertas, unas inversiones con perspectiva y en el horizonte una jubilación antes de la edad estándar. Sinceramente, todo un ejemplo. ¿Una rara avis?¿Un visionario?¿Un privilegiado?¿Un tío previsor?¿Un soñador?
La tranquilidad como fin en la vida. Estar intensamente tranquilo como decía Ray Loriga. Quizás esa podría ser la meta deseada, aunque también me viene a la cabeza, que Arturo Perez Reverte dice, que la vejez es la pereza. Quizás los años buscan tranquilidad, o quizás éstos, lo hagan llevados por esa pereza.
¿Qué sabe nadie?
Intensamente tranquilo, paso a paso, hasta la victoria final.
O como dice Leopoldo Abadía: Preocupadamente bien.