¿Qué es el románico?, preguntó. Y no hizo falta una respuesta expresa. El románico es un sentimiento, una manera de vivir; un arte que, ochocientos años después, sirve de acicate para mostrar esta pequeña suiza nuestra.
Se ha dado un hecho muy curioso que ha de servir de llamada a quienes nos gobiernan. Salvo la excepción de Jesús González, y su apuesta por el Centro de Interpretación del Bisonte Europeo, no se ha contado con la participación de los políticos; ha hablado el pueblo llano, los custodios de nuestras iglesias, los historiadores que lo promocionan cada día, las monjas que atienden a las visitas en el monasterio de San Andrés de Arroyo, las personas que lo viven con una emoción y un amor que embelesa a cualquiera.
También ha suscitado controversias. Hoy todo el mundo se queja por todo y aunque no ha dejado indiferente a nadie, quienes se postulan por esa lectura que nos deja el arte, encuentran fuera de lugar los animales o el deporte, que no hay que olvidar que todos conviven en el mismo marco.
Cristina Parbole, una chiquita llena de sentimientos me apunta cuando le digo que voy a escribir en mi madeja de esto: "Quiero que resaltes que no nos hemos sentido utilizados, que nos hemos mostrado humanos, independientemente de nuestra formación, con el objetivo de que se vea el amor que sentimos por nuestra tierra".
Si algo tenemos que lamentar es que National Geographic no haya venido a vernos antes, que vendrá porque tenemos motivos para estar presentes en las mejores páginas. Y en cuanto al sentimiento, qué vamos a decir, basta visionar la presentación que se hizo en el Monasterio de Santa María la Real de Aguilar, para ver la emoción que a todos los asistentes les produjo el hecho de ver a su tierra desde el cielo. Y que, si es de justicia, y si es como yo creo, otros vendrán después de esto que lo enmienden, si es que hay algo que enmendar en un espacio de entretenimiento.
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