La sospecha popular de que la iglesia católica es un refugio de personas con un alto grado de represión sexual, ya sea inducida por un exceso de tabúes o por la falta de aceptación de su propia homosexualidad lleva confirmándose desde hace décadas, en las que los casos de abusos sexuales a menores salpican constantemente los periódicos.
Quizás la disminución del número de quienes quieren vestir los hábitos sacerdotales católicos tenga que ver con el hecho de que en las sociedades más avanzadas en temas sexuales no haya que esconderse detrás de un hábito para sentirse seguro, mientras que en países en los que la represión y el miedo al qué dirán empujan a muchos a enrolarse en una asociación que les protegerá de las malas lenguas de vecinos y feligreses; incluso de la justicia.
Harina de otro costal son los delincuentes sexuales que se introducen en la organización para poder hacer de su capa un sayo y delinquir a placer abusando de niños. La doble moral campa a sus anchas en la curia, y no importa la honorabilidad y santidad del cargo, a la vista de los altos cargos que abusan de niños.
Si damos crédito a las declaraciones del papa Paco: uno de cada 50 curas son pedófilos. Siendo estrictos un pedófilo no tiene porqué meter las manos entre la ropa interior de ningún infante. De hecho en la vida cotidiana se puede decir que la diferencia entre un pedófilo y un pederasta radica en que el primero tiene ganas de montárselo con un niño y el segundo ya lo ha hecho. Si esta misma diferencia la trasladamos a la iglesia católica la diferencia está en que un cura continuará siendo “sólo” pedófilo mientras los niños consigan correr más que él.
Y parece que ese dos por ciento de depravación salpica por igual a las partes bajas y altas del escalafón católico. Hay tantísimos casos, tantos escándalos sexuales con culpables vestidos de sotana, que el dos por ciento parece repartirse homogéneamente entre lo más bajo y lo más alto del escalafón. Por poner dos ejemplos llamativos. El cura mexicano Eduardo Córdova Bautista, que abusó durante 30 años (nada más y nada menos) de un centenar de niños y adolescentes. Y en el otro extremo de la jerarquía el ex-nuncio (ministro dentro del estado vaticano) cardenal Josef Wesolowski que ha sido castigado por el mismísimo Sumo Pontífice sin bajar a la calle (puede que también sin comer donuts) . Ambos tienen en común su militancia católica, su doble moral y que tratan de esquivar por todos los medios ser juzgados como cualquier otra persona.
La purgación de los pecados dentro de la institución católica no sirve, sólo es un brindis al sol para tratar de salvar el culo de los dirigentes católicos y poder continuar pidiendo dinero para financiar a bajo precio su empresa. Cuando se comete un delito hay que pasar por la cárcel. E independientemente de la alta o baja alcurnia del pederasta, éste debe poner la otra mejilla (o la otra nalga, tanto da) en la galería que le toque en suerte con el resto de presos comunes. Sin embargo la política de la iglesia católica no es esa. La primera opción es siempre ocultar el hecho, incluso tratando de comprar el silencio de las víctimas con dinero (si las amenazas no surten resultado). Sólo cuando la presión de la prensa o de los feligreses aumenta, sólo en ese caso, es cuando la curia decide actuar y trasladar al delincuente a otro sitio en el que no le conozcan. Pero esto sólo es para proteger al pederasta de la ira de los padres (los de verdad) que pueden partirle las piernas por poner sus libidinosos ojos encima de un tierno infante; y ya de paso con el traslado se fomenta que el cura pueda aumentar la lista de víctimas en otro lugar.
Lo que parece que siempre cae en el olvido es que los jefes de los pederastas, los que en primera instancia tratan de ocultar el delito a los ojos de la gente, para salvaguardar el nombre de la sagrada institución, son cómplices del mismo delito por encubrirlo.
Casi es más seguro dejar a tus hijos al cargo de Herodes que en la catequesis con el cura. Al menos sabes que si se pilla a Herodes cometiendo alguna tropelía sexual con un menor te lo puedes cargar sin problemas. Matar a un rey no es un hecho demasiado aislado, incluso entre los visigodos era algo muy normal (se ve que la incapacidad para dimitir en la península ibérica viene de lejos). Pero si al que se caza in fraganti es un hombre al servicio del dios de la cruz, entonces se le perdonan sus pecados después de mostrar su arrepentimiento. Bueno, eso es lo que dicen, pero en la praxis de los que se trata es de que no se entere nadie, y luego mandarle a algún lugar remoto alejado de los medios de comunicación mientras se enfría la noticia.
Y de este modo podrá seguir diciendo en otro lugar “Dejad que los niños se acerquen a mi, que detrás vendrá la Guardia Civil“
keagustitomekedao