Cuando la actualidad sitúa en nuestra proximidad acontecimientos luctuosos no es fácil substraerse de contemplarlos con mayor espíritu crítico y contribuir a su denuncia pública. Esa proximidad también moviliza pues nos acerca a una realidad que ya no es remota y lejana, sino inmediata.
En este blog ya hemos dedicado entradas al tremendo problema de los abusos sexuales de niños por parte de quienes se daría por supuesto que ejercían una función de custodia y educación como es el caso de los clérigos católicos. Y también de la escasa y oblicua respuesta a esa realidad por parte de las autoridades eclesiásticas.
Después de los casos de los colegios de los Hermanos Maristas, estos días han alcanzado los titulares de los noticiarios las denuncias de casos de pederastia en el monasterio benedictino de Montserrat, en alguna parroquia rural de Girona y, más específicamente, en la de un pequeño pueblo muy cercano a la ciudad desde donde escribimos, del que era responsable el cura párroco que ejerció allí durante más de treinta años.
El monasterio de Montserrat es una centenaria institución de enorme prestigio en Catalunya, prestigio no solo religioso sino también político por su carácter simbólico y por ser un núcleo de la defensa de las realidades culturales catalanas, especialmente en los años de plomo de la dictadura. Muchas familias catalanas católicas conservadoras tenían a gala integrar a sus vástagos más pequeños para su educación primaria en el monasterio. Muy significativamente tenía importancia la participación en la “Escolania”, Scola cantorum, coro infantil de gran prestigio. Varios de mis más prestigiosos colegas en mi universidad fueron “escolans” de Montserrat. La denuncia pública, diferida varias décadas, de casos de pederastia atribuidos a un monje encargado de las actividades de excursionismo, ha hecho tambalear los cimientos del monasterio asentado en la montaña sagrada del macizo de Montserrat, de tan peculiar paisaje.
El caso del pueblo cercano contiene la circunstancia que una de las víctimas sea un popularísimo miembro de una banda de rock, quien ya en su día creó una canción cuya letra aludía a la experiencia de la víctima de abusos siendo menor.
Hace ya tiempo que la dureza de las estadísticas ha descartado que los abusos a menores por parte de clérigos católicos se tratase de casos aislados. En los Estados Unidos la extensión y amplitud de la casuística ha conducido a numerosos procesos judiciales y a una extraordinaria cantidad de dineros para compensaciones a las víctimas que ha puesto en jaque la economía de las diócesis americanas.
La entrada de la Wikipedia en inglés sobre Casos de Abuso Sexual en la Iglesia Católica aporta 342 referencias bibliográficas sobre el tema. La versión en español contiene 181 referencias. Sin embargo, llama la atención que en las referencias por países no aparecen ni España ni Mexico, países com amplias mayorías católicas en su población. Ello queda abierto a interpretaciones, pero la más plausible es que se trata de países en los que la influencia de la misma Iglesia católica ha impedido la denuncia de casos.
Si se me permite una referencia personal, en mi ciudad había solamente dos instituciones dedicadas a la enseñanza media: un colegio católico de Hermanos de La Salle y un Instituto estatal. Yo realicé mi bachillerato en el instituto. Los críos de una y otra institución jugábamos juntos en la calle. Entre juegos y chanzas sí puedo recordar lo que corría entre nosotros en relación con los hermanos de la La Salle. Una definición, con la crudeza y el lenguaje soez de la chiquilleria era, a la pregunta de “¿Qué es un hermano?”, la respuesta era: “Un maricón con una bragueta que le llega desde el cuello hasta el suelo” (sic!). Todos sabíamos que algunos hermanos “tocaban” a los niños.
A estas alturas de la historia creemos que, pese a las protestas interesadas de lo contrario, la pederastia en el seno de los miembros del clero católico se relaciona directamente con las restricciones canónicas a una vida sexual común entre los clérigos. El celibato no forma parte de las prescripciones evangélicas y se introduce en la tradición católica cuatrocientos años después de la muerte de Jesucristo. La controversia sobre el celibato de los clérigos forma parte substancial de lo que fue la Reforma protestante y las guerras de religión de la Edad Moderna en Europa. Es muy probable que existan otras motivaciones de carácter psicosocial, pero la resistencia al reconocimiento de lo que es palpablemente un crimen, por parte de las autoridades eclesiásticas, deja a la jerarquía católica en una situación poco defendible.
Como cerrábamos el primer escrito sobre este tema, hace ya nueve años: “A los pediatras sociales nos incumbe la atención no sólo del 4% de los abusados por clérigos, sinó del 100% de los abusados. A los perpetradores de los abusos les corresponde enfrentarse a la justicia ordinaria. A las autoridades vaticanas sólo se me ocurre recomendarles que se lean de nuevo los evangelios.”
X. Allué (Editor)