Revista Psicología

Pedir perdón de mentirijillas

Por Saval

Pedir perdón en el siglo XXI es una muestra más de marketing moral. Existe una gran sensibilidad social con la gente que pide perdón. Por eso entiendo que no me vais a dar la razón. Simplemente quiero valorar el sentido de esos arrepentimientos. Voy a basarme en varios ejemplos habituales: terrorismo, la corrupción política, los abusos sexuales de sacerdotes y los clubs de fútbol con los ultras.
1. El mal: pedir perdón implica haber cometido algo que estaba mal. Puede ser algo que no sabíamos que iba a provocar daño. O que nuestra dejación de funciones haya provocado que otras personas hiciesen mal. Puedo entender ambas situaciones. No obstante, respecto a estos temas (robar, violar, matar) existe un consenso sobre que son malas acciones y encubrirlas o fomentarlas es igualmente negativo. No cabe por tanto el “no sabía que estaba mal”.

2. El origen del arrepentimiento: el arrepentimiento espontáneo, que alguien sea capaz de ver mal lo que está haciendo me parece factible y positivo. Pero en la mayoría de estos casos el perdón surge por una presión social. Cuando la sociedad exige alguna respuesta ante el hecho descubierto. Parece que entonces basta con “pedir perdón”. Tengo serias dudas de que haya un arrepentimiento, es más bien una obligación para salir del paso.

3. No arregla el pasado: no creo que exista “justicia”, “karma” ni “ser superior” que haga que si obras mal, te vaya mal y si lo haces bien, te vaya bien. La clave en este tema no es disculparse por lo que ya no tiene arreglo sino intentar poner los medios para que no vuelva a suceder. Y es raro que, habiendo montado el numerito de los golpes en el pecho o las diferente penitencias, los errores se repiten de manera cíclica. “La única lección de la historia es que no aprendimos  las lecciones de la historia”

4. La culpa difusa: en la mayoría de los casos se suele a aludir a un “no me consta” como base de la defensa. Pedir perdón en nombre de X (institución) pero alegar que son casos aislados. Corrupción y abusos han sido encubiertas (la corrupción además sistematizada) por esas instituciones que ahora muestran arrepentimiento. En el caso del fútbol creo que es bastante simple pensar que si creas una grada para que entre gente de determinada ideología y les das relevancia en el estadio se crean con capacidad de poder cantar sus consignas. No puede sorprender. Y es esta sorpresa lo más grave de todo. Un intento lamentable de escurrir el bulto. El clásico “más me duele a mi que estoy dentro”, “no sabía lo que pasaba” o, peor aún, “he puesto todos los medios para resolverlo”. Podríamos decir que “más vale prevenir que curar”.

Entiendo (aunque me provoca un profundo rechazo) que existe gente tolerante con la corrupción, los abusos, el racismo o el terrorismo. Que siempre y cuando sea de “los míos” lo permite, lo tapa o, incluso, lo aplaude. Pero también entiendo que entonces no tienes que pedir perdón porque sea lo políticamente correcto. Pedir perdón simplemente porque te han pillado.

 


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