Entradilla de la noticia del fracaso electoral de Pedro Sánchez publicada en “El Mundo Today”:
“Con 90 escaños y por encima del 22% de los votos, el PSOE consiguió los peores resultados de su historia, lo que ha obligado a Pedro Sánchez a exigir “de inmediato” la dimisión de su peluquero y estilista personal, Jorge Guzmán, a fin de renovar la imagen del PSOE”.
“España quiere izquierda; quiere cambio, pero es evidente que los votantes no han visto en mí a un líder porque no iba peinado como un líder”, continuaba el diario de humor.
Sánchez, realmente, no cree que fracasara, sino que triunfó pese a que ahondó el fiasco de 2011, cuando el PSOE quedó con 110 diputados. En 1982 había llegado a los 202.
Fue su actitud personal la que ha herido más al partido del verdadero Pablo Iglesias (1850-1925), resucitado por Felipe González en el tardofranquismo hasta llevarlo a esos 202 diputados.
Aunque tras catorce años de desgaste en el poder, perdió las elecciones al obtener sólo 141; Rajoy cayó de 186 a 123 en esta última legislatura.
Con ese golpe al PP, noqueado por la crisis, el PSOE debería esperar que Sánchez lo superara con un discurso ilusionante o convincente.
Pero no. Sólo atacó virulentamente a Rajoy e hizo y hace promesas contradictorias: lo mismo anunciaba que no pactaría con Podemos que trata de hacerlo humillándose, aunque se lo han prohibido los jefes socialistas de distintas regiones.
Pese a que algunas periodistas le llaman “El Guapo”, su carácter bronco, sus agudos chillidos y autoritarismo – destituyó electos y pactó coaliciones municipales suicidas con populistas—lo han hecho inaceptable.
Jorge Guzmán debería afeitarle la cabeza y mandarlo de Hare Krishna, cuya melopea “hare-hare”, es mejor que que se la corten.
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SALAS