Hoy hace tres años que Peter, Pedro de Miguel, falleció en Pamplona. Hoy le he recordado y me he encontrado con un correo de Leandro Perez Miguel (a él lo encuentras aquí o aquí, o aquí) en el que invita a conspirar para editar un libro con algunos retazos de sus escritos, editados o no, tomando pie en su inovidable blog, Letrasenredadas.
Con independencia del (buen) resultado de las gestiones de Leandro, y animado por lo que hoy publica el inseparable Juan Andrés Muñoz (Allendegui: "Escribir bien debería estar prohibido"), creo que a Peter -ahora que tiene todas sus letras bien desenredadas- incluso le gustará que reproduzca aquí un relato muy corto y muy suyo ["un microrrelato (entonces se llamaba cuento cortito)", decía]:
"Le fui a quitar el hilo rojo que tenía sobre el hombro, como una culebrita. Sonrió y puso la mano para recogerlo de la mía. Muchas gracias, me dijo, muy amable, de dónde es usted. Y comenzamos una conversación entretenida, llena de vericuetos y anécdotas exóticas, porque los dos habíamos viajado y sufrido mucho. Me despedí al rato, prometiendo saludarle la próxima vez que le viera, y si se terciaba tomarnos un café mientras continuábamos charlando.
"No sé qué me movió a volver la cabeza, tan sólo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad".
Así era y así es Peter con los que quizá se sienten solitarios.