Tras la caída del régimen zarista y la victoria bolchevique, la nueva organización social y política supone para la cultura rusa, y en particular para la producción musical, un cambio drástico. Los aristócratas, los altos burgueses son sustituidos en la platea de los teatros por la clase trabajadora. La música se convierte en reclamo de una creación que presenta un mensaje comprensible, claro, sencillo, nada abstracto y por encima de todo optimista, que tiene por objeto divulgar la ideología marxista-leninista; acaba significando una absoluta subordinación de la libertad creativa del artista a los intereses del partido. Se suprimen las asociaciones de músicos y se crean las uniones de compositores soviéticos; la consigna está servida: ser fiel al realismo socialista. A Stalin le encanta el cine (que apoyó con entusiasmo), además de la ópera y el ballet, a la música sinfónica la consideraba un mal menor y de ser debía contener un argumento; por lo tanto, la ópera, el ballet y el cine causaron furor en la Unión Soviética; estos géneros sirvieron para ensalzar el régimen político. Aunque la música sinfónica y la música de cámara se desarrollaron por caminos distintos, las obras musicales, fueran del género que fueran, se convertían en proclamas ideológicas y pura propaganda. Los primeros casos de sinfonías o poemas sinfónicos eran verdaderos cantos revolucionarios. En general muchas de las composiciones de este periodo musicalmente son irrelevantes, sólo tienen un valor documental.
Cuatro son los compositores que ocupan un lugar de honor en la época soviética-stalinista:
Serguéi Rajmáninov; el fracaso del estreno de su primera sinfonía le sumió en una larga depresión que a punto estuvo de apartarle de la composición para dedicarse a la dirección de orquesta. Por razones políticas, la mitad de su vida hasta su muerte transcurrió en los Estados Unidos. Nunca se adaptó bien a la cultura norteamericana, tenía pocos amigos, no hablaba correctamente el inglés; de su exilio en Estados Unidos lo único que le interesaba eran los dólares. Se le puede asignar a su figura la condición de víctima del sistema soviético.
Igor Stravinski; no fue un niño prodigio, ni siquiera un alumno aventajado en nada, pero sí un lector compulsivo lo que le convirtió en una persona extremadamente culta. Recibió una severa educación propiciando el desarrollo de un espíritu perfeccionista e intransigente. Ajeno en todos los órdenes a los vaivenes de la política rusa, cuando estalló la I Guerra Mundial, se exilió primero en Europa occidental y luego en Estados Unidos. Sin perder de vista sus orígenes, observaba pasivo lo que sucedía en el régimen soviético. No es un músico de Stalin, pero sí una contraposición de todo lo que musicalmente va sucediendo en su país. Su colaboración con Sergei Diághilev supone un hito sin precedentes en la historia del ballet moderno.
Serguéi Prokófiev; figura indiscutible en la historia de la música en Rusia. Hombre bondadoso, un tanto inocente, fue incapaz de detectar los problemas sociopolíticos que le iban a amargar la vida. Tuvo muchos éxitos y sonadas incomprensiones; los primeros producto de la percepción estética y fuerza del genio capaz de traspasar los muros de la ignorancia; y las segundas por sus propias reacciones incautas ante los acontecimientos políticos y sociales que rodeaban su vida. Maestro de la música y del ajedrez, amante de los animales; por un giro de su obra sufrió furibundos ataques acusándolo de formalista, antisoviético y antipatriota. Tras la pérdida de sus mejores amigos, con escasos ingresos económicos y permanente estado de alerta (su exmujer fue arrestada por sospechosa de espionaje) sus últimos años fueron penosos.
Dimitri Shostakovich; persona introspectiva, de humor cambiante y personalidad insatisfecha e insegura. Se convirtió en el compositor oficial de la URSS, aunque esa realidad encierra un buen número de contradicciones; supo aprovecharse oportunamente del sistema, aunque su relación con el régimen siempre fue un tira y afloja, Stalin lo trató mal y bien al mismo tiempo, le utilizó como marca propagandista para ser exportado internacionalmente. Nunca le importó pedir perdón o cambiar de postura entre digresiones político-musicales, lo que le permitió gozar de dilatados periodos de libertad para escribir su música. Después del fallecimiento de Prokofiev fue considerado el compositor más grande de la Unión Soviética.
Una vez caído el zarismo (que nunca fue un obstáculo para el desarrollo de la música), la nueva realidad político-social de Rusia exigía a sus creadores (entre ellos los músicos) insuflar en sus obras un nuevo sentimiento bautizado como "optimismo revolucionario", una especie de romanticismo alejado del considerado pesimismo burgués, el individualismo y las corrientes modernas tachadas de formalistas, se condenó cualquier movimiento musical proveniente de occidente. La música tenía que comunicar narraciones completas y comprensibles, las formas a utilizar habrían de ser aquellas que se basaban en el relato de una historia popular, debían servir al pueblo, debían ser un medio para conseguir las conquistas sociales del proletariado. El aparato propagandístico para promocionar la música en el interior del país en clave ideológica, adquirió proporciones gigantescas. Las posibles desviaciones en la mayor parte de los casos acababan en purgas, se ejerció una brutal censura aplicada a creadores y sus obras. La mediocridad lo invadió todo.