Pedro IV, El Ceremonioso (1319-1387). Hijo de Alfonso IV de Aragón y Teresa de Entenza, heredó la Corona de Aragón y los condados catalanes con 16 años. Reinó durante 50, y su norma de conducta se centró en abatir el poder de la nobleza, exaltar la autonomía real y aumentar sus Estados. Recibió el sobrenombre de el Ceremonioso por su afición a la etiqueta palaciega. Ambicioso, frío y cruel, no dudó en acudir a procesos de mera fórmula, con los que pretendía encubrir sus venganzas, que terminaban con la condena a muerte de los procesados, o a métodos tan expeditivos como el veneno.
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Pedro IV, El Ceremonioso
Nada más iniciar su reinado, se vio inmerso en la reclamación que su madrastra, Leonor de Castilla, le hacía sobre los considerables Señoríos que su esposo Alfonso IV de Castilla le había concedido y que Pedro IV de Aragón ordenó confiscar. Al borde de la guerra con Castilla, pudo solucionarse el pleito en la reunión de Daroca, donde se acordó la devolución a Leonor de lo confiscado. Al año siguiente de subir al Trono, Pedro IV, el Ceremonioso ajusto treguas de cinco años con Granada. Las relaciones con Alfonso XI de Castilla fueron buenas, y Pedro IV, el Ceremonioso ayudó con sus naves a la vigilancia del Estrecho de Gibraltar y a la conquista de Algeciras.
Los viejos enfrentamientos entre la Monarquía y la nobleza se iban a recrudecer en este reinado, complicándose con el problema de la sucesión. Pedro IV, que aún no tenía heredero varón, despojó a su hermano Jaime, conde de Urgell, de la Gobernación general del Reino para otorgársela a su hija Constanza en 1347. Los nobles, considerando que tal pretensión era contraria a las costumbres del Reino, no lo aceptaron y, junto con Jaime, formaron la Unión, a la que se sumaron la mayor parte la mayor parte de las ciudades de Aragón y Valencia.
En las Cortes de Zaragoza, en 1347, el sagaz Pedro IV, disimulando su contrariedad, reconoció los privilegios otorgados por Alfonso III restituyendo en su puesto a Jaime. Después, Pedro IV partió para Barcelona, donde se le unió su hermano, que fallecería a los pocos días, envenenado, según parece, por orden del Monarca. Los partidarios de Pedro IV, dirigidos por Lope de Luna[1], prosiguieron la lucha contra los unionistas, mientras el Soberano conseguía dividir a los nobles y atraerse la simpatía de los catalanes. Reunido un Ejército, marchó contra los unionistas derrotándolos en Épila en 1348, castigando a su Jefes con la muerte y a otros con la privación de sus bienes. Ese mismo año, Pedro IV convocó Cortes en Zaragoza y anuló el Privilegio de la Unión rasgando con su puñal el pergamino donde estaban escritos los privilegios, lo que le produjo heridas en una mano. Por esta acción, también se le conoce como el del Puñal o Punyalet.
Vencidos los unionistas en Aragón, Pedro IV se dispuso a someter a los de Valencia. Entregó a Lope de Luna el mando del Ejército, y venció a los valencianos en Mislata. La ciudad de Valencia se rindió y Pedro IV procedió a efectuar una durísima represión contra los principales dirigentes. El primer ajusticiado fue Juan Salas, Jefe de los unionistas valencianos. A determinados condenados a muerte se les hizo beber el metal fundido de la campana que servía para llamar a reunión a los unionistas.
El advenimiento de Pedro I, el Cruel al trono de Castilla marcó el fin de la concordia entre ambos Reinos. Si Pedro I, el Cruel apoyaba las aspiraciones del infante Fernando de Aragón, Pedro IV, el Ceremonioso amparaba a Enrique de Trastámara. La ruptura de relaciones dio lugar a largas guerras de desgaste, enmarcadas dentro del conflicto de la guerra de los Cien Años[2], que enfrentaba a Inglaterra y Francia, y que durarían desde 1356 hasta la trágica muerte de Pedro I en 1369. Lo que en realidad se dirimía en esta contienda era la hegemonía peninsular, así como el dominio en el Mediterráneo, que Aragón veía amenazado por la tradicional alianza entre Castilla y Génova. La guerra continuaría durante el Reinado de Enrique II de Castilla, que se negó a entregar a Pedro IV los territorios de Murcia y Alicante en pago de la ayuda prestada, hasta que la paz de Almazán (Soria) consagró la victoria del Trastámara, saldada con la hegemonía peninsular de Castilla.
Estos sucesos no apartaron a Pedro IV de su propósito de engrandecer su Reino. Apenas instalado en el Trono, acusó a Jaime III de Mallorca, casado con su hermana Constanza, de permitir la circulación en el Rosellón de moneda distinta a la catalana y de otros delitos. Bajo estas acusaciones, Jaime III, que era feudatario de Pedro IV, fue juzgado y condenado al embargo de sus tierras. El Ejército de Pedro IV conquistó fácilmente Mallorca y el Rosellón. El 29 de marzo de 1344, el Reino de Mallorca quedó anexionado a Aragón. Jaime III vendió al Rey de Francia sus derechos sobre Montpellier y reclutó un Ejército con el que desembarcó en Mallorca, pero fue derrotado y muerto en la batalla de Lluchmayor en 1349. El fallecimiento de Constanza, esposa de Jaime III, fue igualmente desgraciada. Cuando solicitó de su hermano, que la mantenía como rehén, permiso para reunirse con su esposo, la respuesta de Pedro IV consistió en darle una patada en su vientre ingrávido, lo que le causó la muerte. La misma suerte corrió su hijo, Jaime IV, que, a pesar de contar con la ayuda de Enrique II de Castilla, tampoco pudo recuperar sus tierras y se tuvo que retirar a Soria, donde, con toda probabilidad, murió envenenado.
Pedro IV tuvo que hacer frente a las sublevaciones que se produjeron en la Isla de Cerdeña, nunca totalmente sometida, y que eran alentadas por las Repúblicas de Génova, Pisa y Milán. Esta guerra distrajo grandes recursos del Reino de Aragón durante todo el Reinado de Pedro IV, quien aceptó la alianza de Venecia, rival de Génova. Tras varias batallas navales, Pedro IV se vio obligado a firmar una precaria paz en 1335 que no tardó en romperse. En 1361, Pedro IV casó a su hija Constanza con Fadrique, Rey de Sicilia. A la muerte de éste, en 1377, el Monarca aragonés impidió el matrimonio de su nieta María, se apoderó de Sicilia incorporándola a la Corona de Aragón, nombrando Gobernador a su hijo a su hijo Martín. Los ducados de Atenas y Neopatria[3], que venía reconociendo la soberanía del Rey de Sicilia, ofrecieron obediencia a Pedro IV.
Pedro IV contrajo matrimonio con María, hija de Felipe el Largo de Navarra y de Juana de Evreux en 1338. De María le nacieron tres hijas y un hijo: Constanza, que se casó con Fadrique, Rey de Sicilia; Juana, que contrajo matrimonio con Juan, conde de Ampurias; María que falleció en la infancia y Pedro, que vivió solo un día. Cinco días después, la Reina seguía a su hijo a la tumba.
En noviembre de 1347, Pedro IV contrajo segundas nupcias con Leonor, hija de Alfonso IV de Portugal y de Beatriz. Leonor tuvo que hacer el viaje por mar, en previsión de los peligros que pudiera correr al viajar por la enemiga Castilla, desembarcando en Barcelona. Pedro IV, en pleno conflicto con los unionistas valencianos, tuvo que trasladarse a Valencia, a donde le siguió su esposa y la Corte. La peste negra hizo su aparición en la primavera de 1348, muriendo diariamente en Valencia más de 300 personas. La Corte, empavorecida, huyó a Zaragoza, donde Pedro IV había convocado Cortes. En el camino enfermó Leonor, que falleció de la enfermedad en Jérica (Castellón). En julio de 1349, Pedro IV celebró sus terceras nupcias con Leonor de Sicilia, hija de los Reyes de Sicilia, Pedro e Isabel de Carintia. Con Leonor tuvo tres hijos y una hija: Juan, nacido en 1350, sería el heredero del Reino; Martín, nacido seis años más tarde, también sería Rey de Aragón; Alfonso falleció siendo niño; Leonor, que se casaría con el futuro Juan I de Castilla y sería la madre de Fernando de Antequera, futuro Rey de Aragón. La Reina Leonor murió en Lérida el 20 de abril de 1375.
Pedro IV contrajo matrimonio en 1377, por cuarta y última vez con Sibila de Forciá, viuda del caballero aragonés Artal de Foces. Sibila, ambiciosa e intrigante, ya era amante del Rey en vida de Leonor, por lo que no fue aceptada por la familia real y el Monarca tuvo que celebrar sus esponsales en una ceremonia privada. Como era analfabeta, tuvo que poner Pedro IV a dos monjas para que enseñaran a Sibila a escribir y a leer. Pedro IV subyugado por la belleza de Sibila, de la que ya tenía dos hijos y una hija, llegó hasta la complicidad con su esposa en la persecución de su hijo y heredero, Juan, que se negaba a rendir homenaje a la nueva Reina. Sibila fue acumulando en la mente de Pedro IV ofensas y calumnias contra su hijo Juan, quien acabó por rebelarse contra su padre en los últimos días de la vida de éste.
Pedro IV agonizaba, y Sibila, temerosa de la venganza de Juan, huyó deslizándose por la noche del ambiente de su breve, pero despótico Reinado.
El Monarca, que, a decir de un mercador italiano “ya no era más que un carnero disfrazado de buey”, falleció en Barcelona el cinco de enero de 1387, abandonado de su esposa e hijos. Dejaba el Reino sumido en la decadencia del poder político e inmerso en una grave crisis económica y social, y a la población diezmada y empobrecida por los sucesivos brotes de peste negra, hambre, plagas de langosta y años de malas cosechas. Pedro IV protegió las letras, fundando en Huesca el primer estudio general de Aragón, siendo él mismo trovador y cronista. Creó para el heredero de la Corona aragonesa el título de duque de Gerona. Le sucedería en el Trono su hijo Juan I, el Cazador.
Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es
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Bibliografía
RÍOS MAZCARELLE, Manuel. Diccionario de los Reyes de España.
[1] Lope Fernández de Luna (1327- 1382), Señor de Luceni, fue un religioso y militar.
[2] La guerra de los Cien Años fue un conflicto armado que duró 116 años (uno de enero de 1337-17 de octubre de 1453) entre los Reinos de Francia e Inglaterra. Esta guerra fue de raíz feudal, pues su propósito era resolver quién controlaría las enormes posesiones acumuladas por los Monarcas ingleses desde 1154 en territorios franceses, debido al ascenso al Trono inglés de Enrique II Plantagenet, conde de Anjou. Tuvo implicaciones internacionales y finalmente, después de numerosos avatares, se saldó con la retirada inglesa de tierras francesas.
[3] El ducado de Neopatria fue un territorio histórico situado en Grecia, en la región de Tesalia, alrededor de la ciudad de Neai Patrai.
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