Cuando en una democracia representativa el líder de una formación traiciona la voluntad de sus votantes, traiciona el programa que sometió a los electores en la urnas, es lo único que se puede decir “Pedro Sánchez dimisión”.
Aquel “Con Rivera no” de la noche electoral trastocó los planes de un partido que quería gobernar con Rivera, y ha necesitado urdir una estrategia que le permita convencer a sus votantes de que, con quienes querían que formase gobierno, porque en campaña se hizo ver que gobernarían juntos, no es el socio que necesitan.
Al margen de la necesidad del PSOE de hundir a Podemos para que no termine comiéndole la tostada, siempre se ha visto que la realidad no era la que pintaron estos ocho meses pasados. No hay entendimiento entre ambas formaciones, no puede haberlo.
Unos viven del liberalismo, de las puertas giratorias, de integrarse en la gran empresa mientras maquillan su imagen de “partido de los trabajadores” con sus siglas (ya no queda más que las siglas para decirlo).
Los otros viven del clamor popular, de la reivindicación de derechos de la clase obrera, de las aspiraciones de justicia social y el bienestar perdido.
No es compatible su coalición, porque defienden intereses distintos. Representan intereses enfrentados. La patronal gobierna las decisiones del PSOE, los trabajadores las de Podemos.
Se pueden sentar patronal y sindicatos para llegar a acuerdos, pero no pueden gobernar juntos para tomar decisiones en común.
El problema de profundidad de este país es precisamente que hasta que surgió Podemos, no existía un partido con fuerza para participar en el gobierno y que realmente representara los intereses de los trabajadores. Que tantos años de democracia bipartidista a lo Kang y Kodos (en el capítulo con temática de bipartidismo de los Simpsons) de PP y PSOE, no eran más que una obra teatral en el que dos matices de liberalismo con careta de socialdemocracia y cristianodemocracia defendían los intereses de un único cliente: el gran capital.
Ahora, Sánchez tiene una difícil tarea para no mostrar la verdadera cara del PSOE liberal, que ya ha mostrado tantas veces.
Repetir elecciones supondrá que gobernará su cliente, el liberalismo, pero no él. Y claro, Pedro Sánchez quiere gobernar. No puede hacerlo con Podemos, sus amos lo fustigan si hace el amago, pero tampoco sin ellos.
La salida a todo esto será, una relajación de Ciudadanos para terminar pactando, como llevamos tanto tiempo, tantísimo tiempo advirtiendo. El único aliado natural que puede encontrar el liberalismo, es el liberalismo. Pero resulta que el liberalismo ya ha decidido que Sánchez es un ciclo que ha terminado, y ahora toca Casado.
Cuando coinciden lo justo, democráticamente, y los anhelos del gran capital, parece inevitable que suceda. Por tanto, parece que la única vía para este país es Pedro Sánchez dimisión. En ese momento, y con otro nombre, Ciudadanos aceptará un pacto de investidura con PSOE, y ya tendremos la unión natural de Kang y Kodos.