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A veces creo que muchos de los que vapulean a diario a Pedro Sánchez no tienen en cuenta un detalle importantísimo que les ayudaría a comprender algo mejor la situación política que vive España en estos días en que los líderes adolecen de liderazgo auténtico y sus promesas se ven desmentidas con la misma rapidez con las que ellos preparan otras promesas y argumentos que el tiempo y los hechos desmentirán de nuevo inmediatamente.
Pedro Sánchez está donde está por ser lo que es. Una aseveración simple; pero estoy convencido de que es real. Sánchez está donde está porque era el guiñol perfecto para liderar una ¿oposición? al gobierno del PP y convertirse en un recambio perfecto de Mariano Rajoy. Un político de izquierdas lo más parecido posible a Zapatero para asegurar que las políticas marca ZP, continuadas y “mejoradas” por Rajoy el traidor, sigan su curso con todo éxito en lo social, lo cultural y lo económico. Precisamente por eso, si observamos bien y a estas alturas nos dejamos ya de estupideces como preferencias de partido, de ideología y hasta de medio de información, veremos que las líneas maestras del gran plan cuya cabeza visible aunque escasamente amueblada fue Rodríguez Zapatero, siguen siendo hoy tan actuales como en aquella época en la que funestos y mediocres personajes como Pajín, Aído, Sebastián, Rubalcaba, Blanco, Calvo, De La Vega, y un largo y vergonzoso etcétera campaban a su aire favoreciendo a ETA, imponiendo la dictadura de género, derrochando un dinero público que no es de nadie, arruinando la economía y el empleo y enemistando a nuestra nación con quienes deberían ser sus mejores aliados.
No es de extrañar que Sánchez haya fichado para su equipo a una banda de anormales ideológicos y personajes menores de la ética y la moral que ya dieron su juego con Zapatero. No es de extrañar, porque este presidente no aspira a otra cosa que perpetuarse en el poder por puro interés personal y también, no nos engañemos, para que nada cambie, dentro de lo posible.
Todo en él es fake. Su doctorado, sus poses, sus fotos imitando a Obama, su impostada voz, y su supuesta personalidad pública, que no es más que imitación de otros personajes. Lo único que se adivina auténtico en él es su impostura, su narcisismo y su sonrisa de lelo cuando Trump le ordenó sentarse y el obedeció como si hubiera tenido delante a su dueño y señor Soros.
¿Qué podemos esperar de un político así? Por un lado poca cosa útil, y por otro mucho lastre que tirar por la borda en cuanto haya ocasión de librarse de semejante inepto mientras esperamos que le suceda otro igual.
Una de las principales prioridades del actual gobierno sigue siendo ganar la guerra civil perdida en el 39; lo que incluye la derrota total del dictador Franco. Esto no es nuevo. Felipe González ya lo hacía en la campaña electoral que le llevaría a la victoria en 1982, y desde entonces todo líder izquierdista que se precie ha hablado de Franco como si éste estuviese vivo y a punto de tomar de nuevo el poder; lo que demuestra que servirse del rencor, del miedo y de la estupidez de las masas suele ser más rentable que un programa electoral coherente. Así las cosas, quizás sea cierto que vamos directos a la convocatoria de nuevas elecciones y el gobierno socialista disponga de encuestas que le otorguen un incremento de votos, porque hay una noticia que desvela que la astucia de Sánchez-y no confundamos astucia con inteligencia-le lleva a comprender que en España aún hay mucha gente que se deja convencer por cualquier politicucho de tres al cuarto que dice luchar contra el franquismo como si estuviera viviendo con los maquis en los años 40.
El presidente socialista no ha logrado aún echar a lo que queda de Franco del Valle de los Caídos. El abuelo se resiste y el ridículo del falso doctor Sánchez parece ya más estructural de lo que se suponía, que ya era mucho. De modo que Sánchez prefiere abrir otro frente y quiere quitar a la familia de Franco la propiedad del Pazo de Meirás para entregarlo al Patrimonio Nacional… o a saber a quién. Resulta que esa batalla podría ser una victoria relativamente rápida para el socialista si, como le han aconsejado los servicios jurídicos del Estado, optase por la expropiación. Pero aquí no interesa precisamente el bien común ni la defensa de los derechos de los ciudadanos, ni de nadie. Aquí lo que interesa es el pan y circo que tan buen resultado ha dado siempre a los políticos en este sufrido y machacado país. Pan y circo para mantener contenta o cabreada, pero distraída, a la muchachada. Así que en lugar de la expropiación, este mediocre Presidente del Gobierno de España se ha decidido por la demanda civil contra la familia de Franco a sabiendas de que esto supondrá una nueva y larga historia de titulares y cruces de acusaciones entre partidarios y detractores, además de un gasto innecesarios del dinero de todos los españoles. Pero nada de eso le importa. Aquí lo principal es abrir otra polémica con la que aburrir a unos pocos y exacerbar a la mayoría. Cualquier cosa con tal de distraer a los más posibles y apartarlos de la realidad todo el tiempo que se pueda. Y sabe que esto funciona. No ha dejado de funcionar durante muchos años como una maquinaria de precisión. Unos vienen, otros se van, pero las tácticas son las mismas de siempre.
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