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Pegamento para sueños rotos

Publicado el 16 junio 2011 por Cosechadel66

-Buena tardes. Mire, vengo buscando algo especial. No se si podrá ayudarme.

-Pues cuénteme usted. En esta tienda estamos para intentarlo, al menos.

-Muy amable. Mi problema es sencillo, tengo al menos media docena de sueños rotos. Y un amigo de un conocido de un cuñado me ha dicho que puede que aquí tal vez pudiera conseguir pegamento para sueños rotos.

-Uff. No me pide usted nada. Complicadita está la cosa. Claro que le entiendo. Según va el mundo, los sueños nuevos son cada vez más difíciles de encontrar. Y luego tenemos la cuestión del precio que se está dispuesto a pagar, por supuesto. Así que comprendo perfectamente que se intente arreglar un sueño ya conocido.

-Pues en esas estamos. Creo que he logrado recoger todos los pedazos, pero tampoco estoy seguro. Fue de repente. Lo mismo algunos se me quedaron debajo del sillón.

- Suele pasar. Los sueños es lo que tiene. Piensas que todo va bien y zas! Te encuentras con los sueños rotos.

- Bien, y entonces ¿que me recomienda?

-Tengo eso tan manido de una noticia buena y una mala. La buena es que puedo hacerle un pegamento para sueños rotos.

-Bien!! ¿Y cual es la mala?

-La mala es que los ingredientes me los tendrá que traer usted. No hay otra manera…

-Vale… ¿Pero cuales son?

-La verdad es que varían bastante de una persona a otra, aunque mantengan más o menos una serie de características comunes. Podemos decir que los besos, por ejemplo, funcionan muy bien. Pero no un beso cualquiera. Deben ser besos de amor, de deseo. Besos dados a conciencia, de los que se bordan en los labios y por dentro. Un beso una tarde de abril, por emplo, dado por que si, por que el mundo no importa y si sus labios. Esos hacen un buen pegamento.

-Ummm puede que pueda conseguir alguno.

- Intente conservarlos bien. Es conveniente no olvidarlos en cualquier parte. Pero sigamos, que me pierdo. Una cosa casi imprescindible, aunque complicada, es la mirada de un niño. Estupendas las anteriores a recibir un regalo. Miradas brillantes cuando se imaginan aventuras, miradas perdidas de fantasía escuchando un cuento. Miradas tras lágrimas en las caidas. Y si son propias, mejor. Rebusque por ahí dentro, seguro que aun le queda alguna suelta. Suelen esconderse tras esas listas interminables de obligaciones y normas de los adultos. Busque un par, quíteles el polvo y me las trae.

- Lo intentaré… esto se pone complicado.

-Nadie ha dicho que fuera fácil. Pero… Podemos añadir, para que se haga más consistente, la sonrisa de un desconocido. Una de esas sonrisas para adentro que se dejan asomar de vez en cuando. La de esa chica en el metro que recuerda la noche pasada y aún cree sentir los brazos de él delimitando el mundo pequeñito donde todo está a salvo. La sonrisa tonta del padre que ve a su hija dibujar a trazos locos su casa en un papel, o la que se pone viéndola dormir, quizás soñando, cuando el silencio parece dormir también.

-No hay otra, tendré que buscar… ¿algo más?

-Pues vendría de perlas un tarde con amigos. Una tarde de las de arreglar el mundo. Una tarde de la de “Estás igual”, de las de birras y recuerdos, de esas con gente que sabe lo que guardas por ahí dentro. De las que cuesta terminar y hacen retroceder los calendarios. Eso pega sueños estupendamente bien. Y creo que más o menos es todo.

- Bien, pues intentaré acordarme de todo…

-Ya verá como si. Un poco de esfuerzo y lo conseguirá.

-Muchísimas gracias por todo. ¿Cuanto le debo?

-Deje un sueño en aquella cajita de madera. Un sueño normal, no importa si es pequeño. Que haga sol en dos días para ese viaje, que gane su equipo tres a cero, que por fin ella sonría de nuevo. Que aquel vuelva a llamar. Cualquiera vale. Eso es todo.

. Pues ahí se lo dejo. Hasta pronto.

-Hasta pronto, caballero. Buena suerte con su pegamento para sueños rotos.

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