Es absurdo pretender que los hijos aprendan por medio de los golpes a respetar y querer a sus progenitores, lo único que van a aprender es a tenerles miedo.
Aún son muchos los que piensan que un cachete a tiempo es el único modo de enseñar a los más pequeños las diferencias entre lo que está bien y lo que está mal, pero si los hijos acaban obedeciendo no va a ser porque comprendan esa diferencia, sino porque no quieren que se les vuelva a hacer daño, por lo tanto aprenden a actuar en función de si reciben golpes o no.
Los niños no aprenden con los golpes
Entonces, ¿qué pasará cuando los padres no estén delante? Pues que los niños llevarán a cabo esa conducta incorrecta ya que no han entendido porqué no está bien hacerlo, solo saben que ahora no hay nadie que les pegue.
Actuar motivados por el miedo no es la mejor forma de desarrollarse, los niños que son criados a base de jarabe de palo son más inseguros, su autoestima es baja y tienen muy poca confianza en si mismos.
Todo ello afecta a su personalidad y repercutirá en el tipo de adultos que sean. Es muy probable que los niños que han recibido a menudo castigos violentos tiendan a la depresión, además de reproducir el modelo en sus relaciones con los demás.
Un niño al que se le pega con frecuencia ante cualquier mala conducta es a su vez un niño que se relacionará con los otros pegando. Esto causará rechazo entre los demás, tenderá a ser un niño solitario, también puede derivar en una personalidad déspota e intransigente a la que los demás obedezcan por miedo. Es habitual que el rendimiento académico sea bajo y que tengan dificultades a la hora de expresar sus emociones y sentimientos.
Pegar no es enseñar
Si se pega no se enseña, y esto es así desde que son muy pequeños. Un niño de dos años entiende perfectamente que ha hecho algo mal solo por la cara de sus padres. Hablarles en un tono serio y mostrarles nuestra tristeza a la vez que se le explica por qué eso que ha hecho está mal, es una lección que aprenderá mucho mejor que si simplemente se le da un tortazo y se le dice que eso no se hace.
Lo primero requiere mucho más esfuerzo y paciencia por parte de los padres, mientras que el cachete suele salir de forma automática. Pero es necesario pararse a pensar antes de ese primer impulso de soltar la mano, es un niño pero con el golpe no vamos a conseguir nada. Si queremos que nuestros hijos sean personas emocionalmente sanas debemos tratarlos con respeto desde el primer momento. A nadie se le ocurriría pegar un tortazo al vecino por tirar un papel al suelo, si no actuamos así con el resto de personas menos aún con nuestros propios hijos.
Pensemos que somos su ejemplo a seguir, en nosotros depositan toda su confianza, y si las personas a las que más quieren les tratan a golpes, ¿qué podremos esperar de ellos en el futuro?