Revista Diario

¿Pegarles es la solución?

Por Belen
El otro día contemplé estupefacta como una mamá resolvía un problemilla que había causado su hijo pequeño de 2 años. La situación era la siguiente, la mamá estaba cotorreando con una vecina, estaba con la tía de la criatura, y otros niños más mayores correteaban alrededor. La madre, muy absorta en la conversación (la cual debía ser apasionante), deja sus gafas de ver (muy chic) en el carrito de la criatura y se pone sus gafas de sol. El nene ve algo rosa, en su carrito diciéndole claramente cógeme. Y eso hizo el niño cogerlo. Las examinó y como no vio nada interesante en ellas, ni nada que pudiera entretenerle las tiró al suelo.


La mamá no se percató, ella seguía enfrascada en su interesantísima conversación, pero la tía de la criatura sí lo vio. Rauda y veloz cogió al niño por el brazo y pim, pam, pum, le arreó tres sonoros azotes a la velocidad del rayo, eso sin mediar palabra. La mamá ante los cachetes proporcionados reaccionó y se dio cuenta de lo sucedido. Rauda y veloz (esta vez sí) propinó otros tres cachetes al niño. La tía, muy tranquila le dijo: -"no le des más que ya le he dado yo". Que no le de más, pero parece que sí se merecía esos otros tres azotes de propina que se había llevado.


El niño rompió a llorar, y cuando el pobre estaba deshecho en lágrimas la madre entre gritos y zarandeos le dice que por qué ha hecho eso. Me dieron ganas de contestar por el niño, que obviamente no estaba en disposición de hacerlo. Pues igual lo ha hecho porque tu le has dejado a su alcance, nada menos que en su carrito, un objeto atractivo y él, curioso como todos los niños, ha ido a examinarlo. Como es normal un niño de esa edad no va a entender que esas son las gafas de mami, que por supuesto no se tiran al suelo, y que por supuestísimo si se rompen mami no ve. Pues no oiga, eso no lo entiende un niño. Pero igual una persona adulta sí entiende que unas gafas para poder ver no se dejan abiertas en el carro de la criatura, sino que se guardan en su fundita, y ésta a su vez en tu bolso.


¿Créeis que ese niño entendió algo? Si yo siendo adulta no lo entendí, imagináos esa pobre criatura. A veces los mayores cometemos errores absurdos y culpamos a los niños por ello. Y no se nos ocurre mejor manera de arreglarlo que unos buenos azotes. Cuantas veces tengo que oir yo cuando a mi niño le da por cogerse alguna pataleta en público, eso de con unos buenos azotes se arregla. ¡Chúpate esa!. Sí, sí, en pleno berrinche, cuando ya están en ese bucle que ni entienden ni escuchan tu le propinas unos buenos golpes y ellos automáticamente dejan de llorar y te dicen mamá perdona que me he portado mal.
A mi personalmente me parece que esos azotes no arreglan nada, no llevan a ninguna parte y en este caso concreto no han servido para que el niño entienda que eso no se hace. En primer lugar el fallo es de la madre por (insisto) dejar sus cosas de valor al alcance de una criatura. Pero todos cometemos errores, entonces por lo menos moléstate en explicar al niño por qué no se tiran las cosas al suelo, dile que es de mami, que se puede romper, haz que lo recoja y vea si se ha roto. Hay muchas maneras. Pero claro supongo que si hacemos llorar al niño porque se lo merece, hasta nos sentimos mejor.
El castigo físico no nos va a ayudar a educar a nuestros hijos, no sirve para nada y es cruel. Esa es mi opinión y la de muchos expertos en la materia. Cada uno tenemos nuestra opinión, que duda cabe. Oigo muchas veces que unos azotes no es pegar, que siempre vienen bien, que así aprenden disciplina. No estoy de acuerdo. La disciplina no se aprende a golpes.
Yo misma cuando mi hijo ha entrado en cuadro berrinchoso le he zarandeado para hacerle reaccionar (cosa que por cierto no siempre he conseguido), y reconozco que a veces ante situaciones estresantes y desesperantes (que todas y todos habremos padecido), con una criatura chillándote, pataleando, y tu ahí desesperada después de una hora de lloros , uno puede perder los nervios. Pero esto no es el caso que cuento. Este caso se produce en plena tranquilidad de adultos y niños. Y ahí la primera reacción son los azotes.
Cada uno educa a sus hijos de la mejor manera que sabe, pero quizá deberíamos revisar ciertas prácticas que ya han quedado algo obsoletas y que no conducen a ninguna parte.

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