Pensaba que la campaña de las elecciones europeas iba a ser un dechado de prudencia y elegancia. Todo parecía indicar eso: por primera vez hay elecciones europeas-europeas, donde conocemos por primera vez los candidatos de las principales fuerzas a nivel europeo, donde los debates son sobre temas más profundos y en una primera fase no parecía que los temas nacionales prevalecieran sobre los europeos.
Pero el ser humano tiene la enorme capacidad de innovar incluso para transformar parte de la campaña europeas en un vodevil. Desde partidos cuyo logo es la marca de agua de la cara del candidato, pasando por campañas de selfies, la confusión entre “infografía” y “foto del candidato con muchos filtros donde se le incluye una frase”, a la transformación en el papá pitufo del candidato del PP.
No sé tú, lector de este blog, pero ver el cartel de cañete me hace recordar la serie de carteles de “Soviet Men Under Red Father” o SMURF (pitufo).
Pero la palma, hasta el momento se la lleva las declaraciones de Arias Cañete, el candidato con sobredosis de azul del Partido Popular Español.
Después del debate con Elena Valenciano se le ocurrió declarar lo siguiente:
“para un hombre es más complicado debatir con una mujer”. “Si la acorralas, es machista”, “hace un abuso de superioridad intelectual” da una impresión “machista” ante una “mujer indefensa”. Arias Cañete, candidato del PPDespués de esas declaraciones uno esperaría que se subiera a su carruaje tirado por mamuts y se acercara a su caverna.
El machismo no es sólo defender que la mujer juegue un papel secundario en el mundo, sea laboral, económico, político o social. Tampoco es únicamente relegar a las mujeres al papel de auxiliares en la vida, siendo quienes carguen con las tareas más ingratas y duras o las que menos reconocimiento tienen. Tampoco es sólo atentar contra sus derechos reproductivos y de su propio cuerpo como hace el ministro de justicia con su reforma de la ley del aborto.
El machismo también es sociológico, es considerar a una persona como inferior o más débil por lo que le cuelgue entre las piernas.
Para Cañete, discutir en política con mujeres es algo parecido a lo que ocurría en los patios de colegio entre chicos y chicas, “que pegarse con ellas es de cobardes”. Cañete no se ha quitado los prejuicios de los niños que nacieron en su patio de colegio, vive plenamente en ese machismo sociológico donde una mujer se la considera muchísimas cosas entre una diosa y una fregona, pero nunca como una persona o como un igual.
Francamente no me imagino a Valenciano como una criatura débil que requiera un trato distinto al de Cañete, tampoco me imagino a las (pocas) líderes europeas teniendo ningún problema en lidiar con personajes de la talla de Cañete. Dudo mucho que Cañete le aguante cinco minutos de duro debate a Ángela Mérkel o a Helle Thorning-Schmidt, la primera ministra danesa.
De hecho tampoco me imagino a Cañete teniendo que tener un especial trato con Soraya Saenz de Santamaría, ni tampoco con su rival del PSOE, Elena Valenciano. Cañete al parecer realizó un debate peor que el de Valenciano, y como buen machista sociológico que además conoce que las imágenes que evoca tienen fiel reflejo en una parte de la sociedad, utilizó el “pegarse con chicas es de cobardes” para justificarse.
Lo malo, es que ese machismo sociológico aún existe y que en una parte del electorado el mensaje de que Cañete fue especialmente suave por ser Elena Valenciano una mujer, aún cuajará.