En este post queremos abordar esta temática dando unas pinceladas del origen de estas situaciones, así como algunas pautas que os ayudarán a atajar el problema.
La rivalidad y las peleas entre hermanos/as se deben considerar como una parte normal dentro de las relaciones fraternales, pero eso no quiere decir que debamos aceptarlas sin más, ni tampoco que debamos reaccionar de forma desproporcionada ante ellas.
Las causas de las peleas entre hermanos/as, pueden ir desde la personalidad de cada uno/a, el momento evolutivo en el que se encuentra cada niño/a o incluso la respuesta que como padres y madres ofrecemos a nuestros hijos/as a estas peleas o disputas.
El que nuestros hijos/as se enfrenten constantemente es debido también a que existe una rivalidad innata al querer establecer un dominio sobre el otro, y además por la necesidad de llamar la atención de los padres y madres y disputarse el cariño y atención de ellos. La rivalidad entre hermanos/as es necesaria para que se vaya estructurando la personalidad de cada uno/a y sirviéndolos además para su proceso de socialización, ya que cuando los niños/as se integran a la etapa escolar es mucho más fácil que se adapten a las relaciones con sus compañeros/as debido a que ya no serán tan egocéntricos.
Los motivos y las causas son infinitos, cualquier cosa puede originar una pelea: la comida, juguetes, ropa, quien abre primero la puerta, quien ocupa determinado espacio en el coche, quien se sienta al lado de papá o mamá. Aunque por otro lado, hay situaciones muy específicas que acentúan mucho más esa rivalidad como por ejemplo, cuando los padres se centran más en alguno de los hijos/as ya sea porque es el nuevo miembro en la familia, está enfermo, es más tímido, tiene conductas disruptivas o cualquier otro motivo que los padres y madres consideren que requiera más atención.
Aunque es recomendable intentar mantenerse a cierta distancia de las disputas de nuestros hijos/as, a veces es necesario intervenir en ellas ya que los adultos tienen mayor capacidad emocional, más herramientas, estrategias y experiencias en las relaciones sociales, y por lo tanto deben acompañar y guiar a sus hijos/as en este aprendizaje, que comienza con el nacimiento de los mismos/as pero que a veces no sabemos cuándo termina.
Los adultos no tienen siempre que resolver o intervenir en los conflictos de los niños/as, sino de ayudarlos a reflexionar a través de preguntas, fomentar la comunicación, pedirles que se pongan en el lugar del otro/a, analizar la situación con ellos/as etc. Con este tipo de estrategias les ayudaremos a ampliar sus ‘repertorios’ a la hora de actuar, promoviendo la lealtad, el respeto, la empatía, la adecuada forma de resolución de conflictos y la tenencia de relaciones saludables.
Que podemos hacer como padres y madres:
- Establecer normas de conducta muy claras y equitativas para todos los miembros de la familia.
- Explicar a nuestros hijos/as las consecuencias de las peleas y las agresiones.
- Nuestros hijos/as deben saber que pelear no es la mejor forma de resolver los problemas, deben ver a través de las consecuencias de sus actos que es mejor llegar a un acuerdo entre ellos, siendo tolerantes y generosos. Si empezamos a transmitir estos valores a nuestros hijos/as desde sus primeros años será más probable que los incorporen y mantengan durante toda su vida.
- Debemos dejar que nuestros hijos/as intenten solucionar sus conflictos, pero intervenir cuando la pelea sea física o se insulten; en tal caso hay que dejarles claro que no se va a permitir que se peguen ni se falten el respeto bajo ninguna circunstancia.
Si la agresión física continua, lo más adecuado es separarlos sin hablar ni discutir con ellos, y buscar espacios diferentes para cada niño/a donde puedan calmarse y reflexionar. Se les indicará que cuando se hayan tranquilizado y reflexionado volveremos a hablar con ellos para que resuelvan el problema. - No tomar partido hacia ninguna de las partes. No se trata de buscar culpables.
- Evitar los castigos físicos porque eso reforzaría la idea de que la violencia es la solución de los problemas.
- Después de una pelea es bueno hablar con cada uno de sus hijos/as al respecto y se les debe reconocer sus sentimientos.
- Uno de los métodos de aprendizaje de los niños/as es la imitación, por eso debemos demostrar el afecto nuestros hijos/as tanto con palabras como con hechos, así conseguiremos que ellos/as lo extiendan hacia los demás y sobre todo entre los miembros de la familia.
- Mantener la calma y hablar a nuestros hijos/as con tranquilidad cuando vayan a solucionar el conflicto. No debemos olvidar que somos el ejemplo, por lo tanto prohibido mostrar una conducta violenta.
- Tener en cuenta que también la relación de pareja influye directamente en el comportamiento entre los hermanos/as. Los niños/as imitan a los adultos por imitación, si nosotros/as llevamos una relación agresiva no podemos pedir a nuestros hijos/as calma y respeto.
- Evitar las comparaciones, el favoritismo y la falta de atención a los hijos/as; sólo sirve para acentuar la rivalidad entre hermanos/as y afecta a su autoestima.
- No olvidemos dedicar tiempo por separado a cada uno de los hijos/as y fomentar una comunicación sana.
- Refuerzo positivo: elogiar las actitudes adecuadas de nuestros hijos/as, felicitar cuando no se peleen y mostrarles lo contentos/as que estamos por ello. Esto aumentará la probabilidad de que las conductas adecuadas se repitan con más frecuencia y se mantengan en el tiempo.
- Si las peleas son frecuentes e intensas, la situación se descontrola y esto produce que la dinámica familiar sea inadecuada y se deteriore la convivencia, es aconsejable buscar ayuda profesional.