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"Peligro en la retaguardia" Joan Peiró i Belis

Publicado el 01 junio 2015 por Matapuces

Al instaurarse la República, la revolución política que España necesita para incorporarse al concierto de los pueblos inteligentes y espiritualmente libres, fue sacrificada a la influencia de un tópico funesto. Se quiso dar al mundo la ejemplaridad de un pueblo que cambiaba su régimen político sin una conmoción violenta y sangrienta, sin dar demasiados quebraderos de cabeza a la plutocracia y a los reaccionarios de todo pelaje, y los hechos no tardaron demasiado en demostrar al mundo que los republicanos y socialistas eran víctimas de su propia necedad. No tenemos que demostrar la historia de España, desde el año 1933 hasta los días presentes.

Conscientes de las realidades, sabemos que la revolución no son solamente los hechos violentos de la calles y las barricadas. Una reforma jurídica, políticamente y hasta socialmente, puede tener un contenido profundamente revolucionario. Lo que no sabemos es que haya en el mundo ningún pueblo que cambie su régimen político sin un choque violento entre las dos fuerzas antagónicas, las que, en toda ocasión, han aportado a la lucha la inevitable contribución de sangre, de una sangre -al ardor de la cual se forjan los héroes vencidos y los símbolos de los regímenes triunfantes. Y España no podía ni puede ser una excepción.

Si ciertamente se instauró la República evitando el derramamiento de sangre, es igualmente cierto que la República ha vivido siempre precariamente, que la pretendida revolución jurídica, pretensión que han tenido los gobernantes del primer bienio, tan sólo han sido una serie de tópicos y de figuras retóricas escritas sobre el papel, y es más cierto, aún, que la existencia del nuevo régimen depende menos de su contenido revolucionario que de la gesta de cualquier Pavia despiadado.

Y es evidente, una cosa fatalista, que mientras la revolución política no se profundice hasta las bases superficiales de la economía española, -la que representa el más nimio principio de justicia social-, la República vivirá precariamente, quedando en peligro de esfumarse a la primera contingencia de cualquier aventurero con sable, porque los aventureros con sable, hoy como en los tiempos de la monarquía, reciben el calor y el impulso de los potentados y de los reaccionarios, que permanecen con la cabeza sin reventar.

Recordamos que a la mañana de instaurada la República, el pueblo intentaba asaltar una casa de la Via Laiatena. Fue en can Cambó. Un capitán de Artillería se opuso al intento, convenciendo al pueblo recomendándole aquel civismo que había de dar ejemplo al mundo; y tanto lo convenció, que aquella masa de hijos del pueblo cargó sobre sus espaldas al mencionado capitán y lo vitoreó con pasión. Ese capitán, el capitán Merino, por aquel entonces destacado en Mataró con la consigna de no relacionarse con nadie más, aquí, que con nosotros, tuvo que oír nuestro reproche debido a su actitud en can Cambó. El capitán Merino, un revolucionario probado, nos replicó que obedecía ordenes de los superiores al hacer un trabajo que a él no le era grato, y bajo esta respuesta replicamos nosotros que los que daban esas ordenes algún día se iban a lamentar dándose una cabezazo. Los hechos nos han dado la razón. Nos la están dando aún.

Se ha iniciado el tercer bienio y las cabezas de la plutocracia y de los reaccionarios de todo pelaje, quedan todavía sin aplastar. Se aplastan, pero, las cabezas de los hombres que representan una adhesión al nuevo régimen y de los hombres que comulgan con los ideales de la redención humana. Las turbas de fascistas van violentas por las calles de todas las tierras ibéricas, cada día son más violentas y a la vez más ingeniosas en viles provocaciones. Y es que los que deberían enterarse, no se dan cuenta que el poder oculto de los potentados y de la Iglesia, prototipos de la reacción y del obscurantismo, mantienen intactas las correspondientes organizaciones antiliberales y terroríficas. Se resisten a ver que, ahora más que nunca, la pistola se ha asociado a la Cruz para sacrificar al pueblo.

Las turbas de fascinerosos agrupados en el entorno del Feix, no son más que turbas mercenarias al servicio de la Iglesia, de la aristocracia y del alto Capitalismo.

¿Qué han hecho los gobernantes de la República para acabar con el poder y la potencia de unos y otros?

La democracia está muy bien en los pueblos donde las clases sociales más regidas saben otorgarle el debido acatamiento. En España es a la inversa, y se da todavía el hecho singular que el trato democrático reza más para los que saben recordarlo. que no a los que le dan un respetuoso y constante acatamiento. Y siendo así, ¿Por qué esta insistencia en hacer prevalecer los principios de la democracia como medio terapéutico para curar las llagas morales y espirituales de los que rechazan la correspondiente cura? ¿ Por qué esta insistencia a querer que las ostras-¡y que ostras, la de nuestros cavernícolas!- se abran por medio de la persuasión? ¿No se había visto todavía, aún, que esta connivencia con los de arriba y con los reaccionarios, comporta el enderezamiento de estos?

¿Todavía no ha llegado la hora de pegar fuerte sobre la cabeza de los declarados enemigos del pueblo? ¿Tenemos que esperar que, uno a uno, vayan cayendo los que no esconden su adhesión a la República y los que comulgan con los ideales de redención humana?

Los estamentos populares, mayoritariamente los estamentos proletarios, se han de someter, para poder reunirse, a los preceptos de la Ley de Reuniones y al control de la autoridad gubernativa.

La Iglesia y los centros reaccionarios se reúnen cada día y a la hora que quieren, sin someterse a ningún precepto legal ni a control de ningún tipo, y es en la Iglesia y en los centros cavernícolas dónde se conspira contra las libertades populares y contra la vida de los hombres avanzados. No quiere decir nada que a cada ataque reaccionario, el pueblo reaccione con los consabidos vivas a la República. Mas no hay que esperar a que el pueblo pierda el aliento delante de la persistencia de los ataques, porque sería estúpido creer que el pueblo mantendrá inalterables, como hasta ahora, la fe y el entusiasmo por la República, a menos que ésta sepa comportarse como una República capaz de aplastar a los enemigos del pueblo..

Cada día se ve con más claridad que la Cruz y todo lo que en España significa privilegio, hasta ahora intangible, ha buscado la ayuda de las pistolas mercenarias para poder ahogar en sangre las voces que claman por las libertades populares y para abrir nuevos horizontes a España. Y si no son los gobernantes los que pongan freno a las violentas turbas terroristas agrupadas en el entorno del Feix- organización infame alimentada e impulsada por la Iglesia, por la aristocracia, y por el alto Capitalismo-, hará falta que sean las masas populares la que tomen la justicia por sus propia mano.

Nosotros afirmamos que esto último sería la forma que la justicia fuese lo más rápido y completa, y afirmamos, aún, que delante de las pistolas asociadas con la Cruz, los métodos jacobinistas son los más efectivos para luchar contra la Cruz y contra las pistolas,

COMBAT, de Mataró, 18 de abril del 1936. Joan Peiró i Belis


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