Revista Cultura y Ocio
En la barriada se juegan partidos con pelotas sin homologación. Las porterías son pedruscos sin red que se montan tras el calentamiento con las piedras que quedan libres de pelo y sangre. Las bajas por lesión se reponen antes de producirse. Cada jugador es un árbitro cargado de razones. El césped es tan gris como el barro. Los colores de los equipos son tan difíciles de barruntar que los goles en propia meta son el pan de cada día. Se distinguen a las figuras por la cantidad de cardenales que adornan sus piernas. En la barriada un gol no se mete, se rebate. La primera parte se diferencia de la segunda por el número de latas vacías de cerveza en los córneres. La furia de la juventud hace que las pelotas estén mayormente en los tejados. En el terreno se ríe y se lucha mientras el peor jugador de la liga recupera los balones debido a su facilidad para asaltar casas y en alguna ocasión ha llegado a poner un DVD en el punto de penalti. Al menos, en alguna ocasión hemos llegado a tener moviola. En la barriada también se puede fichar para el próximo campeonato. Y yo voy a proponer a la directiva uno que no podrán rechazar. Es un tipo alto y moreno que, aunque no haga la bicicleta, simplemente por acompañarnos nos hará mejores, en el campo de juego, en la barriada y en los tejados.