Ya sospechábamos que a nuestro gobierno les gusta más prohibir que a un tonto una tiza, y si es en beneficio propio muchísimo más, pero esta vez me tienen liado. Por una parte es verdad que un telediario malintencionado puede hacer mucha pupita a cualquiera pero no es menos cierto también que tenemos derecho a saber quienes “se lo están llevando crudo” y que al final todo se puede reducir a aquello que decía mi abuela de “si no quieres que se sepa, no lo hagas”. Menudo lío.
En su alocada carrera por tapar sus vergüenzas y revestirse de una moral victoriana que dejaría la hipocresía del Londres de finales del XIX a la altura del betún, han tocado una tecla que puede que tenga su jugo. ¿Hasta qué punto se pueden ensañar algunos medios con “presuntos quinquis”? Porque si al final va y por un improbable golpe del destino resultan inocentes ya han visto como su rostro de hormigón armado ha salido en los telediarios y eso no se cura. Tiene razón mi amiga al decir que es injusto que te saquen por la tele al detenerte por robar una gallina porque después cuando te declaran inocente no sales de nuevo y ya eres robagallinas para siempre. Razón no le falta, aunque no dudo lo más mínimo de que esto no se hace pensando en los “robaperas del tres al cuarto” precisamente. De lo contrario ya lo hubiesen hecho.
Pero decidme si no es verdad que los telediarios no serían lo mismo sin las imágenes de Rato acogotado en el coche, de Matas, de Castellano y tantos otros que han desfilado por las pantallas de la picota nuestra de cada día. Últimamente nos despertamos con la cosa esa (terapéutica incluso) de “ a ver a quién trincan hoy”. Ahora nos quieren sustraer hasta esa especie de “Los Ricos también lloran”, seguramente por aquello de que nos creen bobos de solemnidad y piensan que si no lo vemos creeremos que no existe y pretenden que tragaremos con ello.
El caso es que el PP, en la Comisión de Justícia del Congreso, abusando de nuevo de su mayoría absoluta y esta vez, además, con la ayuda de otros, que también deben tener muchos muertos en el armario (si es que cuando el río suena…) han aprobado, con 23 votos a favor 14 en contra y 2 abstenciones, una modificación de esas “a salto de mata” que al final sacude más que a una estera a la libertad de prensa y el derecho a la información. No podremos ver desfilar a los políticos manos largas por nuestras teles. Como si no fuese suficiente hachazo la “ideica “ del PP de la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal (LECrim) propia de otros tiempos del medievo tardío como poco. A este paso acabaremos remando en galeras.
Está visto que además de cambiar las palabras (ahora que en el Sálvame ya la habían memorizado “imputado” han de aprender “investigado”), del blindaje fotográfico a la policía (yo lo llamo licencia para apalear) y otras “nimiedades por el estilo”, ahora nos quieren obsequiar con un artículo para evitar el “juicio mediático paralelo” (bonito nombre para el telediario), impidiendo la difusión de imágenes de las detenciones (puede que a palos en el caso de “la plebe” porque no las veremos). Todo esto amparándose en el derecho al honor, intimidad e imagen de los detenidos. Si, justo esos que “presuntamente” no han dejado ni el polvo, que son los que triunfan en el telediario porque generalmente los pobres desgraciados no salen en las noticias de las tres y si salen damos por sentado que razón para aparecer no les falta.
A mí la verdad es que me parecería algo digno de debate ya que si bien creo que la inmensa mayoría de los periodistas son mayorcitos y suficientemente profesionales como para hacer su trabajo sin que los amenacen, algunas veces se pasan. Pero creo que visto el momento en el que llega, justo después de las declaraciones de un Mariano Rajoy incapaz de asumir sus culpas y acusando a los medios de su propio desastre electoral electoral por el “martilleo constante” en la tele de los casos de corrupción, decidme si no parece que la idea del gobierno no es la de proteger al “presunto” sino la de ocultar bajo la alfombra todas sus miserias (malpensado que es uno) aunque el problema es que hay tanto que esconder que si lo amontona juntito va a parecer que ha brotado una colina en mitad del comedor.