Revista Opinión

Pena y asco.

Publicado el 05 febrero 2014 por Estetioeslaostia
Siento pena, pena y asco por mi país y sus gentes. Lo cierto es que no suelo bajar mucho al centro de mi ciudad, y cuando lo hago hay una cosa que siempre me trastorna y a la que, por suerte, no he conseguido acostumbrarme. La mendicidad. Y no sólo eso, sino el cerciorarme de que el número de personas en situación de pobreza va en aumento y su perfil es también cada vez más variado. Pero en cambio hay algo que permanece inalterable y que hace de esta situación un hecho aún más desgarrador: la indiferencia. No puedo evitar observar con aprensión cómo los transeúntes, jóvenes de ambos sexos y no tan jóvenes, caminan con una estampa impecable e impoluta, engalanados y emperifollados hasta el absurdo; cierto que esto es una generalización, pero pareciera que varias generaciones, para más inri las que probablemente tengamos menos futuro y aspiraciones de las gestadas en muchos años anteriores, focalizan su atención únicamente en aspectos banales. Sus manos portan bolsas de firmas de ropa, de grandes almacenes... Bienes de consumo que, con bastante probabilidad, me atrevo a elucubrar que ni tan siquiera necesitan. Casi ninguno de ellos centra su mirada en las personas que están sentadas en el frío pavimento, su rostro y su expresión permanecen totalmente incólumes. ¿Cómo se ha llegado a esa situación? No ya al hecho de dar una limosna o dejar de hacerlo, sino al de la absoluta apatía social, la vacua y falaz existencia que supone no sentir nada por quienes te rodean más allá de tu círculo más íntimo. Cuando hablan de las cifras de perecidos por inanición infantil en el lastimado continente africano, o de sida, o de tantas otras cosas, pienso "Creen que son cifras, cifras y actos aleatorios que les resultan ajenos y sobre los que erróneamente creen no tener voluntariedad ni culpa. En parte, porque así les ha sido inculcado.". ¿Pero y en este caso? Están viendo sus rostros, comparten el mismo espacio público. ¿Cuán de cerca ha de atisbarse la desgracia para plantearnos un cambio? ¿para clamar por otro modelo social? El ser humano posee hoy la tecnología, los recursos, y los medios productivos para que esta situación no se produzca, esto es objetiva y científicamente cierto. Entonces y bajo esta premisa, ¿por qué permitimos que ocurra? ¿deben los intereses privados estar por encima de los derechos sociales? ¿puede permitirse el lucro desmedido de unos pocos individuos y corporaciones en detrimento de una vida digna para otros? Yo, que soy hijo de esta sociedad e hijo por tanto del capitalismo y la economía de mercado, no puedo o no he sabido por ello cómo no incurrir en ciertas contradicciones con mi propia moral, pero desde luego no es este el modelo de Estado por el que abogo.
Me vienen a la mente las palabras del pastor luterano alemán Martin Niemöller durante la barbarie nazi:
"Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio, porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté, porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra, porque yo no era judío,
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar
."
Luchad, luchad ahora. Pues si esperáis a que la desgracia os afecte a título personal y algún día así sucede, el hambre y la desesperanza no os dejarán fuerzas para ello. Y quizás os convirtáis vosotros en testigos de esa esfera de indiferencia, cayendo en la cuenta de que no queda nadie dispuesto a ayudaros.

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