100 estampas de Salamanca
Peñaranda de Bracamonte es una pequeña ciudad, pero una de las más pobladas, situada al nordeste de la provincia de Salamanca, y rodeada de un bello paisaje típico de la campiña de la meseta del Duero. Al hallarse en un cruce de caminos entre cuatro provincias castellanas, ha tenido un gran desarrollo el comercio regional. Cada jueves, en Peñaranda, tiene lugar su tradicional mercado semanal que se remonta a un privilegio real concedido en el siglo XIV, concretamente en el año 1375. Es, por tanto, una ciudad de servicios, donde el comercio tiene un peso muy importante.
El casco antiguo de Peñaranda fue declarado en 1973 Conjunto Histórico Artístico, pues los orígenes de la ciudad se remontan a las repoblaciones llevadas a cabo por los Reyes leoneses en la Edad Media, siglo X, y cuenta con un importante patrimonio histórico y artístico que gira en torno a sus tres magníficas plazas porticadas que se encuentran comunicadas entre sí: La Plaza de la Constitución, la Plaza de España y la Plaza de Martínez Soler. Las tres plazas tienen una estructura muy similar, consistente en una planta baja de soportales con pilares y columnas, y una o dos plantas superiores de viviendas. Sus fachadas son vistosas y adornadas con motivos geométricos y balcones que hacen agradable un buen paseo. Estas plazas acogen los monumentos más importantes de la ciudad como el Ayuntamiento, la Iglesia de San Miguel (de estilo renacentista), el Palacio de los Condes, el Convento de las Madres Carmelitas o el Templete de la Música. En el siglo XV Peñaranda pasó a manos de la familia Bracamonte, que fueron impulsores y mecenas de muchos edificios de gran valor arquitectónico, de ahí el nombre de la ciudad.
Es también una ciudad de arte y cultura, pues posee la mejor colección de pintura italiana y bronces napolitanos existentes en la zona en el Convento de las Carmelitas, edificios relevantes como el Teatro Calderón, la centenaria plaza de toros, o la antigua cárcel que data del siglo XVII, hoy sede de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. A todo este atractivo acervo cultural, histórico y artístico se une el gastronómico. Sin duda, antes de despedirnos de la ciudad, es obligado probar el famoso tostón o cochinillo asado pues no defrauda.
CIEN ESTAMPAS DE MI TIERRA