Y si encima los pendientes tienen una historia detrás, mucho mejor, los hace emblemáticos. Los primeros (de los que soy una orgullosa poseedora y portadora), pertenecen a la colección 1837 de Tiffany & Co. Ese es el año en el que dos jóvenes de 25 años (Charles Lewis Tiffany y John B. Young) abrieron la primera tienda Tiffany, con un préstamo de 1.000 $, en el 259 de la calle Broadway de Nueva York. Las damas más elegantes de la ciudad, vestidas de sedas, satenes y con extravagantes sombreros, acudían a la tienda en sus caballos y carruajes. Por aquel entonces la influencia predominante era la que imponía la estética y el diseño europeo, con la opulencia de la era Victoriana. En 1867, Tiffany recibió el gran premio de artesanía en plata de la fería internacional de París. Para 1870, Tiffany & Co. se había convertido en el principal proveedor de plata en América. Y en 1878 se creó la célebre caja azul de Tiffany.
Igualmente característica es la colección Return to Tiffany. Como compromiso de sus altos estándares calidad y de servicio al cliente, en 1969, los joyeros introdujeron un llavero con esta inscripción "Please return to Tiffany & Co. New York", con un número de registro que se adjunta en una tarjeta separada, para que en caso de que se pierda la joya y ésta sea devuelta a la tienda, Tiffany haga entrega de la misma al legítimo poseedor de la misma. Me cuesta pensar en gente tan íntegra que la devolvería a Tiffany en vez de quedársela, pero seguro que la hay.
