Liverpool está vivo. No es un simple punto en un mapa o algo que escuchaste en carrusel deportivo. Al menos nunca más lo será para mí. Puedo verlo, recorrerlo y perderme en sus anchas calles de ladrillo. Es rojo, es blanco y es negro. También puedo olerlo e incluso puedo escucharlo. Liverpool huele a cerveza, a lluvia y a comida rápida. Suena a autobuses urbanos, risas de gaviotas y músicos callejeros que, armados con guitarra, voz y sobrero, tratan de intercambiar su talento por las "pounds" de tu bolsillo. Liverpool late tras la sucia ventana del viejo apartamento que acabo de alquilar. A mi espalda, mientras tecleo, no dejan de pasar característicos taxis y jóvenes chicas inglesas de variada fisonomía, siendo las guapas y esbeltas mis preferidas. Puedo verlas y pueden verme aquí sentado en "underpants", no hay persianas. Hacía mucho que no escribo, prácticamente un año, no quedaban ni ganas, ni tiempo, ni ideas. Hoy es distinto, mi estómago me obliga, tengo la necesidad de producir. Quizás me haya agarrado la misma inspiración que hace cincuenta años, a 5 minutos de donde estoy, poseyó a cuatro escarabajos. Paul, Ringo, George, John.
El pasado Jueves pisé historia