A menudo, se percibe a la filosofía como una disciplina obsoleta; dejándole de lado en la mayoría de los programas académicos.
Al abordar el conocimiento directamente desde el pensamiento científico, éste nos aporta información observable, medible y cuantificable (cabe recalcar que la ciencia nos permite la deducción de teorías y leyes generales). Uno de los objetivos de la formación profesional es aportar conocimientos nuevos, reforzar los previos y desarrollar competencias que, en su mayoría, se reflejan en la capacidad de afrontar y manejar satisfactoriamente los desafíos de la aplicación de nuestras ciencias.
Lo anteriormente mencionado resulta benéfico para el alumnado, puesto que representa forjar competencias conceptuales, procedimentales y actitudinales; basándose en elementos comprobados como factibles y efectivos.
Pero, ¿qué ventajas representa abordar el conocimiento desde el énfasis filosófico? El pensamiento filosófico indaga buscando respuestas sobre una variedad de interrogantes: el universo, la existencia, la verdad, la voluntad. Se caracteriza por ser crítico, activo, inquieto, inconformista, libre…
¿Esta libertad de pensamiento, podría, tal vez, alejarnos de las certezas?
La filosofía es la madre de todas las ciencias. Las teorías y leyes científicas son producto de lo que inició siendo el pensamiento filosófico. Citando a Iván Pavlov: «no te conviertas en un mero registrador de hechos, intenta penetrar en el misterio de su origen». Abordar el conocimiento desde el pensamiento filosófico nos permite reconocer sus raíces, su origen; nos permite la comprensión de sus fundamentos, la amplitud de perspectiva, el enriquecimiento cultural.
Es fundamental aprender a aprender, pero lo es aún más el aprender a pensar. La educación es una ciencia social, es decir, evoluciona a la par de la sociedad a quien estudia y en quien se aplica. Esto también incluye la evolución de otras áreas, específicamente la tecnología.
Internet nos provee una cantidad increíble de recursos, pero conlleva la desventaja de que no existe un filtro sobre quién o qué se publica en éste (a excepción de sitios web de instituciones científicas y/o educativas). La tendencia a aceptar todo el contenido en línea como una certeza, nos lleva de vuelta a la relevancia de aprender a pensar, a cuestionar y a discernir. Ello es fundamental para desarrollar competencias conceptuales y procedimentales, sobre todo en la investigación. La curiosidad, motivación y ánimo que conlleva, favorece las competencias actitudinales.
El pensamiento filosófico nos lleva no sólo a cuestionar certezas y a aplicar el criterio, sino a preguntarnos ¿qué hay más allá de lo que aquí se me presenta?, ¿cómo se ha llegado a estas conclusiones?, ¿por qué funciona de esta manera?
Adicionalmente, nos plantea: ¿es la única manera de hacerlo?, ¿pudiera haber otra manera más eficaz o más económica? Este tipo de cuestionamientos es lo que mantiene activas a nuestras ciencias, siempre buscando expandir el panorama actual, buscando aumentar las opciones y maneras, visualizando el potencial real de lo que hoy en día se considera válido, útil o representativo.
El potencial radica en las posibilidades y, estas, son infinitas. El pensamiento filosófico es una herramienta invaluable para ir más allá de lo que nuestros ojos ven… allí nace la ciencia y su metodología (observación, hipótesis, experimentación, teoría, ley).