Revista Filosofía
Los problemas se inician en el contacto que tiene la persona con la realidad. Todo problema se puede convertir en problema filosófico, pero no todo problema es filosófico. La falta de comida, la necesidad de pareja, la agresión que recibimos, el deseo de ganar un concurso, entre muchos más son problemas de la vida diaria, que nos suceden en cualquier momento y que son resueltos de manera simple y casi inadvertida, incluso sin utilizar mucho la inteligencia. Pero se vuelven filosóficos mientras vamos profundizando en las causas de ese problema originario.
Es filosófico en tanto tenga una intensión radical. Entendiéndose por radical ideas tales como profundidad, exageración, rigurosidad, precisión, elevación. Para ello no hay medias tintas ni conformismos, tampoco algo pragmático y suficiente, no hay mediocridad, podríamos decir que hay una exigencia casi enfermiza.
La radicalidad filosófica se da en cuanto a la problemática hacia donde se dirige la mirada y en cuanto a las capacidades que se tiene para resolverlos. Es decir, el problema que se hizo filosófico es profundo y la mente o preparación mental para resolverlo es rigurosa.
Debido a que se busca las causas más profundas se deja de lado un poco la utilidad, lo práctico. Y se interesa más por la verdad, entendiéndose por verdad la completa seguridad que tiene el pensador sobre el conocimiento de las causantes últimas de cierto problema.
Es radical también en cuanto a su forma de resolver el problema. Utiliza exageradamente, radicalmente, la espontaneidad y la memoria. Un pensador radical ha de tener una amplia memoria. Memoria llena de teorías y lecturas como también de experiencias personales. Experiencias y lecturas por encima del promedio. Sirve mucho para ello también conocer las experiencias de los otros, de otras culturas, incluso en otros idiomas.
La forma lo da la espontaneidad, el razonamiento lógico. Esta parte es-coge las teorías y experiencias, las trabaja bajo los procesos lógicos de análisis, síntesis, sistematización y brinda una solución original. Ayuda mucho a esto, especialmente para presentar un pensamiento coherente y consistente, la lógica y la matemática.
La solución es recíproca al problema.
Un pensamiento es alienado en tanto el problema no nace de la misma realidad que vive el pensador. El pensamiento de Platón no es mi problema, pero sí es importante como parte de mi memoria. La filología sirve en tanto el pensamiento de Platón ayude a resolver mi problema. Un problema que nace en lo ideal y termina en lo ideal, es decir un problema que no nace en la realidad, la idea griega de que hay un pensar puro, que nace y muere en la pureza, no existe, es un falso problema, y es alienado porque lo que se impone aquí es la vivencia del otro y no del yo.
No solo es suficiente querer preocuparse por nuestros problemas personales, locales o nacionales y solos por ello llamarme pensador peruano, hace falta la instrucción. Comparto con Salazar Bondy que la ejercitación filosófica debe ser lógica y fenomenológica y tener a cuesta toda la tradición filosófica, por ser la tradición la memoria colectiva de cómo nuestros antepasados se enfrentaron ante tales problemas y cómo lo resolvieron, no tanto como peruanos sino como humanos.
La solución debe utilizar conceptos que expresen la realidad en la que nació el problema, solo así la filosofía puede hacer original. Conceptos que nacen de la cabeza de un pensador que no comparte la realidad que se vive sino realidades alemanas, griegas de otros tiempos alienan el pensar. Esto por tener el lenguaje una parte denominada pragmática el cual marca las diferencias incluso de manera radical en tanto se utiliza en una u otra parte.
Preocuparse por problemas nacionales no quiere decir leer a Mariátegui, por ejemplo; la necesidad de leer a los pensadores peruanos sacia el requisito memorístico que requiere nuestro pensar, no nuestra solución.
Hay definiciones, conceptos, ideas que si las seguimos nos alienan, pero hay ideas o conceptos neutros. Por ejemplo, aplicar conceptos como capitalismo y aplicar un término acá sabiendo que es una definición que funcionó para solucionar problemas de otro lado. Utilizar el lenguaje llano para la solución. La creatividad filosófica y original tal vez provoque que ese lenguaje llano, o palabras que pertenezcan a ella, se conviertan en conceptos con cargas filosóficas. Y si tenemos suerte sean utilizadas por otras culturas. Como lo hicieron por ejemplo los griegos del término muy básico y llano de LOGOS, o los alemanes del término DASEIN. Pero esos términos no deberían pertenecer a nuestra solución, porque son palabras que no nacen de nuestro mundo lingüístico.
Con todo esto, nos alienamos por prestar atención a problemas que no nos incumbe, nos alienamos por utilizar conceptos de otras cosmovisiones y encima nos pavoneamos de presentar exposiciones saturadas de idiomas extranjeros, conceptos que nacieron de la mente de uno que vio otra realidad. Alienarse en filosofía es esconderse en estos temas, dejarse devorar por las palabras oscuras y olvidarse de mis propios problemas, tal vez porque nos puedan hacer mucho daño. Pero desde ahí uno muestra su valentía, que motiva un pensamiento creativo y fuerte, enfrentándonos a lo que nos hace daño, para luego ir elevándonos en las posibles causas. Los débiles huyen de sus problemas, no les interesa resolverlos, solo quieren justificar esa debilidad y utilizan todos los libros posibles para lograrlo, confunden a los incautos con teorías abstrusas para no ponerse al descubierto y solo hablan puritanamente con otros de su misma especie. Incluso se vuelven profesores y arman sus talleres para resolver problemas de un gran viejo que vivió hace más de dos mil años en un mundo en el cual el hombre se había empezado a alienarse.
Y de esto trata la última alienación, la más radical y en la cual caemos todos los que nos dedicamos a la filosofía. El hecho de que el mismo filosofar es un proceso alienante, porque anteriormente habíamos dicho que en el pensamiento filosófico hay una exigencia casi enfermiza, exagerada. Lo exagerado provoca que salgamos de nuestra normalidad, para aprender tantas teorías, para fortalecer nuestra capacidad lógica hay que leer mucho y ejercitar nuestras habilidades matemáticas, hay que dejar de realizar cosas que convienen a nuestro buen desarrollo humano, para aprender diversos idiomas, para leer a Kant en alemán, a Platón en griego, hay que alejarnos del trato con los hombres tanto que muchas veces nos olvidamos de cómo comportarnos frente a ellos. Salimos de nuestra vida colectiva, que es parte de nuestro ser, y nos enrumbamos a una supuesta divinidad, dejamos de ser partes de la humanidad para convertirnos en dioses, ese fue el cuento que nos metieron. Salirse de lo humano no es otra cosa que dejar de ser uno e intentar ser otro: a eso llamamos alienación.
Jaime Pereyra
Lima, 2010
http://antoniopereyra.blogspot.com/