Revista Filosofía

Pensamientos atravesados – Claudia Repiso y Daniel Soler (dibujo y minirrelato)

Por Anveger

 

Si el sol logró despertarse aquel día, debióse sin duda a los rayos que emanaban de los adentros de esta criatura. Con amarga ansiedad, dirigióse al espejo, que es pantalla del ser para los puros de corazón y llevóse un tremendo sobresalto cuando notó que algo brotaba de sus senos. En un principio, se sintió como en una encrucijada, su alma se encaminó hacia el abismo de las duras decisiones y comenzó a resquebrajarse. Una fuerte luz asomaba por las grandes grietas, cada vez más abundantes en su piel, espantando a la oscuridad de la noche. La sensación del torrente sanguíneo huyendo hacia otro cuerpo purgó todas sus penas y aflicciones. Su líquido vital viajaba con tal impetuosidad que rompió la hilera de cadenas que ataban su cuerpo. Su larga melena comenzó a desaparecer, sus hombros, con un brillo deslumbrante, se alzaron y sus músculos se inundaron de fuerza. Los pechos le comenzaron a decrecer, pero, de repente, una oscura nube de humo le acosó por detrás y, mientras revoloteaba a su alrededor, le gritó con fría voz:

-   Tu cuerpo me pertenece. Bajo mi yugo eres débil. Puedo poseerte en  cuanto me plazca. La cadena que te une a mí está inscrita en tu ADN.

La compungida criatura trató de zafarse sin éxito. Se movía de un lado a otro, su garganta no respondía a las órdenes de su cerebro, que le ordenaba que se activase, que avisara a sus ángeles protectores, únicamente reales en la ilusión. Al fondo la luz se desvanecía, la oscuridad lo impregnaba todo, la sangre volvió a sus adentros y su piel se cubrió de una nueva capa. Desaparecieron las grietas de la superficie, pero su alma permaneció quebrada para siempre. Andrógina no entendió que sólo se vive una vez.

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