Revista En Femenino
Sé que estamos aquí para hablar de otras cosas, pero resulta prácticamente imposible sustraerse al tsunami electoral, por más que estemos enganchados al deuvedé de Kungfu Panda. Además y gracias al tuiter, ese universo mínimo y fascinante donde colisionamos los unos con los otros, pasan cosas como ésta (http://www.sermamas.es/postparto/lactancia/redes-sociales-conciliacion-maternidad-y-politicos/), que convierten en una tarea más imposible aun el ignorar la campaña.
Me parece que leer la entrada en Ser Mamás sobre el intercambio de pareceres entre Conciliación Real YA y Gaspar Llamazares es muy ilustrativo. Sin embargo, quería añadir mi particular granito de arena como Madame Ogou respecto a las elecciones y la conciliación familiar, si no les importa y si hay huequito para esto.
Por resumir, le diría a Gaspar Llamazares, representante, por otro lado, del partido al que pretendía votar este domingo, lo siguiente:
1. Gaspar, me parece muy bien que quieras luchar contra la estigmatización de las mujeres y a favor de una vida social y laboral compatible con la maternidad. En serio, creo que es loable y magnífico. Pero, Gaspar, me parece que esa forma tuya de ver el mundo es apropiada para otro planeta u otra época. Y mira que normalmente te considero una persona inteligente y apruebo la mayoría de las cosas que dices. En fin, que iba a votar a tu partido este domingo.
2. Sin embargo, en este caso concreto, es leerte y sentirme como si recitara párrafos de Lenin mientras quemo mi sujetador públicamente. Tus palabras me suenan antiguas. Me da la impresión de que, a la hora de pensar la maternidad, como a la hora de valorar las relaciones laborales, divides el planeta en oprimidos y opresores, que los hay, bajo el peso del rancio patriarcado oligarca y castrante. Suenas a que los hijos son obstáculos, a que quieres salvarnos de nuestra maternidad por el método de borrarla del mapa, a que te figuras que hay ganas o cuerpo para pasar más horas en el trabajo o en la terraza que con tus seres queridos. Creo que esa concepción del universo es, perdóname, Gaspar, caduca y carca.
3. Hace cinco años que nació mi sobrino Diego. En aquellos tiempos en que era soltera y entera, yo también era un poco Gaspar Llamazares. No entendía que mi cuñada tuviera que sacrificar sueldo, promoción y horas de trabajo en el altar familiar mientras mi hermano seguía subiendo en la empresa y ni se planteaba una concesión a la familia. No podía comprender que mi cuñada quisiera hacer esos sacrificios, ni que se asumiera socialmente. Básicamente, rechazaba visceralmente que mi cuñada desease trabajar en y por su familia. ¿Por qué? Porque no sabía realmente lo que significa tener hijos: que una vez que tienes familia, no puedes actuar como si no existieran, como si nada hubiera pasado por tu útero ni aterrizado entre tus brazos.
4. El cuento cambió cuando llegó Miguel. Entonces asumí que formas una familia para disfrutarla y que quieres pasar tiempo con tu hijo y tu pareja, no convivir con dos compañeros de piso desconocidos. Ese mismo deseo es compartido por el señor Ogou y por Miguel. Ergo, queremos estar juntos y la sociedad, el gobierno y las empresas deberían facilitar que ese deseo se convirtiera en realidad. Es un deseo legítimo, que nos convierte en personas, no en máquinas o en proscritos. Es un deseo que nos humaniza y que hace que lo demos todo después en nuestro trabajo, porque nos sentimos completos y felices.
5. Hay muchos tipos de familias y de mujeres. Conozco a madres que se sienten incómodas por la cercanía física de sus hijos cuando dan el pecho o que están desesperadas por volver a trabajar desde la primera semana de baja o que meten a sus hijos en la guardería a los cinco meses para que socialicen. Pero también hay familias que quieren pasar tiempo juntas, crecer juntas, vivir juntas. Esas familias también se merecen un hueco en el manual de la doctrina feminista que has interiorizado, Gaspar.
6. Tengo la suerte de que me guste mi trabajo y de hacer cosas que me interesan y completan, convirtiéndome en algo más que la madre de Miguel, pero aun así Miguel y el señor Ogou encabezan mi lista de prioridades. Convivo con ellos y son mi salvavidas, mi refugio, mi trampolín, mi creación, mi tesoro, mi pesadilla, yo. No me considero un ser alienado ni colonizado por el pensamiento patriarcal, oligarca y castrante. Me considero una persona con necesidades afectivas y con una vida fuera del trabajo que es tan gratificante o más que lo que me pasa cada día en la oficina.
7. A veces bromeo con que mi vida se ha acabado o con que ya no soy persona tras el nacimiento de Miguel, pero es una de esas cosas que puedo decir sólo yo y que no digo en serio. A veces sueño con talasoterapias, viajes exóticos y la vida antes de Miguel, pero soy consciente de que hemos hecho una elección, de que él está antes que nada y de que la vida se nos ha virado a otra cosa. No entiendo el planeta, la existencia, nada sin él. Miguel es un compromiso para toda la vida y no quiero fingir que no ha pasado. También es una carga, lo reconozco, que se hace más llevadera con el señor Ogou, los abuelos y otros apoyos. Esos apoyos, teletrabajo, horarios flexibles y comprensión es lo que necesito, no una guardería para meterlo a las 16 semanas de haber nacido.
8. Llegarán tiempos distintos, que no mejores, y talasoterapias, viajes exóticos y otras delicias, pero la vida social y laboral como antes de Miguel es imposible. Y no la quiero tampoco. Gracias por intentar salvarme de mi hijo, pero creo que ya te dije que quiero disfrutarlo al máximo (con respiros, admito, en forma de abuelos, señor Ogou, etc.).
9. Si somos castigadas por ser madres, la opción no es salvarnos de la maternidad. Los hijos no deberían ser un obstáculo para la carrera y echar horas en la oficina quemándonos las pestañas frente al ordenador no creo que sea el culmen de nuestras aspiraciones en la vida. Mucha gente trabaja para pagar deudas y porque vivir cuesta dinero. No porque se realice ni le haga especialmente feliz. Tener un trabajo digno, bien pagado y en las mejores condiciones debería ser nuestra aspiración en la vida, porque lo necesitamos para vivir, porque es inevitable. Sin embargo, la conciliación real debería ser obligatoria. Para las familias, los aficionados al pádel, los propietarios de mascota. Para todo el mundo.
10. Para mí, el meollo de todo este problema es la concepción que tenemos del trabajo, los horarios laborales y el sistemático desprecio por la maternidad y la familia que se ha instaurado en nuestra sociedad. Creo que lo que que hay que cambiar es la percepción de la conciliación en la empresa y en la sociedad. Creo que hay que volvernos más maternales.
11. No quiero quitarte el mérito de, por lo menos, haber contestado a las preguntas de tus posibles votantes. Sin embargo, creo que tu concepción de la familia, la maternidad y el feminismo debe actualizarse. Las familias son familias, las madres son madres. Muchas familias quieren pasar tiempo juntas. Somos muchas las madres que no estamos oprimidas por teóricas obligaciones y terribles estigmas y que deseamos pasar más tiempo con nuestras familias sin que ese deseo nos cueste el empleo. Revisen las bajas de maternidad y de paternidad, los horarios laborales, el teletrabajo, las opciones para que seamos más productivos pasando menos tiempo en la oficina y disfrutando de una vida social y familiar de calidad. Piensen en crear sociedades más humanas y vivibles, donde los niños se eduquen con amor y respeto, a ser posible en familia.
12. Ya no sé si te voy a votar el domingo.