Revista Psicología

¿Pensar en grupo o dejar de pensar?

Por El Baúl De La Psique @bauldelapsique

A la hora de tomar ciertas decisiones en grupo, todos sabemos que debemos debatir, exponer razonamientos y posturas diferentes y evaluar las posibles consecuencias de una u otra alternativa para, así, llegar a una conclusión intermedia que pueda aunar todas las ideas individuales en una grupal. Si este proceso tiene lugar de tal manera, lo lógico sería pensar que el pensamiento grupal dará lugar a posiciones medias, moderadas y bien reflexionadas.

Pues bien, ahora, pensad en los siguientes sucesos históricos:

  • En 1808, tuvo lugar un levantamiento popular armado a lo largo y ancho de toda España, para impedir que Fernando VII dejara el trono y protestar ante la llegada de los franceses de Napoleón, liderados por su hermano, José Bonaparte.
  • En la Alemania de 1933, El Partido Nazi de Hitler ganó las elecciones al parlamento alemán democráticamente, obteniendo más de 17 millones de votos.
  • En 1941, el ejército estadounidense ignoró las numerosas señales de alerta y decidió no tomar medidas ante el inminente ataque de Japón a su flota de Pearl Harbor, que fue destruida por completo.
  • En 2016, otras 17 millones de personas (esta vez, británicas) votaron en Reino Unido a favor del conocido Brexit para abandonar la Unión Europea.
¿Pensar en grupo o dejar de pensar?
Dos de Mayo, de Joaquín Sorolla.

Entonces, ¿dónde quedan esas posiciones moderadas que se nos prometieron? ¿Y la reflexión sobre las posibles consecuencias? ¿Qué provoca esta radicalización en la toma de decisiones de tantísimas personas?

La polarización del grupo de Stoner

En 1961, James Stoner realizó un estudio en el que se pedía a los participantes que tomaran decisiones tanto individual como grupalmente ante situaciones ficticias en los que debían elegir si asumir ciertos riesgos o no hacerlo. Los resultados mostraron que, cuando las personas debían tomar decisiones grupalmente, solían mostrar posturas más polarizadas que cuando habían decidido de manera individual. Por ejemplo, si en solitario habían decidido asumir riesgos, en grupo elegían arriesgarse aún más, al igual que si habían decidido ser cautos, en grupo decidían se mostraban aún más precavidos. Es decir, cuando un grupo de personas con ideas más o menos parecidas debaten sobre un asunto en concreto, su opinión inicial individual tiende a acentuarse, a ser más extrema; esto es lo que se conoce como polarización del grupo.

Un claro ejemplo de esto es cuando personas con ideologías similares se reúnen y charlan sobre algún asunto político. Al principio, sus posturas pueden ser más o menos cercanas las unas a las otras, pero a medida que vayan debatiendo ciertos temas, lo más probable es que acaben exponiendo argumentos más polarizados, más inclinados hacia la izquierda o hacia la derecha, según sea su pensamiento.

¿Pensar en grupo o dejar de pensar?
¿Por qué ocurre este fenómeno? Por un lado, es posible que los individuos quieran formar parte del grupo y busquen su aprobación, por lo que adoptarán posiciones más extremas que coincidan con el pensamiento de la mayoría (influencia normativa). Por otro lado, durante los debates en grupos homogéneos, los participantes tienen la oportunidad de escuchar argumentos que apoyan sus propias ideas pero sumándole nuevos aspectos que antes no habían tenido en cuenta, lo que refuerza lo que ya pensaban (influencia informacional). Y, finalmente, las personas tienden a conformarse con la postura prototípica grupal, la cual es habitualmente más extrema que el pensamiento medio de los miembros del grupo (influencia informacional referente).

El pensamiento grupal de Janis

En la misma línea que Stoner, una década más tarde, Irving Janis postulaba su teoría del pensamiento grupal o, en inglés, groupthink. Tras analizar sucesos históricos como los mencionados al comienzo de este artículo, este autor concluyó que se trataba de casos en los que el pensamiento crítico individual había quedado abandonado en pro de llegar a un acuerdo grupal lo antes posible, sin evaluar los riesgos de las posibles consecuencias. El fenómeno del groupthink suele tener lugar cuando el grupo se encuentra en las siguientes circunstancias:

  • Estar bajo un elevado estrés, que obligue a sus miembros a tomar una decisión difícil en un periodo corto de tiempo.
  • Encontrarse aislado de posibles influencias externas (y, por tanto, que puedan aportar ideas diferentes).
  • Contar con un líder fuerte que pueda tener intereses personales en dicha decisión, por lo que dirija el pensamiento de todos sus miembros.
  • Que se trate de un grupo muy, muy cohesionado, donde predomine la homogeneidad y una estrecha cercanía entre sus miembros.

Bajo tales condiciones, el grupo estará tan centrado en conseguir el acuerdo de todos, al mismo tiempo que mantenerse leales a sí mismos (esto es, al grupo y a su líder), que su pensamiento crítico se verá gravemente afectado, por lo que aumentará la probabilidad de que la decisión final tomada sea irracional e, incluso, catastrófica, tal y como fue, por ejemplo, la llegada al poder de Hitler.

¿Pensar en grupo o dejar de pensar?
“Necesitamos más opiniones en contra.” “Totalmente de acuerdo, señor.” “Estoy de acuerdo al 100%.”

¿Cómo detectar que el pensamiento grupal está en marcha?

Hay varios síntomas que pueden alertarnos de que este fenómeno está influyendo en nuestra toma de decisiones. Por un lado, aquellos miembros que expresen más dudas recibirán presiones, tanto directas como indirectas, para que dejen de “marear la perdiz”. En este sentido, además, es probable que el grupo cuente con miembros que asuman el rol de “guardianes de la mente“, personas que eviten que informaciones negativas o contrarias a la opinión predominante lleguen al grupo, así como es habitual que los individuos se autocensuren y no expongan sus verdaderas ideas. De esta manera, se creará una ilusión de unanimidad, en la que cada miembro piense que todos los demás están de acuerdo con una misma idea, cuando, en realidad, muchos de ellos piensen de manera distinta.

Todo esto tendrá como resultado que, por un lado, aquellas personas que tuvieran dudas o ideas alternativas se sientan obligados a cambiar su pensamiento para coincidir (con lo que creen que piensa) el grupo, al mismo tiempo que el líder y aquellos otros miembros que estén a favor de la posición predominante vean reforzada su decisión y piensen aún más firmemente que es la correcta.

¿Puede evitarse este fenómeno o son las decisiones grupales siempre erróneas?

Por supuesto, hay remedio ante tal problema. En primer lugar, el papel del líder constituye una pieza clave que puede frenar el engranaje del groupthink; siempre y cuando se trate de una persona imparcial en el debate, que anime a los demás miembros a exponer ideas diferentes y críticas y que favorezca la participación de personas ajenas al grupo en la discusión que enriquezcan aún más la diversidad, conseguiremos que la toma de decisiones sea óptima. Asimismo, otra posible “cura” contra el pensamiento grupal es dividir al grupo en pequeños subgrupos, de manera que cada uno mantenga un primer debate y, más tarde, se pongan en común las diferentes alternativas, posibilitando así que se pueda llegar a conclusiones varias.

Un ejemplo práctico de estas medidas podemos encontrarlo en el ámbito de la educación, concretamente, en las estrategias para el Aprendizaje Cooperativo. Técnicas como “1-2-4“, “El folio giratorio“, “Lápices al centro” o “El grupo nominal“, donde el alumnado debe trabajar tanto de manera individual como en grupos pequeños y con el grupo completo y en las que, en todo momento, el profesorado debe asumir un rol de dinamizador y moderador, dirigiendo la tarea pero manteniéndose siempre al margen de la toma de decisiones del grupo.

¿Pensar en grupo o dejar de pensar?
La técnica de “1-2-4” se divide en tres partes: (1) cada alumno/a se enfrenta a la tarea propuesta individualmente; (2) debaten sus conclusiones en pareja; y (3) en grupos de 4 personas toman una decisión común que, más tarde, podrá exponerse con el resto de la clase.

El poder de la masa en nuestros pensamientos

Tanto el fenómeno de la polarización de grupo como el del pensamiento grupal pueden llevarnos a tomar decisiones que, de manera individual y en unas circunstancias distintas, quizá nunca habríamos tomado. En la actualidad, vivimos en un mundo de cambios vertiginosos y en un tiempo de crisis en los que una toma de decisiones racional y verdaderamente reflexiva puede evitar que lleguemos a optar por alternativas tan catastróficas como las de la Alemania de 1932 o el Reino Unido de este mismo año. Por ello, es fundamental que tengamos en cuenta la existencia de fenómenos como estos y tengamos en consideración todas y cada una de las ideas que nos ofrece el grupo (sea éste el de la población mundial, el de los electores en nuestro país o el de nuestro núcleo familiar), de manera que se dé el mismo valor a todas las ideas y, así, podamos construir una común que nos beneficie.

Referencias

Janis, I. L. (1971). Groupthink. Psychology Today, 5, 42-46.

Johnson, D. W., Johnson, R. T., y Holubec, E. J. (1999a). El aprendizaje cooperativo en el aula. Buenos Aires: Paidós.

Passer, M. y Smith, R. (2007). Psychology: The Science of Mind and Behavior (4th Edition). Nueva York: McGraw-Hill.

Stoner, J. A. (1961). A comparison of individual and group decision involving risk. Tesis no publicada, Instituto Tecnológico de Massachusetts (Massachusetts Institute of Technology) – Cambridge, Massachusettts, Estados Unidos.


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